Hasta nunca, Rivera

Miren por dónde, a los vascos jamás nos tocó el Cuponazo, pero sí nos acaba de caer un pellizco del sorteo del Once del Once de la ONCE en forma de dimisión del que inventó y difundió la maledicencia. Qué inspirador, por cierto, que el figurín figurón haya hincado la rodilla el día de San Martín, confirmando literalmente el refrán que ustedes saben, oink. “Albert Rivera abandona la política”, cuentan con tanta generosidad como falta de tino los titulares. De eso nada. Es la política la que abandona a Albert Rivera de una patada en el tafanario como no se recordaba en estos lares desde la desintegración de UCD.

No deja de tener su mérito, es decir, su demérito, el julijustri naranja, que en apenas seis meses se ha fundido 47 escaños de vellón. No me digan que no es la personificación del legendario Abundio, aquel que se echó una carrera a sí mismo y quedó el segundo. Como decía ayer en Euskadi Hoy de Onda Vasca el politólogo Rafa Leonisio, su caso de autodestrucción pertinaz y obtusa se estudiará en las facultades del ramo. Añado yo que en la misma unidad didáctica debe citarse a otros célebres ególatras inmolados en su propio jugo como Rosa de Sodupe y sus Maneirachis.

Casi es para concebir esperanzas de que en no muchas vueltas del calendario le aguarde una suerte similar al ahora exultante y siempre insultante Santiago Abascal. Tome nota el amurriotarra cid de pacotilla: cuanto más arriba se llega, más dura es la caída. Y para compensar otros sinsabores, no es la primera ni la segunda vez que la justicia poética nos depara el gustazo de ver morder el polvo a tipos que han hecho del odio su modo de vida.

Reflexión ausente

Nos hemos puestos tibios —yo el primero— de atizar al PP por su autocrítica a la remanguillé, pero no le hemos dedicado ni un párrafo a Unidas Podemos, la otra formación que salió de la última cita electoral con politraumatismos de pronóstico reservado. No descarto que me vengan con lo de mis parafilias y mis parafobias, pero como decían en los cómics de mi infancia, que me aspen si la pérdida de 29 escaños no es una morrada de pantalón largo.

De aquellos 71 que le empujaron a Pablo Iglesias a pedirse una vicepresidencia, el CNI y no sé cuántos ministerios, los morados aliados con (o lastrados por) Izquierda Unida se han debido conformar con los 42 mondos y lirondos que resultaron del escrutinio del domingo. Uno más, por cierto, de los que le otorgó el CIS de Tezanos, provocando la marichulada soberbia del residente en Galapagar: “Las encuestas están hechas antes de mi vuelta”. Pues ya ve que su participación en la contienda, incluso reconociendo que ha sido de notable alto, no ha servido para demasiado. Algo habrá que reflexionar, más allá de la sobada excusa de la polarización que ha beneficiado al PSOE.

Y si miramos a lo que nos toca más de cerca, la cavilación procede especialmente. En Nafarroa han volado 27.000 votos y 10 puntos porcentuales. En la demarcación autonómica, además de caer al tercer lugar, se han esfumado 112.000 sufragios y 12 puntos. Eso, en los comicios donde la coalición puede tener las mejores expectativas. Cada vez soy menos de pronósticos y apuestas, pero me da en la nariz que el 26 de mayo los números serán bastante parecidos. Y me temo que también los silbidos a la vía al respecto.