Gobierno terminal

Va más allá de la anécdota que se nombre portavoz de un gobierno a alguien que dice “conceto” en lugar de “concepto” o que es la viva demostración de que la cirugía láser no siempre es la solución a la miopía. Si Zapatero quería que su último conglomerado ejecutivo fuera una metáfora perfecta -o ‘perfeta’- de su patética desventura equinoccial, lo ha conseguido.

Hasta noviembre, que es cuando los sabios dicen que acabará entregando la cuchara, nos quedan unos cuantos viernes entretenidos viendo cómo José Blanco imita a Xan das Bolas o a su versión moderna, el gallego de Airbag. Habrá momentos en que no sepamos si las lágrimas son de pena penita pena por las desgracias que nos comunique o de puro descogorcie por el modo en que las narrará. Un segundo y medio de silencio por Ramón Jáuregui. Con la ilusión que le hacía al hombre que ha sido de todo añadir una línea más en su currículum. Ya no le quedan muchas oportunidades.

Y para Interior, Antonio Camacho, un oscuro bienmandado, que lo mismo se echa unos potes en el Faisán que ordena de muy malas pulgas desconectar la cámara a un periodista australiano que le estaba haciendo incómodas preguntas sobre la tortura. No es improbable que mañana o pasado le preparen la captura de cualquiera de los mil prófugos balizados o la desarticulación, qué sé yo, de una célula durmiente del Orfeón Donostiarra para que debute con picadores. “¡Apaga eso ahora mismo!”, le podrá espetar, en la consabida rueda de prensa multitudinaria, al primer plumilla que no le baile el agua.

La de velas que se habían puesto por aquí arriba para que el elegido fuera Rodolfo Ares, que el sábado se colocó en lugar bien visible para aplaudir hasta con las orejas a Rubalcaba. Pero no estaba de Dios. A ver si para la próxima abstención, el PNV anda un poco más vivo en las peticiones y consigue empaquetarlo. Claro que ya no queda mucho. Bien mirado, eso es lo mejor de todo.

Se traspasa líder

Ha llegado el momento de dejarse de miradas estrechas y reconocer las virtudes sinnúmero del hombre al que los vascos del trozo autonómico debemos dos años de prosperidad, abundancia y contagiosa alegría. Francisco Javier -o sea, Patxi- López Álvarez encontró un país destruido, roto, deshecho, lleno de piojos, lleno de cadáveres, saqueado miserablemente por el nacionalismo y la masonería (esto lo he copiado de un video de internet) y lo condujo con mano firme y templada a las puertas de la felicidad. A nadie sino a este prócer generoso y preclaro, portugalujo a fuer de español, adeudamos cada grano de azúcar con que endulzamos nuestro desayuno y cada átomo de esperanza que salpimenta nuestra diaria existencia. Sin él no somos nada.

Si no comprenden a dónde llevan estas emocionadas líneas que probablemente hayan causado más de una taquicardia, se lo explico con una historia. Un paisano le pregunta a otro qué tal es el burro que compró en la última feria. La respuesta no se hace esperar: “La mejor inversión de mi vida. Casi no come forraje, trabaja por tres, es manso, leal, limpio… Una joya”. Con ojos de deseo, el amigo pregunta: “¿Me lo venderías por seis mil euros?”, a lo que el otro, tras dudar, contesta que sí. “En nombre de nuestra camaradería, que si no, no lo suelto”, le explica.

Meses después de la transacción, el compadre comprador se encuentra con el mercador y se le lanza a la yugular: “¡Menuda bazofia de burro me colocaste! Es vago, revoltoso, glotón, sucio. Lo peor de lo peor”. El interpelado sonríe y le espeta: “Uf, como le vayas haciendo esa propaganda, no se lo vas a vender a nadie”.

Apliquémonos el cuento. En medio de la trifulca socialista hispana, unos cuantos barones de Ferraz y algún que otro periódico afín creen haber encontrado en López la gran esperanza blanca. Están dispuestos a importarlo al precio que sea. Si queremos que se lo lleven, ya sabemos lo que nos toca.

