«Es inquietante que aceptemos controles en nuestra esfera privada a cambio de mayor seguridad»



Alejandro Navas, filósofo y experto en comunicación: «Si nos quitan la libertad de debatir en los medios, en los cafés, estamos muertos y el voto sería una especie de pantomima»

«En Internet se puede publicar todo lo que no vaya en contra de EE.UU.; en nuestro mundo todo lo que se publica está controlado»



¿Cree usted en las teorías conspiranoides de que el covid-19 sea una creación tenológica ‘ad hoc’ para incordiar a la humanidad?

—No. Aunque es verdad que surgió en Wuhan, un gran centro industrial y tecnológico chino. Es una paradoja que justamente en esa ciudad, expresión de la pretensión moderna de control y dominio, de repente, apareciera el virus. Es como una burla del destino al afán moderno de controlar y dominar el medio natural y social.

Como filósofo y sociólogo, ¿a qué medios recurre para informarse de la crisis sanitaria global: prensa, radio, televisión o redes sociales?

—En las redes sociales solo estoy en Linkedin, y de forma pasiva por mis antiguos alumnos que me lo piden. Las redes exigen muchísimo tiempo y en ellos hay mucho ruido y pocas nueces; demasiada ganga y poco mineral valioso. Discriminar sería un trabajo agobiante y no estoy por la labor. Para informarme recurro a prensa clásica, a algunos confidenciales de confianza y también, por mi trayectoria académica y por mi trabajo, a algunos medios básicamente europeos, porque me muevo mucho por centroeuropa: Alemania, Suiza, Austria… por lo que sigo también los medios de allí.

¿De cuáles de ellos nos está llegando una información más fidedigna y creíble? Porque un exceso de información ¿no es desinformación?

—Esto es un rasgo de nuestro tiempo y nuestra sociedad. Hay tal abundancia de datos que cuesta mucho orientarse. Para una democracia madura, donde trabajo como profesor universitario, para formar a los jóvenes de forma madura, la clave es el criterio. En el mundo educativo más que enseñarles contenidos, importa darles competencias y habilidades para buscar y discernir, porque la totalidad de lo que uno puede desear y conocer ya está en la red.

La clave está en saber discriminar la información fiable.

—Para eso hace falta conocimiento previo; formar criterio es la gran tarea de los educadores y de un ciudadano que quiera ser maduro, responsable y no dejarse manipular. Llevo decenios en la docencia, por lo que tengo mis fuentes, mis criterios; y al final uno se fía de determinados medios, y dentro de ellos, de firmas determinadas. Identificas agencias fiables y contrastando te haces una idea cabal de lo que ocurre. En las redes veo dos peligros, por un lado, que se forman como burbujas de afines que se retroalimentan y refuerzan en sus ideas y prejuicios; por otro, en esas redes más que un debate fructífero hay griterío e insulto. Medios importantes de Alemania y Suiza han eliminado los comentarios porque había tal nivel de descalificación que era insoportable.

En las redes, cada cual tiene su minuto de gloria, pero ¿los medios tradicionales son fiables?

—Se habla mucho de periodismo cívico. Hoy en día, cualquiera con un móvil puede ser testigo privilegiado de un evento o de un accidente o de un encuentro entre personas, y puede grabar la primicia y subirla a la red con sus comentarios; pero luego viene la labor del periodista: explicar, contextualizar. Eso requiere preparación, medios y eso es lo que hace la prensa. Ahí la gente de a pie está superada, ni puede ni sabe hacerlo.

Si el futuro es Internet y usamos tanto nuestras redes, podríamos pensar que eso es libertad, ¿pero las redes no están muy controladas?

—Sobre la libertad de expresión hay una tendencia inquietante. En occidente hay menos cabeceras, menos medios por una propensión inevitable hacia una concentración mayor que en otros sectores o ámbitos económicos. Economía de escala, sinergias que llevan a que el pluralismo disminuya y se empobrezca el debate. Por otra parte, no muchos tenían acceso a los medios clásicos; en ese sentido, las redes democratizan el acceso al debate y dan voz a cualquiera. Pero ojo, Internet no es un ámbito libre de dominio; está supervisado. Existe control de contenidos y mensajes. Hay una entidad, ICANN, con sede en California que regula el régimen de Internet en el mundo y que depende del Gobierno norteamericano. En Internet se puede publicar todo lo que no moleste y no vaya contra los intereses del Gobierno de EE.UU. En nuestro mundo, todo lo que se comunica y transmite está controlado.

Se denuncia este monopolio de supervisión.

—Hay países que lo han hecho y también se ha planteado repetidas veces la idea de crear una Internet alternativa, pero ha faltado acuerdo entre los países. Aquí también habría una especie de axioma o presupuesto de las ciencias sociales y políticas, que dice que las libertades son indisolubles y forman un paquete único, de modo que cuando la gente disfruta de una libertad pide las otras. Pasó en España y Chile en la transición de la dictadura a la democracia; hubo primero libertad económica, turismo, comercio, desarrollo, industria y después se demandó democracia.

