No me refiero al galardón de la angula de oro que concede la revista la Ría del Ocio de Bilbao a quienes más encumbran a la villa de Diego, sino a las de verdad, con aceite, ajito y guindillita. Como nieta de angulero sé muy bien que las angulas siempre han sido ese claro objeto de deseo, el oro vivo que traía la marea para regalar el paladar de los pudientes … y de muchos donostiarras, especialmente en el entorno de las fiestas de Sebastián. Servidora también las disfrutaba siempre que el bolsillo lo permitía, en tiempo pasado, claro está.
En una ocasión pude regalarme una visita al Akelarre que regenta Pedro Subijana en las faldas del Igeldo en Donostia. Pura magia culinaria que me permitió pasar unas horas en el paraíso de la gula menos pecaminosa. No comí angulas, aunque sé que allí las preparan como para una última cena. Pero los tiempos cambian muy rápidamente y Pedro Subijana se baja de la angula dando la mejor de las razones; no es por cuestión de precio, porque siempre habrá quien pueda pagarlas, sino de conciencia con la sostenibilidad. Aunque no sé de cuándo ni dónde, recuerdo un viejo eslogan publicitario oficial invitando a reducir el consumo de gasolina, que más o menos decía: “tú sí puedes, pero tu país no” Traducido: “Tú podrás pagar las angulas, pero el ecosistema marino no podrá producirlas”.
Cada vez hay menos angulas, llegan menos y las capturas se desploman, así que si deseamos que siga habiendo anguilas tendremos que dejar de comer angulas, o de lo contrario exterminaremos la especie. Así lo ha explicado el sabio cocinero, medida que yo aplaudo, aunque no sé qué harán las cofradías y txokos gastronómicos donostiarras, porque una tamborrada sin angulas suena mucho menos que un tambor destemplado.
La cuestión angulera viene a cuento como guinda de preocupación ante el enorme entuerto de la necesidad de no derrochar recursos. Al paso caluroso que caminamos, el Everest gentrificado puede terminar siendo un estercolero de plásticos, con carreteras asfaltadas, teleféricos, pistas de esquí y más hoteles que en Benidorm. El Polo Norte un lugar ideal para ver auroras boreales, y también para atravesarlo durante el verano navegándolo sin hielo, con más turistificación que en las ramblas de Barcelona, en Donostia o en el Guggenheim juntos. Ya avisan de que el atún rojo va desapareciendo del mediterráneo y de que la antxoa del cantábrico va reduciendo su tamaño.
Mientras, en el COP28 de Dubái siguen tejiendo telarañas de normas que en poco evitan esos problemas, entre otras razones porque los dueños del petróleo como Sultán al Jaber son los designados para eliminar los combustibles fósiles como fuente de energía: ante la emergencia climática ¡los zorros de los petrodólares guardando el gallinero de la sostenibilidad!
Quizá necesitemos más decisiones como las de Pedro Subijana y menos reuniones como la COP28 de Dubái, que por cierto generará millones de toneladas de basura y habrá producido otros muchos miles de millones de Tn de CO2 para poder llevar y traer en avión a sus participantes. Y, además, muchos de ellos comerán angulas y caviar, sin que anguilas y esturiones tengan culpa alguna. ¿Por qué no han hecho la reunión por zoom?
Lo dicho, angulas de oro no, pezqueñines tampoco y sí más reuniones internacionales por zoom.
@nekanelauzirika