Especulaciones sucesorias

En el pecado está la penitencia. El fulanismo que impera en la vida política hace de los partidos rebaños que se despeñan en bloque cuando pierde pie la oveja con el maillot amarillo. La recuperación del desastre, en caso de que sea posible -cuántas sopas de siglas se han ido al limbo detrás de su líder carismático-, suele llevar años de sangre, sudor, lágrimas y navajazos inmisericordes entre los que aspiran a ver su cara en los carteles electorales. Cualquiera que tenga un carné y pague una cuota sabe que los enemigos más feroces circulan por la propia acera. Los otros, como decía el parlamentario inglés de la célebre anécdota, son sólo adversarios. Si siempre hay que andarse con ojo y cuidarse del fuego amigo, en las trifulcas sucesorias es necesario elevar a ene las medidas de protección. A la vuelta de la esquina más inocente aguarda la cachiporra.

Lecciones no aprendidas

Los que se disponen a meterse en el berenjenal del recambio de fetiche en el PSOE tienen a su favor que no han pasado muchas lunas desde la última vez que anduvieron en esas. La memoria debería servirles para no repetir errores, aunque lo que estamos viendo en los primeros escarceos de la refriega lleva a pensar que van camino de tropezar en las mismas piedras del relevo felipista. Con entusiasmo digno de mejor causa, se pensó entonces que al gran encantador de serpientes podía heredarlo el ganador de un combate de pesos pluma asimilado a unas primarias. Al margen de que el vencedor fue el no previsto por el aparato, se necesitó poco tiempo para comprobar que ni Borrell ni Almunia (hoy dedicados a sus labores) arrastraban a las masas. Trece años después del fiasco, el partido pone en línea de salida al crepuscular Pérez Rubalcaba y a Carme Chacón, a la que aún le falta mucho colacao que tomar. Se lleve quien se lleve el cromo, la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en 2012 puede pulverizar todos los registros.

Tal vez ahí empiece la auténtica carrera sucesoria del PSOE. Me atrevo a apostar desde ya mismo -y falta un rato- que se alzará con el triunfo alguien que, o bien no sospechamos o, directamente, cuyo nombre desconocemos. ¿Quién había oído hablar de José Luis Rodríguez Zapatero antes de junio de 2000, cuando anunció que competiría por la secretaría general con José Bono, Rosa Díez y Matilde Fernández? ¿Quién le habría concedido la mínima opción de hacer morder el polvo a tales vacas sagradas? Nadie, salvo la media docena de fontaneros que maniobraron a su favor. Por fortuna, la política no es tan previsible como parece.

Tocata y fuga de ZP

Humanamente comprensible: Zapatero entrega la cuchara con un año de adelanto porque a nadie le apetece ir por su propio pie a recibir una tunda de escándalo. La que le esperaba al leonés en las elecciones de 2012 habría hecho época. Ya es humillante que te coma la merienda un tipo como Rajoy, avalado por dos derrotas escasamente honrosas -la primera, directamente de dimisión al amanecer- y sin otros méritos presentables que saber hacer la estatua y capear temporales con el gesto inmutable. Que lo haga por goleada y sin bajarse del autobús, como está telegrafiado, es para pasar el resto de la vida en una cabaña en la punta del Kilimanjaro.

Mejor que ese marrón le empape a otro. A él, que le quiten lo bailado. Ni en sus sueños más tórridos de parlamentario de medio pelo pudo imaginar que iba a estar once años sobre el machito del PSOE y nada menos que ocho (si es cierto que agota la legislatura) como presidente del Gobierno español; no necesariamente el peor, por cierto. Para haber llegado de chamba, no es mal balance. Si el tembleque de piernas no le hubiera hecho cambiar dos carriles a la derecha y acariciar el catecismo rancio de la secta que ve rojos y separatistas por todas partes, tal vez hasta habría tenido un lugar destacado en la Historia. Claro que de haber sido así, ahora no estaría arrojando la toalla con un proceso de paz en el microondas y los brotes verdes de la economía esperando nacer.

No cambia nada

Eso se va a quedar así. Ojalá saberse amortizado y libre de mendigarse la reelección le sirviera para entonar el “de perdidos, al río” y dedicara los doce meses que le quedan a hacer butifarras a los supertacañones europeos que le marcan las líneas de puntos por las que recortar derechos. Ojalá también que la conciencia de no tener que rendir cuentas ante las urnas le hiciera mandar a hacer gárgaras a todo el búnker que se opone a la normalización de la vida política vasca. Hubo un tiempo no muy lejano en que parecía que eso era lo que le pedía el cuerpo, pero parece que la oportunidad pasó.