En China no ha sucedido.

—Ahora mismo vive una expresión capitalista, al menos, en toda la franja del sur. Se decía, esos chinos que de repente son libres para invertir, crear, viajar€ van a demandar también de modo inseparable libertad para votar, libertad política. Pero no, se conforman con ese doble sistema: capitalista en economía, pero partido único en política. El Gobierno chino ha logrado de modo extraordinario convertir Internet en una Intranet que ellos supervisan con la complicidad de las grandes empresas, Google, Apple, Facebook, que se han plegado, y las locales como Alí Baba€ Creando una policía de Internet, han conseguido controlar el mayor mercado del mundo de Internet.

Dicen los expertos que este virus ha venido para quedarse y con él nuestros miedos y también el control (comunicaciones, actividad, salud) que están ejerciendo sobre nosotros los gobiernos.

—Es inquietante. Más que China, el país más videovigilado es Inglaterra, supuestamente la cuna de la democracia. También me preocupa que en otro país con gran raigambre democrática como Suiza, hubiera hace un par de años un referéndum sobre este asunto y la gente votara por más seguridad y menos libertad. La ciudadanía parece dispuesta a aceptar controles e intromisiones en su esfera privada a cambio de mayor seguridad, aunque esto implique privarse de libertades. Es preocupante, porque detrás de cada catástrofe, guerra, siempre ha ocurrido que el Estado ha salido reforzado usurpando poder a otras instituciones; y si no hay controles, un Estado con tantísimo poder tenderá a abusar. De ahí la importancia de la libertad de expresión, de la crítica y del debate para cuestionar cualquier tipo de política.

Visto el aparente éxito en los países asiáticos, ¿se puede caer aquí en la tentación de intentar balancearse hacia la seguridad?

—Acabo de leer a Moisés Naím, columnista venezolano, que trabajó en el Banco Mundial y actualmente es comentarista desde EE.UU, que apunta que todos admiramos el éxito de la política china con el coronavirus, pero casi nadie querría vivir allí. Ningun occidental que ha probado el gusto de la libertad está dispuesto a renunciar a ella para ser controlado, multado, supervisado.

En Israel, y aquí ya hay APPs que controlan por Internet la fiebre, si has padecido la enfermedad€ ¿Cuando se domine el genoma humano podremos hablar y actuar bajo nuestro libre albedrío?

—Esa libertad está muy amenazada; hay muchísimos datos que así lo aseguran. Por ejemplo, Generali ofrece a sus asegurados el implante de un pequeño chip debajo de la piel que mide todo: tus constantes vitales, tu dieta, enfermedades,€, de modo que si llevas una vida sana, la póliza es más barata; ahora bien, si fumas, no haces ejercicio, la prima es más cara. Ellos lo venden como pasar a formar parte de la gran familia Generali. Es terrible. Con el big-data lo que interesa es el metadato: saber cuándo, dónde lo dice y quién lo dice.

¿Ya no harán falta sondeos?

—No. El big-data es una mina de oro; todos los datos están disponibles en tiempo récord. Hay compañías que venden el SMP (Social Media Profait) donde estamos cientos de millones, europeos y americanos; de media habrá entre 2.000 y 3.000 ítems por persona, que son clics de búsquedas. Contiene la vida entera de las personas. Eso, los grandes del sector, Google, Amazon, Apple, etc, lo aprovechan. Su gran negocio somos nosotros, son esos datos; ellos los recogen, los meten en paquetes y venden y con ellos negocian. Nuestra vida es una mercancía valiosísima para ellos.

¿Nos indigna y nos beneficia?

—Claro. Yo, por ejemplo, agradezco que Amazon de vez en cuando me diga que hay un libro que me interesa; pero al tiempo que me gusta, me subleva. Además, si esto se proyecta a toda tu vida, eres alguien sin intimidad. Hay que obligar a esas empresas no solo a que sean transparentes en sus algoritmos, sino también demandar la protección de los datos de la gente. A mis alumnos, tanto aquí como en Europa, no les preocupa que toda su vida esté en la red, porque creen que pueden borrarla; no se dan cuenta de que en la red queda todo y para siempre.

El día en que solo nos quede como opción de libertad personal elegir la papeleta para meterla en la urna, ¿podremos decir que vivimos en un país libre y democrático?

—Me temo que no. La democracia en un sentido puramente funcional son elecciones libres en intervalos regulares. Libres quiere decir, libertad para ser candidato y libertad para votar y debatir, Kant, el gran filósofo de la ilustración, prusiano, hombre de orden, decía que hay el deber de obedecer al Gobierno, pero ello es inseparable al derecho a criticarlo; debatir, por supuesto en los parlamentos, en los medios, en una tertulia de café, en las redes sociales. Si se nos quita la libertad de debatir estamos muertos y el voto sería una especie de pantomima.

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