Huelga de bolis caídos

Cuatro multas de tráfico en Bizkaia en cinco días. Debe de tener algo de gracioso el dato, porque he visto a mucha gente comentarlo con jolgorio y alborozo, pero no acabo de captar el chiste. Por la misma falta de salero, supongo, tampoco veo nada digno de aplauso -ni siquiera de guiño cómplice- en lo que los sindicatos de la Ertzaintza venden como forma de presión en defensa de sus derechos y que no es sino un escaqueo, otro más, de sus funciones. Copiado de la Guadia Civil, por cierto, y que contiene un retrato muy preciso de lo que algunos agentes entienden por servicio a la ciudadanía que paga sus nada magras nóminas, absentismo de récord incluido. Como están de morros con el patrón, dejan el boli quieto, así pase por delante de sus narices un verraco haciendo eses a ciento sesenta. Allá cuidados si se cepilla a cualquier desventurado que vaya cumpliendo las normas. Daños colaterales de la protesta. Supongo que debemos entender que si algún día vuelven a estar a buenas con Ares, le contentarán empapelándonos por cada línea continua que rocemos.

Seguridad

Por muy rebotados que estén, si tienen los psicotécnicos actualizados, deberían saber que hay cosas con las que no se juega. La seguridad, que da sentido a su trabajo, es una de ellas. Esta medida populista tirando a populachera supone un caprichoso e innecesario aumento del riesgo en la circulación. Hago notar que esos cinco días en los que se han impuesto cuatro ridículas sanciones en todo el territorio vizcaíno incluyen las noches de un fin de semana de buen tiempo. Quien haya querido conducir con una papa de escándalo ha podido hacerlo porque los hombres y las mujeres de rojo, lo único que suele disuadir a más de un descerebrado de coger el coche sin estar en condiciones, andaban de oferta reivindicativa y no daban el alto. Gran sentido de la responsabilidad… y de la demagogia.

Sí, de la demagogia. Sin ruborizarse, los portavoces sindicales justifican la magnanimidad perdonamultas diciendo que es una forma de granjearse las simpatías de los ciudadanos hacia su causa. En román paladino, hacen la vista gorda a cambio de nuestro respaldo. Son conscientes del daño que hicieron las tesis del consejero del interior del gobierno vasco sobre el auténtico motivo de las movilizaciones: que los agentes se jubilen con el sueldo íntegro a los 55 años, entre otros privilegios con los que no puede ni soñar el resto de la clase trabajadora. ¿Es más fácil ir de hadas madrinas que aportar datos que desmientan a Ares? Tiene toda la pinta.

Especulaciones sucesorias

En el pecado está la penitencia. El fulanismo que impera en la vida política hace de los partidos rebaños que se despeñan en bloque cuando pierde pie la oveja con el maillot amarillo. La recuperación del desastre, en caso de que sea posible -cuántas sopas de siglas se han ido al limbo detrás de su líder carismático-, suele llevar años de sangre, sudor, lágrimas y navajazos inmisericordes entre los que aspiran a ver su cara en los carteles electorales. Cualquiera que tenga un carné y pague una cuota sabe que los enemigos más feroces circulan por la propia acera. Los otros, como decía el parlamentario inglés de la célebre anécdota, son sólo adversarios. Si siempre hay que andarse con ojo y cuidarse del fuego amigo, en las trifulcas sucesorias es necesario elevar a ene las medidas de protección. A la vuelta de la esquina más inocente aguarda la cachiporra.

Lecciones no aprendidas

Los que se disponen a meterse en el berenjenal del recambio de fetiche en el PSOE tienen a su favor que no han pasado muchas lunas desde la última vez que anduvieron en esas. La memoria debería servirles para no repetir errores, aunque lo que estamos viendo en los primeros escarceos de la refriega lleva a pensar que van camino de tropezar en las mismas piedras del relevo felipista. Con entusiasmo digno de mejor causa, se pensó entonces que al gran encantador de serpientes podía heredarlo el ganador de un combate de pesos pluma asimilado a unas primarias. Al margen de que el vencedor fue el no previsto por el aparato, se necesitó poco tiempo para comprobar que ni Borrell ni Almunia (hoy dedicados a sus labores) arrastraban a las masas. Trece años después del fiasco, el partido pone en línea de salida al crepuscular Pérez Rubalcaba y a Carme Chacón, a la que aún le falta mucho colacao que tomar. Se lleve quien se lleve el cromo, la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en 2012 puede pulverizar todos los registros.

