EA, camino del final

“Se acabó”, me guasapeó un muy estimado amigo al difundirse la noticia de la expulsión de cuatro críticos de Eusko Alkartasuna. Me temo que mi interlocutor pecaba de optimismo. Y aquí es donde no sé explicar si lo pienso porque ya se acabó hace mucho o porque todavía queda un tiempo largo de despiadada e impúdica sangría pública de lo que quiso ser el espacio intermedio entre las dos fuerzas abertzales hegemónicas. Aunque no se trate de un fenómeno novedoso en absoluto, nunca ha dejado de fascinarme la querencia de los partidos ya irremisiblemente condenados por radiotelegrafiar su proceso degenerativo.

Y siento escribirlo con esta crudeza porque a ambos lados de los decrecientes restos de serie hay personas a las que profeso un aprecio grande y sincero. Supongo que está en la condición humana luchar hasta el último minuto, pero todos los indicios apuntan a que la que llegó a ser formación decisoria y decisiva en Euskal Herria, tanto en la demarcación autonómica como en la foral, ha completado su ciclo vital. En cuanto a los motivos, tampoco me parece que haya que ser el más fino de los analistas para desentrañarlos. La maldición de la misma división que hizo nacer a EA le ha acompañado durante todo su periplo. Las rupturas se han sucedido en bucle hasta que ya no queda prácticamente nada que disputarse. Como mucho —y aquí está otra de las claves— las migajas que deja caer EH Bildu por el arrendamiento de las siglas a cambio de renunciar a las señas de identidad y de aceptar sin rechistar el catecismo oficial no de la coalición como tal sino del partido abrumadoramente mayoritario que es el que marca el paso.

Mesías Errejón

Eran pocos a la izquierda de Marx padre, y parió Errejón. O bueno, lo parieron a él en forma de cabeza de cartel para las elecciones repetidas del 10 de noviembre. Olvidadiza y haragana, la prensa patria presenta el fenómeno como un “salto a la política nacional”, como si el Peter Pan de la mirada perdida no hubiera estado en la política nacional hace apenas un par de Teleberris. Exactamente hasta que se cansó del ninguneo sádico al que lo sometía su anteriormente amigo del alma Pablo Iglesias Turrión. El repliegue matritense amadrinado por la entrañable a la par que venenosa Manuela Carmena fue un simple movimiento táctico, un arrieritos somos, a la espera del momento para cobrarse venganza.

Y ahí lo tienen, devenido en Mesías con poderes presuntamente adhesivos y disuasores de la tentación abstencionista que anida en muchas y muchos que se tienen por personas de progreso. Así lo andan vendiendo sus acólitos, casi todos, rebotados o directamente laminados por la ortodoxia pablista, y en mil y un casos, coleccionistas de escisiones sin cuento desde la reinvención del PCE en Izquierda Unida. ¿Será verdad que esta nueva resta tenga la vocación de sumar? Quizá es el deseo sincero que albergan los corazones de muchos de los bienintencionados rojos incurables que han hecho de Errejón su caudillo a falta de otro mejor. Sin embargo, asistiendo a las albricias desmedidas con que los portavoces más significados del PSOE han acogido la noticia del paso adelante del líder de Más Madrid, cabe, cuando menos, dejar lugar a una duda razonable. Algo no cuadra cuando uno de tus principales rivales te recibe haciendo la ola.

PSE-EE, 25 años

25 años de la convergencia (ejem) de PSE y EE, el tiempo acaba embadurnando casi todo de una gruesa capa de melaza. De saque, confieso que me enternece la conmemoración. ¿Desde hace cuánto que nadie repara en ese par de letras que arrastra el partido actualmente liderado por Idoia Mendia? Apuesto a que si salimos alcachofa en mano a preguntar a los viandantes, con suerte, solo alguno de los más viejos del lugar sabría situar la coletilla en su contexto. Es el signo de los tiempos, pero también en este caso, la constatación de que aquel episodio no se cuenta entre los que han quedado en el acervo colectivo.

