¿Que por qué va a ser esta la buena? Ciertamente, con ETA nunca se sabe. No olvidemos que por muchos juglares y cantares de gesta que le hayan salido a la banda terrorista —qué significativo es que haya quien se encabrone cuando se la nombra así—, esta ronda del desarme es cosa suya. Unilateralidad, ¿se acuerdan? Y ya son cinco años y medio dando largas, poniendo excusas y, esto tampoco vamos a negarlo, aprovechando que al otro lado el Gobierno español, con su cerrazón calculada, le ha servido en bandeja el gran comodín: “Nosotros queremos, pero no nos dejan”. Pues vaya, porque lo que se intuye que se culminará el cacareado 8 de abril será, por mucho aliño de sociedad civil que se le eche, eso que no era de recibo hasta ahora: la entrega de un listado.
Es verdad, sigo sin contestar, así que voy a ello. Si hay un motivo para pensar que estamos —¡por fin!— en la antesala de la culminación, es el intensísimo aroma a Aiete en que ha venido envuelto el anuncio. Aroma, en concreto, a pista de aterrizaje. Si tienen memoria y no se dejan llevar por la humana tendencia al autoengaño, convendrán en que entonces muchísimos nos prestamos a participar en un ceremonial que no iba más allá de la pompa y la circunstancia como precio asumible a cambio del comunicado que sabíamos que llegaría casi inmediatamente. Pues ahora, lo mismo, solo que con un coste y un riesgo menores, puesto que con o sin entrega, a efectos prácticos ETA está desarmada y disuelta como organización criminal. Otra cuestión es el plano simbólico o el de la batalla por el relato, que es el escenario en que nos encontramos en este instante.