Tal vez ahí empiece la auténtica carrera sucesoria del PSOE. Me atrevo a apostar desde ya mismo -y falta un rato- que se alzará con el triunfo alguien que, o bien no sospechamos o, directamente, cuyo nombre desconocemos. ¿Quién había oído hablar de José Luis Rodríguez Zapatero antes de junio de 2000, cuando anunció que competiría por la secretaría general con José Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández? ¿Quién le habría concedido la mínima opción de hacer morder el polvo a tales vacas sagradas? Nadie, salvo la media docena de fontaneros que maniobraron a su favor. Por fortuna, la política no es tan previsible como parece.

Tocata y fuga de ZP

Humanamente comprensible: Zapatero entrega la cuchara con un año de adelanto porque a nadie le apetece ir por su propio pie a recibir una tunda de escándalo. La que le esperaba al leonés en las elecciones de 2012 habría hecho época. Ya es humillante que te coma la merienda un tipo como Rajoy, avalado por dos derrotas escasamente honrosas -la primera, directamente de dimisión al amanecer- y sin otros méritos presentables que saber hacer la estatua y capear temporales con el gesto inmutable. Que lo haga por goleada y sin bajarse del autobús, como está telegrafiado, es para pasar el resto de la vida en una cabaña en la punta del Kilimanjaro.

Mejor que ese marrón le empape a otro. A él, que le quiten lo bailado. Ni en sus sueños más tórridos de parlamentario de medio pelo pudo imaginar que iba a estar once años sobre el machito del PSOE y nada menos que ocho (si es cierto que agota la legislatura) como presidente del Gobierno español; no necesariamente el peor, por cierto. Para haber llegado de chamba, no es mal balance. Si el tembleque de piernas no le hubiera hecho cambiar dos carriles a la derecha y acariciar el catecismo rancio de la secta que ve rojos y separatistas por todas partes, tal vez hasta habría tenido un lugar destacado en la Historia. Claro que de haber sido así, ahora no estaría arrojando la toalla con un proceso de paz en el microondas y los brotes verdes de la economía esperando nacer.

No cambia nada

Eso se va a quedar así. Ojalá saberse amortizado y libre de mendigarse la reelección le sirviera para entonar el “de perdidos, al río” y dedicara los doce meses que le quedan a hacer butifarras a los supertacañones europeos que le marcan las líneas de puntos por las que recortar derechos. Ojalá también que la conciencia de no tener que rendir cuentas ante las urnas le hiciera mandar a hacer gárgaras a todo el búnker que se opone a la normalización de la vida política vasca. Hubo un tiempo no muy lejano en que parecía que eso era lo que le pedía el cuerpo, pero parece que la oportunidad pasó.

Aunque haya alegrado el fin de semana mediático, el anuncio de su tocata y fuga no cambiará nada sustancial. Como interino, seguirá siendo la misma veleta que ha sido en su última época como titular. Lo único novedoso es que al PP se le redoblará el ansia por cobrar la herencia y reclamará el adelanto electoral cada cinco minutos. Mientras, los socialistas entretendrán al respetable con una batalla en el barro para decidir quién se pegará la gran bofetada que no ha querido recibir Zapatero.

La agenda informativa de Surio

El periodista en excedencia que rige los destinos de la llamada radiotelevisión pública vasca dijo el miércoles en el parlamento de Gasteiz que el sanedrín directivo de la cosa se basta y se sobra para decidir la agenda informativa. No hacía falta ser Cal Lightman para notar bajo el soniquete petulante de sus palabras (el gato es mío y hago con él lo que quiero) la escasa convicción que en su fuero interno las respaldaban. Bien sabe Surio que ni él ni ningún otro de sus vecinos de la planta noble del rancho grande marcan nada que no haya sido previamente bendecido por quienes los pusieron de guardeses. Otra cosa es que, como la mayor parte del repertorio de consignas está perfectamente interiorizado y se conocen al dedillo los gustos del señorito, no sea necesario llamar todos los días para preguntar con qué se llenan los teleberris. Para facilitar la tarea y evitar versos sueltos, como es sabido, hay resoluciones parlamentarias que indican de qué se puede hablar y de qué no.