Yo mismo, que me precio de buena memoria, tengo un recuerdo nebuloso de aquellos días de 1993 en que, cautivas y desarmadas, buena parte de las huestes de lo que fue una formación revolucionaria en muchos sentidos se entregaron con armas y bagajes a un partido instalado en la oficialidad. No se olvide que por entonces el PSOE más hediondo resistía numantinamente en Moncloa los envites del joven Aznar y que el PSE, nave nodriza, sesteaba plácidamente en el bipartito que gobernaba casi todas las instituciones importantes de la demarcación autonómica.

¿Cómo pudo ser que muchas de las personalidades políticas más brillantes y atrevidas —cierto, y también con menos tirón electoral— de las dos décadas anteriores acabaran entrando por su propio pie en la organización que, por decirlo suavemente, no había sido ajena al GAL? Aquí la respuesta es la del bribón Rato: es el mercado, amigo. Euskadiko Ezkerra debía 800 millones de pesetas, un pastón, y el PSE se hizo cargo de la deuda. Lo demás es literatura.

Duelo en O.K. Ferraz

Después de mil amagos, por fin está completa la terna de las primarias a la secretaría general del PSOE. Ahora los malvados empiezan a dudar que lleguen todos a la puerta de las urnas. ¿Qué pinta Patxi López en lo que huele un congo a combate a muerte entre dos formas ya radicalmente distintas de entender el partido? Ahí no parece caber esa tercera vía amable y conciliadora que muchos —que Santa Lucía nos conserve la vista— creíamos intuir. Quizá el amargo triunfo de López consista en tener razón cuando, una vez contados los apoyos del dúo de antagonistas irreconciliables, empiece a oler a escisión.

¿Para tanto? Quizá es demasiado aventurar. La lógica dice que se impondrá el instinto de conservación. Sin embargo, la Historia relativamente reciente recoge la división de 1972, cuando los viejos dirigentes del exilio fueron sacados a patadas por los entonces jóvenes Felipe González y Alfonso Guerra. Nótese que ambos estuvieron el domingo junto a la plana jurásica mayor de Ferraz arropando fervorosamente a Susana Díaz en una concentración de líderes que no se daba, como recordaba el tuitero Gerardo Tecé, desde aquella a las puertas de la cárcel de Guadalajara. A modo de bisagra intergeneracional, también estuvieron presentes en el besamanos de la doña un conjunto de mindundis de variada procedencia y edad. Destacaba entre ellos el ya no tan imberbe Eduardo Madina poniendo en práctica el viejo adagio: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. El perfecto resumen del psicodrama socialista es que no hace ni tres años Díaz aplastó a Madina utilizando como mazo a un desconocido llamado Pedro Sánchez.

Disidentes

No hay proyecto político completo sin su disidencia convenientemente oficializada. Es importante esto último, porque en tanto las corrientes y banderías internas se muevan fuera de foco, en el terreno de la especulación, su peligro resultará mayor. Una vez medidas, tasadas y retratadas, lo normal es que se pierda casi toda la emoción y en el mismo viaje, la atención.

Es lo que preveo que ocurrirá en poco tiempo con el grupúsculo recientemente desgajado de la izquierda abertzale convencional, si es que existe tal concepto. Mientras actuaba en la penumbra, como rumor no pocas veces interesado, dio lugar a un ramillete de interpretaciones que iban desde la simple curiosidad al miedo cierto a una vuelta a las andadas violentas. Una vez vista la fotografía del pasado sábado en la explanada del Arriaga y escuchadas las presuntas bases programáticas de los escindidos, la impresión es que no hay gran cosa que ver en lo sucesivo.

Si no fuera porque todavía tenemos demasiado cercana la herida, el conjunto movería más a la conmiseración y hasta a la sonrisa contenida que a la preocupación. Ahí había un puñado de recalcitrantes con el calendario parado y una lista de agravios sobre el movimiento del que habían decidido separarse. Como resumen y corolario de todas las quejas, la acusación de que la nave nodriza se había desviado del camino correcto y la proclamación de ser ellos, los desmembrados, los guardianes de las esencias fundacionales. Mil de cada mil cismas son así. Pura ley de vida de las entidades políticas. Y en el caso que nos ocupa, nada que parezca que vaya a modificar los caminos emprendidos.

IU hacia el despeñadero

Unas cuantas de las personas más decentes que conozco militan en Izquierda Unida. Buena gente con muy pocos matices, se distinguen, entre otras virtudes escasamente frecuentes, por su compromiso sincero, una amplia tolerancia hacia la crítica sumada a una disposición casi masoquista a la autocrítica, y un notable realismo que compatibilizan con toda naturalidad con el utopismo que les viene de fábrica. Lo malo para ellos y ellas —y creo que para la buena política en general— es que comparten carné con una jarca de tipejos que representan lo más rastrero de la condición humana. Oportunistas, intrigantes, ególatras superlativos, trapicheros, vividores y mangantes irredentos han anidado en la coalición —copando buena parte de los puestos de mando— desde el mismo instante de su fundación.

Siempre será un misterio para mi cómo durante casi treinta años han podido coexistir bajo las mismas siglas estas dos formas diametralmente opuestas de entender no ya la pertenencia a una organización sino la vida. Tremendo, además, que en prácticamente todas las colisiones que ha habido, que han sido un huevo y medio, hayan palmado sistemáticamente los honrados, mientras los canallas se veían reforzados en su tenebroso poder.

¿Hasta cuándo? La escisión más reciente, la encabezada por Tania Sánchez en Madrid, podría marcar el auténtico principio del fin. A eso huele. No deja de ser ironía que IU se hunda en el guano justamente cuando se dan las circunstancias objetivas más propicias para pintar algo. También lo es que la fuerza que sí ha sabido aprovechar el tirón, Podemos, haya salido en buena medida de su seno.

Un fiscal de boca ancha

Científicamente probado: ser fiscal de la Audiencia Nacional es compatible con la condición de bocazas. Quién sabe si hasta es un requisito indispensable, a la vista de los esfuerzos del actual propietario de la plaza, Carlos Bautista, por dar la nota y largar, como si estuviera hablando de esta climatología conchuda que padecemos, que sabe de buena tinta que unos cuantos de ETA lo tienen todo listo para volver al matarile. Y lo suelta a palo seco en un juicio, como garrula estrategia para justificar algo que podría haber argumentado sin necesidad de pegarse semejante moco ni de alborotar el patio, que bastante revuelto está.

¿Se da cuenta el charlatán togado la fragilidad de la materia con la que juega? ¿Le importa algo la angustia que ha podido trasladar a centenares de personas a las que les acaban de retirar la escolta después de haberles jurado que no tenían de qué preocuparse? Malo, si la respuesta a ambas preguntas es que no, porque eso denotaría que el responsable máximo de las acusaciones en el tribunal de excepción es alguien con más peligro que una piraña en un bidé. Peor todavía, si resultara que el tipo actuó con plena conciencia del incendio que provocaría su facundia.

En la cuestión que nos ocupa no hay lugar para las comadrerías o los xurrumurrus de gañán que quiere dárselas de conocedor de grandes secretos. Si hay algo de cierto en la rajada, quien ha de dar la mala nueva no es el chico de los recados, por muy fiscal que sea, sino el que lleva los galones gordos. Si no es Rajoy en vivo o en plasma, como poco, el ministro de Interior en comparecencia pública, oficial y documentada con pelos y señales por los estamentos que cobran para esas funciones. La faena, ya lo sé, es que la presunta inteligencia hispana es tan de chiste que CNI, Polícía y Guardia civil han elaborado al respecto tres informes con conclusiones totalmente diferentes entre sí. Y así no hay manera.