Aunque haya alegrado el fin de semana mediático, el anuncio de su tocata y fuga no cambiará nada sustancial. Como interino, seguirá siendo la misma veleta que ha sido en su última época como titular. Lo único novedoso es que al PP se le redoblará el ansia por cobrar la herencia y reclamará el adelanto electoral cada cinco minutos. Mientras, los socialistas entretendrán al respetable con una batalla en el barro para decidir quién se pegará la gran bofetada que no ha querido recibir Zapatero.

Ya que hablamos de las actas…

De alguna manera, continúo donde lo dejé ayer, porque las siguientes líneas tienen la intención de pisar el mismo charco que crucé en la última columna, el del teatral escándalo que se ha montado por el contenido de los resúmenes de consumo interno que escribió Thierry de las conversaciones entre el Gobierno español y ETA. Recuerdo la tesis: todo eso estaba ya publicado con profusión y quienes ahora ponen el grito en el cielo y en los tabloides cavernarios lo sabían del punto a la cruz. Por tanto, la bronca que están montando tiene carácter retroactivo y, de propina, demuestra que los supuestos principios éticos en lo que juran que se asienta son de plastilina. Si de verdad al PP le parecía tan repugnante lo que estuvo sobre las mesas de negociación, lo primero que debía haber hecho es no prestar su votos al PSE, que estuvo en aquel ajo de hoz y coz. Uno de los grandes bastiones del actual ejecutivo de la CAV, Rodolfo Ares, podrá escribir cuando se jubile y esta vaina esté prescrita unas jugosísimas memorias.

Lo que se ofreció a ETA

Por ahí es, de hecho, por donde creo que se debería haber abierto este melón. Si hay algo que pueda mover a la sorpresa o a la indignación en las mal llamadas actas de López Peña o -insisto- en lo que ya se había publicado antes, es ver que los actuales campeones de la firmeza democrática son los mismos que anduvieron jugando al subastado y al cinquillo con ETA. Y en aquellas timbas no se apostaba con alubias, precisamente. Sobre los tapetes estuvieron todas las cuestiones intocables, incluyendo la territorialidad y el reconocimiento del derecho a decidir. Creo que se entiende lo que eso significa, pero por si acaso, lo subrayo: se le estaba ofreciendo a una banda terrorista (en Loiola, a un partido ilegalizado) lo que se niega reiteradamente a las formaciones que, sumadas sin trampas, conforman la mayoría social. ¿Agravio comparativo? Algo peor que eso.

Ares, reitero, fue parte del equipo de sokatira socialista-gubernamental. En el dichoso dossier del Faisán que algún día terminará de reventar en la Audiencia Nacional consta que llamó al teléfono secreto que se le había proporcionado a un presunto miembro de ETA. No me escandaliza que lo hiciera. En una negociación se traspasan esa y las líneas rojas que haga falta. Si lo menciono es por lo revelador que resulta el contraste de esa actitud frente al comportamiento de que ha hecho gala desde que asumió la cartera de Interior. Antes los telefoneaba y ahora no soporta verlos en un cartel. Hay algo aquí que no cuadra.

El Evangelio según Thierry

Son curiosas las modas literarias. El género en boga, el más in actualmente, es el seminotarial, que bautizo así porque no se me ocurre mejor modo de definir los apuntes que tomó el pasante amateur Francisco Javier López Peña, Thierry, de las conversaciones que mantuvieron representantes de ETA y el Gobierno español en el último proceso de paz (o así) malogrado. Jamás habría imaginado el taquígrafo accidental que sus notas, convenientemente distribuidas por el equipo filtrador habitual, iban a verse elevadas, años después de ser garrapateadas, a la categoría de verdad revelada sobre lo que ocurrió en aquel par de excitantes años. Así se escribe la Historia. Con retales y versiones incompletas y necesariamente subjetivas, quiero decir.