Lo que es noticia

Estaba de más, pues, esa lección de periodismo que, por añadidura, tampoco se ajustaba al manual. Nos llevaría a muchas discusiones deontológicas establecer quién impone la agenda informativa de un medio o un grupo de comunicación privado. En uno público, sin embargo, no hay la menor duda: es la propia actualidad, tamizada por el criterio profesional honrado, la que sitúa en las escaletas los acontecimientos dignos de ser contados. Cabe el error en la valoración (yo me acuerdo de mis ancestros cuando me doy cuenta de que he ordenado mal el material o me he comido noticias del tamaño de una catedral), pero no es de recibo la censura arbitraria, que es lo que se viene practicando respecto al caso Urchueguía en EITB.

Estoy absolutamente convencido de que si preguntáramos a cien profesionales del ente, incluidos editores y directores de programa, la inmensa mayoría vería noticiables los detalles que se han ido conociendo sobre las andanzas de la Delegada del Gobierno López en Chile y Perú. Quienes vacilaran al primer bote porque parecía cosa de un determinado grupo de comunicación -recelo comprensible-, lo tendrían claro cuando el asunto llegó a dos instituciones: el ayuntamiento de Lasarte-Oria y el propio Parlamento vasco, en la inolvidable sesión en que el lehendakari repartió estopa a mansalva. Lo uno y lo otro daban, como poco, para cuarenta segundos con o sin corte de voz, aunque fuera, según la costumbre, tras dos minutos dedicados a Lady Ga-Ga o al campeonato de tiro de rana de Bollullos del Condado.

Ya que hablamos de las actas…

De alguna manera, continúo donde lo dejé ayer, porque las siguientes líneas tienen la intención de pisar el mismo charco que crucé en la última columna, el del teatral escándalo que se ha montado por el contenido de los resúmenes de consumo interno que escribió Thierry de las conversaciones entre el Gobierno español y ETA. Recuerdo la tesis: todo eso estaba ya publicado con profusión y quienes ahora ponen el grito en el cielo y en los tabloides cavernarios lo sabían del punto a la cruz. Por tanto, la bronca que están montando tiene carácter retroactivo y, de propina, demuestra que los supuestos principios éticos en lo que juran que se asienta son de plastilina. Si de verdad al PP le parecía tan repugnante lo que estuvo sobre las mesas de negociación, lo primero que debía haber hecho es no prestar su votos al PSE, que estuvo en aquel ajo de hoz y coz. Uno de los grandes bastiones del actual ejecutivo de la CAV, Rodolfo Ares, podrá escribir cuando se jubile y esta vaina esté prescrita unas jugosísimas memorias.

Lo que se ofreció a ETA

Por ahí es, de hecho, por donde creo que se debería haber abierto este melón. Si hay algo que pueda mover a la sorpresa o a la indignación en las mal llamadas actas de López Peña o -insisto- en lo que ya se había publicado antes, es ver que los actuales campeones de la firmeza democrática son los mismos que anduvieron jugando al subastado y al cinquillo con ETA. Y en aquellas timbas no se apostaba con alubias, precisamente. Sobre los tapetes estuvieron todas las cuestiones intocables, incluyendo la territorialidad y el reconocimiento del derecho a decidir. Creo que se entiende lo que eso significa, pero por si acaso, lo subrayo: se le estaba ofreciendo a una banda terrorista (en Loiola, a un partido ilegalizado) lo que se niega reiteradamente a las formaciones que, sumadas sin trampas, conforman la mayoría social. ¿Agravio comparativo? Algo peor que eso.

Ares, reitero, fue parte del equipo de sokatira socialista-gubernamental. En el dichoso dossier del Faisán que algún día terminará de reventar en la Audiencia Nacional consta que llamó al teléfono secreto que se le había proporcionado a un presunto miembro de ETA. No me escandaliza que lo hiciera. En una negociación se traspasan esa y las líneas rojas que haga falta. Si lo menciono es por lo revelador que resulta el contraste de esa actitud frente al comportamiento de que ha hecho gala desde que asumió la cartera de Interior. Antes los telefoneaba y ahora no soporta verlos en un cartel. Hay algo aquí que no cuadra.

El Evangelio según Thierry

Son curiosas las modas literarias. El género en boga, el más in actualmente, es el seminotarial, que bautizo así porque no se me ocurre mejor modo de definir los apuntes que tomó el pasante amateur Francisco Javier López Peña, Thierry, de las conversaciones que mantuvieron representantes de ETA y el Gobierno español en el último proceso de paz (o así) malogrado. Jamás habría imaginado el taquígrafo accidental que sus notas, convenientemente distribuidas por el equipo filtrador habitual, iban a verse elevadas, años después de ser garrapateadas, a la categoría de verdad revelada sobre lo que ocurrió en aquel par de excitantes años. Así se escribe la Historia. Con retales y versiones incompletas y necesariamente subjetivas, quiero decir.

