El Cormorán, el simpático inquilino del río Gobela

A todos nos encanta el mar, la sensación hipnótica que tiene su horizonte infinito, la brisa, los colores azulados de su agua,… A mí me pasa también algo parecido con los ríos; el sonido de las cascadas, de los pequeños saltos de agua, el olor especial que desprenden y la infinidad de vida que se crea en sus ecosistemas, tienen algo que atrapa irremediablemente. Últimamente me encanta pasear por la orilla del río Gobela en Getxo, desde hace unos años este caudal y todo su entorno han mejorado una barbaridad.

El río Gobela después de la última gran nevada.

Ir a andar por los paseos que hay alrededor y recrearse con la vida de sus aves es muy entretenido. Hay zonas donde la visibilidad es buenísima, es como estar con ellas, pero sin interferir en sus quehaceres.

Paseando por uno de los paseos a orillas del río Gobela.

Sobre todo, me atrapa la vida de la gran familia de patos que habita allí. Me fascina su lealtad, ver como siempre van en pareja a todas partes, es asombroso. Y qué deciros cuando nacen sus polluelos, el espectáculo es absolutamente increíble. Además de gallinetas y alguna otra especie de ave, últimamente he podido contemplar a un simpático cormorán que pasa sus horas en estas aguas.

Fue una gozada sorprenderle con sus negras alas desplegadas al sol. Es una escena muy habitual de esta simpática ave, ya que sus plumas no son del todo impermeables. Les encanta nadar, además son unos grandes buceadores, cuando pescan pueden llegar a sumergirse hasta diez metros bajo el agua. Allí, tomando el sol, parecía no importarle tener público, es más, daba la sensación de que disfruta mostrando su belleza. Un momento después, muy cerca de esa roca, tuve la suerte de poder grabarle haciendo alarde de su espectacular vuelo.

Estas aves pertenecen a la familia de las acuáticas, las podemos ver en las costas de los mares, sobre todo en la parte más abrupta donde están las rocas y los acantilados, pero también podemos encontrarlas como aquí, en las bordes de lagos y ríos de agua dulce. Se alimentan de peces y otros animales acuáticos. Su pico largo, curvo y delgado les permite hacerlo. Y vaya que sí.

Si verle tomando el sol con sus alas desplegadas fue una maravilla; nadando y volando, una auténtica gozada; contemplarle alimentándose de una culebra de agua de más de medio metro fue entre asombroso, fascinante y desagradable. Tardó en engullirla como tres y cuatro minutos, fue toda una batalla campal que finalmente, como cabía esperar, la ganó esta asombrosa ave. Por unos momentos daba la sensación de que su largo y flexible cuello no iba a ser capaz de tragar a la larga culebra. Se quedó paralizado un rato largo, hasta que al final tragó un poco de agua y volvió a sumergirse en el agua, ayudado por su rígida cola y y sus patas, y se puso nadar como si nada. ¡Nunca había visto nada igual! Fue increíble poder ver esta escena ¡tan de cerca y aquí mismo!

Si os animáis a pasear por las inmediaciones de este bonito rincón de Getxo, fijaros si podéis avistar a esta simpática ave de costumbres sedentarias, no os va a defraudar.

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