Imitemos en algo a la vida

EL55% de los 7.500 millones de Homo sapiens vivimos en una ciudad, porcentaje que en 2050 rondará el 70%. Desayunamos en Nueva York, comemos en Berlín y cenamos en Pekín. Se viaja mucho, por trabajo, negocios, placer, los desplazamientos masivos son ya una característica de la especie. En un momento del día vuelan simultáneamente unos 11.000 aviones, a los que hay que sumar coches, barcos y trenes. Lo que sucede en las antípodas está al instante en televisión, radio, Internet, redes digitales… El teléfono móvil es una prolongación cíborg de nosotros mismos. Alimentación, vestimenta y consumo son cada día más homogéneos en el mundo, limitado por unas pocas cadenas uniformadoras de casi todo.

Algunos ven la pandemia coronavírica cual alegoría de nuestro futuro como especie, pregonera del cercano apocalipsis del mundo; otros, como ensayo general de lo que se repetirá con frecuencia de ahora en adelante. No me encuadro en el bando conspiranoico ni en el milenarista, pero si a las catástrofes naturales, de hambre y sanitarias habituales, sumo la visión de calles casi fantasmagóricas, los muertos y centenares de miles de infectados en todo el mundo, con excepción de pequeños países poco desarrollados€ me produce cierto desasosiego, aunque nos garanticen seguridad señores uniformados cubiertos de medallas. No quisiera realizar un relato ucrónico de la realidad anterior a esta epidemia con datos hipotéticos para erigirme en profeta del pasado, pero es evidente que la superpoblación humana concentrada en ciudades navega en la hiperconectividad globalizadora de la mano de unas pocas multinacionales que acaparan al máximo nuestros suministros.

Las citadas no son inocuas espoletas para un fulminante virus como este, al que quizá la inexperiencia, las malas decisiones sanitarias, ocultación inicial y hasta la mala suerte, le han convertido en azote de la humanidad. Hasta creo que habiéndonos quedado confinados en casa en lugar de correr a nuestros estupendos hospitales lo hubiéramos frenado mejor. Porque analizando las zonas donde más ha hincado sus dientes, el coronavirus se ha expandido por las zonas más ricas, con mayor PIB e intercambios comerciales, en Madrid, Barcelona y Euskadi; en Italia, el 60% de las muertes se han dado en Lombardía; en París, Londres, Nueva York€ donde afectará más a los pobres. A la edad y pluripatologías como factores de riesgo se suman la riqueza de la zona, el éxito extractivo y el comercio-consumo intensivos. Vamos, la ambición humana en cotización bursátil al alza.

Parecen manifiestos errores concatenados en una alocada carrera hacia la pandemia, pero en vez de aprovechar la coyuntura para en ciaboga inteligente virar hacia nuestro rumbo estratégico, están moviendo todos los hilos para conseguir rescates billonarios –pagaderos a escote– con el objetivo de repetir la historia de errores: más-más rápido, más-más producción, más-más consumo.

Es ejemplar la parada biológica de los osos hibernando cuando las condiciones ambientales vienen mal dadas. Para ellos es vida. Podríamos imitar a la vida, parada biológica quizá con confinamiento total un par de días al mes o una semana al año€ El virus no encontraría hospedador. Atmósfera y océanos estarían más limpios y, por supuesto, no habría atascos ni muertes por accidentes de tráfico. Es solo una idea.

nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *