Prohibido criticar a Podemos

Cualquiera que no le haga la ola a Podemos es asimilado en juicio sumarísimo de una décima de segundo a Marhuenda, Inda, Tertsch, Federico, o el resto de los latigadores cavernarios. La menor insinuación sobre que quizá esta o aquella cosa implican una contradicción en el discurso o merecería el esfuerzo de un matiz convierte a quien la hace en esbirro del capital, colaboracionista del sistema y, al final de la escapada dialéctica, en casta. Diría, arriesgándome a ser objeto de lo que acabo de enunciar, que esos modos y esas maneras son, vaya por Marx, los que han caracterizado la política rancia que se supone que la formación de los círculos viene a superar y combatir. Esa refracción a la crítica, esa comunión obligatoria, esa intolerancia a la discrepancia, esa disposición a tragar con lo que sea, han venido siendo los usos y costumbres de las siglas convencionales. ¿Dónde está lo nuevo? Supongo que por inventar.

Todavía creo que lo que ha aportado la irrupción de una fuerza que ha alborotado el balneario como no se esperaba tiene más valor que las fallas que enumero. Estoy lejos de los profetas interesados que anuncian prematuramente el descenso de la riada o que, amplificando las supuestas divergencias entre los fundadores, pronostican con ansiedad un final de jaula de grillos. Aunque mi bola de cristal es de todo a cien, estaría por asegurar que Podemos va a seguir provocando quebraderos de cabeza y temblores de piernas durante un rato largo. Lo que ya no tengo tan claro es que, andando no mucho tiempo, no nos vaya a parecer un partido tan corriente y moliente como cualquiera de los demás.

Enseñanzas de Aguirre

7 de octubre de 2013, benditas efemérides. Exactamente 77 años después de jurar su cargo, el lehendakari José Antonio Aguirre recibió, en la más presente de las ausencias, la insignia que lo reconoce como miembro del Parlamento que no pudo elegirlo, simplemente porque en plena guerra no había forma de convocarlo. Una reparación tardía, como tantas y tantas, por no hablar de las que siguen aguardando y de las que tal vez nunca lleguen. Pero reparación al fin, que en el caso del primer presidente del Gobierno vasco se une a otros gestos de restauración de su memoria y de su valor histórico que han ido cayendo por su propio peso… incluso de parte de quienes durante mucho tiempo le dispensaron un indisimulado desprecio. Y que conste que no lo cito como ataque hacia los que procedieron así, sino al contrario, como aplauso a la capacidad de rectificar.

Esa es una de las copiosas enseñanzas que nos legó Aguirre: no hay desdoro en enfrentarse a los errores propios cuando existe la firme disposición de enmendarlos. En no pocos de sus textos y de sus vibrantes alocuciones se refirió sin tapujos a lo que él mismo no hizo como al cabo de los años comprendió que quizá debería haber hecho. Sin caer jamás en el arrepentimiento —no tenía de qué—, sin renegar ni de sus actos ni mucho menos de sus convicciones, tuvo el coraje hacer un repaso autocrítico de sus obras, cuando alrededor la tentación al uso era porfiar que todo, absolutamente todo, se hizo bien.

Por supuesto que hay muchísimo más: su magnetismo personal, su don para aglutinar en torno a sí a gentes de credos y caracteres muy diferentes, su entrega a sus ideas y el respeto a las de los demás, su creencia en una causa que consideraba justa y su coherencia al defenderla… Imposible pasarlo por alto. Pero junto a ello, quisiera que al trazar el retrato de Aguirre no perdiéramos de vista el arrojo para encararse con sus equivocaciones.

Autocrítica

Nota preliminar: no solo los partidos perdedores deberían aplicarse a una autocrítica sincera, sosegada y lejana tanto de la mortificación como de la tentación de absolverse sin propósito de enmienda. También a los que han obtenido un buen resultado les sería de provecho pararse a reflexionar sobre por qué esta vez sí y las anteriores no o darle una vuelta a si el respaldo que han recibido puede durar o es flor de un día. En los cimientos de las futuras derrotas estrepitosas suele haber triunfos pasados mal digeridos y peor analizados. Creerse el rey del mambo se paga a la larga, que en realidad es pasado mañana.

Y si donde han pintado oros hay que andarse con calzado de buzo y no bajar la guardia, con más motivo allá donde las urnas han sido crueles y esquivas. Claro que primero hay que ser capaz de interpretar que ha sido así. Con la excepción de Mikel Arana —siempre dimiten los mejores y los que menos culpa tienen—, los dirigentes de las formaciones que se han hostiado van por ahí en plan chulopiscinas retándonos a que les comamos la pirulilla. En su versión, el único reproche hay que hacérselo al pueblo, esa manga de gilipollas que, como el negro del chiste, no saben ni abanicar. ¡Mira que no haber envuelto en trillones de papeletas a los que tanto y tan bien han hecho por ellos! Matiz arriba o abajo, es lo que han dicho en las últimas fechas Pastor, López y Pérez Rubalcaba.

En las otras siglas estrelladas, el examen de conciencia tampoco da ni para un Muy Deficiente. Basagoiti sigue empeñado en que todo es producto de una conjura masónica, no de los masones, entiéndase, sino de Mas, de nombre Artur. Después de haber pasado en Araba de primera a cuarta fuerza y en Gasteiz de primera a tercera por los pelos, el Diputado General Javier De Andrés se felicitó ayer mismo por haber reducido distancias [sic] con PNV y PSE. Que San Mariano le conserve la vista. O el rostro de cemento.