Cada vez más Pablemos

Y luego hay quien se enfada cuando le llaman a la cosa Pablemos. Pero ahí está, es el chiste del gato, que como es suyo, el gurú de Vallecas se lo beneficia cuando y como quiere. El doctor Iglesias Turrión es el camino, la verdad y la vida, y tan asumido lo tiene, que ni pierde el tiempo ciscándose en los críticos, arrumbándoles de michelines o recordándoles, a lo Guerra, que el que se mueve no sale en la foto. Al contrario, cuando le vienen setecientos cargos (¿ya hay todos esos?) y 5.000 militantes arrugando el morro porque se ha maravillado unas primarias —qué risa, tía Felisa— para que las ganen sus sí-buanas, el gachó se eleva tres palmos sobre el suelo, se pone condescendiente y declara con suficiencia que qué alegría da tener un partido en el que se puede discrepar de la dirección. Entonces, los protestantes, o por lo menos, la mayoría, sacan cuentas de lo que pueden perder si persisten en su actitud, sonríen al pajarito, bajan la cerviz y se resignan a su papel entre la cuota, el adorno o la mascota del patrón.

La nueva política, por lo visto, es eso. Y también ponerse en plan Santiago Bernabéu a fichar —es decir, a reclutar— mercenarios para que la tan cacareada unidad popular sea a su imagen y semejanza. El primer fichaje, qué sorpresa, Tania Sánchez, que obviando el comentario sentimental, es aquella que al abandonar IU dijo “No, punto, no vamos a entrar en Podemos. No sé de cuántas formas más decirlo”. Junto a ella y otras destacadas lumbreras de ámbitos progresís diversos, se incorpora al proyecto el baranda de la Asociación Unificada de la Guardia Civil. Saquen sus conclusiones.

Participación inútil

Se pregunta uno a santo de qué se vendrán tan arriba algunos partidos con la milonga de la participación, si a la hora de la verdad, de lo que tiran es del dedazo de toda la vida. ¿Cuántas primarias (supuestamente) abiertas de par en par están acabando estos días en el vertedero de las buenas intenciones? Se pierde la cuenta. En IU de Madrid, la candidata escogida por militantes y simpatizantes tiene que montarse un partido porque la dirección no deja de hacerle la trece-catorce. También en la villa, corte y comunidad, pero en el PSOE, la cúpula se cepilla sumarísimamente a Tomás Gómez, el tipo que había recibido el respaldo de las bases. En el PSE alavés, a la aspirante a la alcaldía de la capital, que además era la única que había optado a ello, no le queda otra que tirar la toalla porque la ejecutiva pretende calzarle en la lista a dos menganos que no entraban en sus planes.

Si bien el PP no le echa tanta literatura a lo de la democracia interna a gogó, cabe añadir a los casos que enumero el de su candidatura a la alcaldía de Donostia. Como es bien sabido, la que escogió la directiva de Gipuzkoa fue laminada y sustituida por una más conveniente desde el despacho de Arantza Quiroga. Tirando no sé si de cinismo o de honestidad brutal, un miembro de la formación gaviotil con el que comentaba el episodio me situó en la que podría ser la clave correcta. En su experimentada opinión, un partido debe funcionar de acuerdo con el principio de máxima eficacia. Eso implica organigrama claro y verticalidad. Si no se actúa así, me decía, el remedio es peor que la enfermedad. A la vista parece que está.

Sánchez gusta… al PP

Como el training para liderés de Pedro Sánchez ha sido a uña de caballo, se ve que ninguno de sus adiestradores ha tenido tiempo de explicarle una de las reglas básicas de la política, que lo es también de la vida en general: si en lugar de acordarse de toda tu parentela, tu oponente se pone tierno contigo, la has jodido. Y que él, que al fin al cabo es un neófito con un ego de aquí a Lima, no se de cuenta, pase, pero que tampoco se percaten sus muñidores, con la escuela parda que se les supone, es de récord Guiness de la panfilez. O eso, o es que lo del oro venezolano es verdad y los tipos son submarinos a sueldo de Podemos, formación que debe de estar improvisando a todo trapo refugios de mecanotubo para acoger a los penúltimos votantes —todavía unos centenares de miles— del partido que fundó el Pablo Iglesias original.