Es curioso que estas glosas thierryenses, manuscritas por un malo oficial para consumo de sus conmilitones, hayan acabado siendo esgrimidas desde el lado de los buenísimos como la prueba de no sé cuántos atropellos a tampoco sé qué estado de derecho. Siguiendo la fórmula magistral del doctor Mayor Oreja -”son asesinos pero no mentirosos”-, los que caminan por el lado rancio de la vida conceden (porque esta vez les conviene y cuadra con su mercancía) credibilidad total a las anotaciones. Juega a su favor que no podamos confrontarlas con las actas oficiales, guardadas bajo setenta llaves, tal que el mismísimo Código Da Vinci, en un banco suizo.

Todo está documentado

Pensándolo bien, tampoco parece probable que el conocimiento de ese material súper clasificado vaya a mejorar la composición de lugar que ya tenemos sobre cómo fue aquella partida de ping-pong político. Porque esa es otra: nos están vendiendo este episodio como recién sacado del horno, cuando es una reposición monda y lironda. Varios periódicos -incluido este- ya dieron pelos y señales hace dos años y medio de cómo discurrieron las cosas. No mucho más tarde aparecieron un par de libros muy bien documentados que, aunque centrados en lo que cocieron los partidos en Loiola, daban sabrosos detalles de contexto sobre lo que pasaba paralelamente en la ancha Europa entre los otros interlocutores.

Ya estaba ahí -y recogido de más fuentes que los papeles de Thierry- absolutamente todo lo que ahora provoca rasgado de vestiduras y peticiones de dimisión o hasta de cárcel. No hay en la política nadie que desconozca los pormenores. De hecho, el PP estaba al cabo de la calle cuando decidió apoyar el actual Gobierno vasco, integrado por varios de los que participaron en aquello. ¿A qué viene hacerse de nuevas ahora?

Los eurofavores de Pablo Zalba

Otro más. Después de lo de la socialista Eider Gardiazabal, apañadora de eurodietas inmorales pero legales (o viceversa), un sputnik orbitado por el PP en el marcroparlamento de las maravillas ha conseguido su cuarto de hora de fama. Dudosa fama, se diría, aunque tampoco se le ve especialmente afectado al tal Pablo Zalba Bidegain, que con la arrogancia que parece venir de serie en los culiparlantes pillados en renuncio, ha espetado que ha hecho lo que hace todo el mundo. Gran retrato de la institución de la banderita azul.

Hace tres semanas nos enteramos de que sus euroseñorías tenían la costumbre de arramplar viáticos que no les correspondían y ahora nos cuentan que otra de sus especialidades es vender leyes hechas a medida de quien pueda apoquinar el precio, en este caso, un curro remunerado con cien mil euros anuales. Es difícil decidir qué da más grima, si que se saquen un sobresueldo por encima del pastucio que les pagan oficialmente o que lo hagan ciscándose en la buena intención de quienes votaron la lista que contenía sus nombres. En realidad, casi es peor que lo uno y lo otro ocurra no ya con la disculpa, sino con el respaldo inquebrantable de unas siglas que dan lecciones de democracia y dignidad.

Un ego atómico

De nada sirve que esté grabado y que cualquiera con estómago haya escuchado a Zalba jactarse de ser capaz de cambiar cualquier informe que prepare la cámara. No parece siquiera haber causado gran escándalo comprobar que no iba de farol. Lo que le dictó el contacto que luego resultó ser un cebo es palabra por palabra la enmienda que el aprendiz de brujo navarro presentó y sacó adelante. Él mismo se lo hizo notar con petulancia a la periodista que le tendió la celada cuando aún no sabía que había caído en ella como el pardillo soberbio, codicioso y cosas peores que ha demostrado ser. Para nota, su justificación: “Es que la chica era muy guapa”.

Sólo por esa machirulada merecía que no le dejaran acercarse a doscientos kilómetros de ningún escaño. Pero todo apunta a que el bochornoso episodio se va a quedar, como lo de la socialista vasca Gardiazabal, en otra noticia de usar y tirar. Los versionadores oficiales, de hecho, ya la están maquillando para que quede en las hemerotecas como una perversa emboscada de un periódico sensacionalista euroescéptico. El Sunday Times, propiedad de Ruper Murdoch -patrón de Aznar, por cierto-, es, efectivamente, un tabloide amarillo. Debería darnos todavía más vergüenza que no sea la supuesta prensa seria la que se ocupe de estos enjuagues.