Es curioso que estas glosas thierryenses, manuscritas por un malo oficial para consumo de sus conmilitones, hayan acabado siendo esgrimidas desde el lado de los buenísimos como la prueba de no sé cuántos atropellos a tampoco sé qué estado de derecho. Siguiendo la fórmula magistral del doctor Mayor Oreja -”son asesinos pero no mentirosos”-, los que caminan por el lado rancio de la vida conceden (porque esta vez les conviene y cuadra con su mercancía) credibilidad total a las anotaciones. Juega a su favor que no podamos confrontarlas con las actas oficiales, guardadas bajo setenta llaves, tal que el mismísimo Código Da Vinci, en un banco suizo.

Todo está documentado

Pensándolo bien, tampoco parece probable que el conocimiento de ese material súper clasificado vaya a mejorar la composición de lugar que ya tenemos sobre cómo fue aquella partida de ping-pong político. Porque esa es otra: nos están vendiendo este episodio como recién sacado del horno, cuando es una reposición monda y lironda. Varios periódicos -incluido este- ya dieron pelos y señales hace dos años y medio de cómo discurrieron las cosas. No mucho más tarde aparecieron un par de libros muy bien documentados que, aunque centrados en lo que cocieron los partidos en Loiola, daban sabrosos detalles de contexto sobre lo que pasaba paralelamente en la ancha Europa entre los otros interlocutores.

Ya estaba ahí -y recogido de más fuentes que los papeles de Thierry- absolutamente todo lo que ahora provoca rasgado de vestiduras y peticiones de dimisión o hasta de cárcel. No hay en la política nadie que desconozca los pormenores. De hecho, el PP estaba al cabo de la calle cuando decidió apoyar el actual Gobierno vasco, integrado por varios de los que participaron en aquello. ¿A qué viene hacerse de nuevas ahora?

Los penúltimos días de Zapatero

A Zapatero le han puesto fecha de caducidad. El 2 de abril, según la versión más extendida, o el 26 de marzo, de acuerdo con otras bolas de cristal, el optimista antropológico asumirá la evidencia y anunciará que se echa a un lado en su partido. Son tantos y, sobre todo, tan cercanos los heraldos que se están haciendo lenguas del asunto, que la profecía resulta verosímil. El resto de indicios parecen confirmarlo. Esta inusitada belicosidad que recién se le ha despertado en la cuestión de Libia, por ejemplo, cuadra perfectamente con el ánimo de alguien que se sabe amortizado. De perdidos, al río de la Historia. Que el azar decida si se le recuerda por la guerra en que no quiso intervenir o por la que apoyó con una determinación que en él parece sobreactuada. Tal vez, ni por lo uno ni por lo otro. La memoria es caprichosa. No sería extraño que sólo quedara en el imaginario colectivo futuro como el presidente que tuvo la ocurrencia de bajar el límite de velocidad de 120 a 110 kilómetros por hora. ¡Con lo que le hubiera gustado ser el mandatario que certificó el fin de ETA! Aunque ocurriera mientras él todavía esté en Moncloa, ese laurel no se lo llevará, me temo.

El factor humano

Mucho más que el análisis político de lo que su marcha pueda suponer, que se sustanciará en la misma victoria por goleada del PP que se produciría quedándose, me interesa el lado humano del lance. Pagaría un café por saber qué pensamientos bullen en su cabeza en estos minutos, días, semanas y meses que ya todos sabemos que son los últimos o, en el mejor de los casos, los penúltimos. ¿Qué sentirá al ver que aquellos que en las maduras le hacían reverencias y cucamonas ponen ahora tierra de por medio como si tuviera la peste y no lo quieren ver a doscientos kilómetros a la redonda de sus mítines? ¿Cómo puede mantener el tipo presidiendo un consejo de ministros en que están presentes media docena de Judas que lo andan subastando en corrillos y chauchaus? ¿De cuánto cuajo tiene que hacer acopio para manyar, como reza el tango de Santos Discépolo, que a su lado se prueban la ropa que va a dejar?

Pérez Rubalcaba, Chacón, Blanco, Bono, Fernández Vara, López, Jáuregui –tu quoque, Ramón?-, Barreda el manchego… Todos le deben, como poco, un par de favores, pero por lo visto, también a todos los afrentó con esto o con lo otro, y eso pesa infinitamente más a la hora de arquear la caja o, para ser más certeros con la metáfora, de ajustar las cuentas. Tomen nota, también por aquí cerca, los que creen que el poder es eterno.