¿Es que a alguien con dos guardias hechas en el aparato le parece medio normal la cálida, por no decir tórrida, acogida en la acera de enfrente? Ya hubiera querido Mariano, cuando fue investido capitán de las huestes gaviotiles, haber recibido de los suyos la mitad de los parabienes natillosos que se le están dispensando al heredero de Pérez Rubalcaba. Sin el menor disimulo, lo elogian por ser garantía de estabilidad, freno del aventurerismo y la radicalidad, y, entre otras muchas cualidades de orden, aliado de confianza para las grandes cuestiones de estado, o sea, de Estado, con la mayúscula inicial bien marcada. Ante tanto y tan prieto abrazo de oso de los que deberían estar soltando espumarajos, cabría deducir que el proceso interno del PSOE lo ha ganado de calle el PP.

Lo que piensa Madina

Pagaría real y medio por los pensamientos de Eduardo Madina. No por las palabras que le toca pronunciar como buen perdedor y mejor sabedor de que la vida da muchas vueltas y no conviene ponerse a mal con los nuevos amos. Esas declaraciones, previsibles y necesariamente medidas, me interesan lo justo. Yo lo que quiero conocer es lo que de verdad le bulle por dentro tras la inmensa humillación pública a que ha sido sometido por tantos y tantos de los que le pasaban la mano por el lomo. ¿Quién necesita enemigos con esos amigos que le meten a uno en canción para, acto seguido, desviar sus afectos a un parvenú con caídita de ojos del que hace mes y medio nadie tenía noticia? De gran esperanza blanca a derrotado sin paliativos por un clon madrileño del muñeco Ken. Y sin aparato al que culpar, porque la hostia monumental ha sido construida voto a voto por la militancia soberana.

Soberana, y según en qué agrupaciones, casi sádica. Si el vapuleo en Andalucía ha sido para nota, la morrocotuda paliza en Gipuzkoa da para una tesina, no se sabe si de Ciencias Políticas o de Psicología Básica. Quizá de ambas disciplinas; no es fácil precisar si esos números atienden a alguna rebuscada clave interna, a la pura y simple antipatía personal que solo se manifestaba sotto voce, o a la tormenta perfecta provocada por la mezcla de lo uno y lo otro.

Anoto, con todo, que la cura de humildad no ha sido solo para el directamente implicado. También los pronosticadores acelerados tenemos algo que aprender de esta reedición de la fábula de la liebre y la tortuga. En política no siempre ocurre lo que parece más probable.

PSOE, suicidio transparente

Habrá que empezar reconociéndole al PSOE que de lo suyo gasta. Es muy libre de desangrarse ritualmente en público y, por supuesto, de presumir del ejercicio de transparencia y democracia interna que supone la apertura en canal con luz y taquígrafos. Al César lo que es del César: hasta la fecha no habíamos asistido al harakiri de una formación política a razón de un militante, una cuchillada, digo un voto. Ni la autolisis de la UCD ni las mil y una refriegas cainitas que demediaron sucesivamente el PCE y sus coaliciones supervivientes han atendido a tan elevado principio. No mentirá un epitafio que diga: “Nos fuimos al carajo por nuestro propio pie”. Si nos ponemos líricos, sería una hermosa forma de morir. El peligro de tan encomiable gesto es, paradójicamente, fallar con el estoque y, en lugar de un cadáver lustroso a la par que heroico, dejar un organismo malherido que se arrastre por las contiendas electorales inspirando compasión.

Añado, para no contradecir lo que escribí hace unos días, que siempre cabe aguardar el milagro de último segundo que tantas veces se ha dado en los 135 años de historia de un partido que, además de la del puño, ha llevado otra flor en el tafanario o, dicho en menos fino, en el culo. A la espera del desenlace, quienes no llevamos ni arte ni parte en la cuita pondremos a prueba desde la barrera nuestra capacidad de asombro. Hasta este instante hemos visto cómo un candidato totalmente desconocido hace un mes —Pedro Sánchez— casi duplica en avales (y le gana en su casa) a otro —Madina— que sale todos los días en la tele. Y tiene mucha pinta de ser solamente el principio.

