Censuras de diseño

Sigo con una inmensa sonrisa socarrona la bronca literalmente de diseño a cuenta de la retirada de ARCO de algo que los medios nombran como obra de arte, y yo no sé si sí o si no. Quizá sea un raro y un descreído sin cura, pero el verdadero arte del episodio me parece que reside en la capacidad para volvernos a colar el sucedido entre los titulares y la materia de aluvión para que los todólogos nos lancemos a opinar. O bueno, según los casos, a pontificar, que en el rato que ha pasado desde que nos echaron la noticia a modo de alpiste, he visto, escuchado y leído intervenciones dignas de tesis doctoral de veterinaria. Qué decepción se van a llevar cuando comprueben la pobreza de mi aportación, que básicamente consiste en tomarme el asunto a guasa.

¿Que cómo puedo decir algo así cuando de nuevo hemos visto actuar la oprobiosa censura sobre el ímpetu creador a lomos de la sagrada a la par que cada vez más mancillada libertad de expresión? Pues porque son ya demasiados años repitiendo la misma coreografía del escándalo impostado en eventos como el que nos ocupa u otros del pelo. Cuando no es una capucha a lo Abu Ghraib sobre una modelo esquelética, es un pene circuncidado gigante o una Virgen de los Dolores con tacones y bolso. Esta vez son unos retratos pixelados de personajes que se nos presenta (y no negaré que para mi varios lo son) como presos políticos del sistema judicial español. Pasaría como valiente denuncia, si no fuera porque tanto el autor, como la galerista, como el que en primera instancia consintió la instalación y luego mandó retirarla tenían claro que pasaría justo lo que ha pasado.

Moderna y arriesgada

Échale farlopa al pavo real. Al artista multidisciplinar y notable tahúr de amplio espectro que atiende por Hansel Cereza, me refiero. No te jode que después de haber perpetrado un finstro cósmico inaugural de la capitalidad cultural europea de Donostia, unánimente deplorado, va el gachó y se pone bravo. Que le confunden y le cabrean las críticas a su bodrio, farfulla el gachó. Y para terminar de demostrar la clase de prepotente chuleta que es, arrumba de paletos a las y los donostiarras al escupir que no están preparados para un montaje “moderno y arriesgado” —hay que joderse— y que de haber puesto fuegos artificiales, le habrían sacado a hombros. Valiente tipejo.

Siempre he sostenido que hay pecados que llevan adosada la penitencia. Del mismo modo que me anonada que los munícipes se sulfuren porque la peña se les descoyunta en un puente pagado a trillón a Calatrava, se me enarcan las dos cejas al contemplar el chandrío montado por el individuo que se autodefine como “conceptor de equipo” y otra docena de oquedades del pelo. No es de recibo que a estas alturas de la liga te cuelen un espéctaculo-de-luz-y-sonido con chuntachuntas y contorsiones epilépticas como la hostia en verso de la innovación. Tampoco, que sueltes un pastón del carajo por ello, y mucho menos, que después de haber tenido un congo de advertencias sobre el truño que se viene encima, sigas mirando a la vía, no sea que vayas a pasar por provinciano. Pues fíjense la paradoja ojalá instructiva para lo que queda del evento: al final el que te lo llama —a ti organizador, y contigo, a los ciudadanos— es el que te la ha liado parda.