PSOE, nada está escrito

Quizá se estén imprimiendo las esquelas del PSOE con demasiada premura. Lo anoto siendo uno de los que al ver la orina del enfermo no da un duro por su recuperación. En efecto, todo parece apuntar al fatal desenlace o, en el mejor de los casos, a quedar reducido al mismo estado vegetativo de su primo griego, el PASOK, que gobernaba hace dos años y hoy boquea patéticamente como quinta o sexta fuerza en el erial heleno. Si añadimos la querencia demostrada por el tiro en el pie, el cainismo inveterado, la irrupción de la supernova zurda que amenaza parte de su cuota de mercado y este contexto cabrón que le obliga a seguir pagando los plazos de la hipoteca borbónica que firmó hace cuatro décadas, se concluiría que no hay escapatoria. El destino que aguardaría a Madina o Sánchez sería apagar la luz y echar la persiana.

Ocurre, de un lado, que en política lo más previsible rara vez se cumple, y de otro, que el partido que fundó Pablo Iglesias Possé el 2 de mayo de 1879 tiene una larguísima colección de resurrecciones milagrosas. Diría, incluso, que como la de algunas otras siglas centenarias, su esencia ha sido el filo de la navaja. Ni siquiera hay que remontarse a los tiempos en que prietistas y largocaballeristas se hostiaban a modo en las Casas del Pueblo ni a los días en que el imberbe Carrillo y otros más talluditos la liaron parda. De apenas anteayer es el todo o nada de Suresnes, la espantá con posterior vuelta in extremis de Felipe en el XXVIII Congreso o, la muerte aplazada más reciente, la elección de un sobrero sin pedrigrí —Zapatero— que acabó pisando Moncloa cuatro años después. Nada está escrito.

Primarias

Minipunto para el PSOE: ha conseguido que (casi) todo quisque se ponga a hablar sobre primarias. Solo en la mañana del día en que redacto estas líneas, me habré echado a las pupilas media docena de columnas y editoriales sobre la cuestión, incluyendo el de uno de los periódicos del grupo que da pábulo a mis desvaríos. No niego que he aprendido un huevo y pico zigzagueando entre pros, contras, considerandos y portantoencuantos, aunque a la larga, mi escepticismo de partida respecto a la fórmula no haya variado un ápice. Sigue pareciéndome un fenómeno interesante y, desde luego, como cuentacosas y opinatero, agradezco los minutos y los centímetros cuadrados de fácil relleno que nos va a brindar, pero no paso de ahí.

Quiero decir que empezaré a creerme lo de las primarias —abiertas, cerradas o semientornadas— cuando asista a un sorpresón monumental en la Condomina. Y no me vale que gane un Borrell por exceso de confianza del aparato para que tras cuatro días de inmisericorde fuego amigo tenga que agachar la cerviz, devolver el trigo a su dueño y copiar quinientas veces que no reincidirá en el oprobioso comportamiento de derrotar al candidato oficial. Para asistir a ese desenlace, resulta más honrado el dedazo de la Ejecutiva, disimulado con la estampa de un rebaño de delegados levantando la cartulina pertinente.

Por lo demás, y si bien no soy nada partidario de los bloques monolíticos, me escama un rato que las diferentes sensibilidades tengan que estar necesariamente encarnadas en una persona. ¿Cómo distinguir el fulanismo de la legítima defensa de unas determinadas ideas? No es fácil, máxime, conociendo a algún preaspirante capaz de sostener lo que sea con tal de que le dejen encabezar el cartel.

Claro que también hay algo que invalida lo recién expuesto: cada partido es libre de organizarse como le parezca apropiado. De lo suyo gastan. Bueno, esto último tal vez no sea exactamente así.