Descubriendo el nuevo Bosque de Oma

El mes de septiembre es un momento ideal para visitar nuestro entorno más cercano, que sin duda tiene muchísimo que ofrecer. En nuestra agenda agroviajera aún teníamos pendiente conocer el nuevo Bosque de Oma, recientemente inaugurado. Y como cabía esperar, no nos defraudó; nos quedamos tan maravillados como con la antigua obra de Ibarrola. Este lugar es mucho más que un simple bosque. Aquí, el arte se entrelaza con la naturaleza de una forma única, y tiene la capacidad no solo de maravillar al público, sino de hacer que te sientas parte esencial de la obra. Todo ello unido a la magia que puede desprender un bosque. ¿Se puede pedir más?

Y es que se trata de una auténtica galería al aire libre, donde el espectador no es solo un observador, sino que es parte activa de la obra. Esta modalidad es conocida como «Land Art», que fusiona el arte con el entorno natural, siempre respetando la esencia del paisaje. Un movimiento del que Ibarrola se nutrió o quizás lo hizo de los «arboglifos».

Y es que este artista no es el primero que ha plasmado su imaginación en la corteza de un bosque. Los «arboglifos», que significa literalmente «escritura en los árboles», se refiere a un fenómeno que, aunque se encuentra en diversas partes del mundo, tiene una presencia notable en los estados del oeste de Estados Unidos. En particular, en el norte de California, Nevada, Idaho y Utah, se han descubierto miles de arboglifos desde la década de 1950 en áreas rurales que solían ser utilizadas para el pastoreo de ovejas.

Foto: Boise University.

Los investigadores han podido identificar a los autores de estos grabados: pastores vascos que habitaron estas montañas desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Esta mezcla de arte y naturaleza tal vez haya inspirado a Ibarrola, quien también ha logrado entrelazar la cultura con el entorno natural en sus obras, resaltando la conexión entre el hombre y la tierra a través de la expresión artística. Ahí dejo la teoría ,…

Nuestra visita se desarrolló por el nuevo Bosque de Oma. El primer bosque lo ideó Agustín Ibarrola (1930, Basauri) en los años 80, quién pintó los troncos de un bosque de pinos del valle de Oma con figuras geométricas, humanas y animales que se apreciaban al moverse entre ellos, creando un juego visual que cambiaba con cada paso.

Cosas que tiene la naturaleza, los árboles del bosque comenzaron a deteriorarse debido a un hongo que afectaba a los pinos. En 2019, se tomó la difícil decisión de cerrar el acceso al bosque original para preservar las obras y garantizar la seguridad de los visitantes. Como solución, se reubicó el proyecto en una zona cercana, dentro del mismo valle, donde los árboles sanos han podido acoger la restauración de las pinturas.

Sin duda, el nuevo Bosque de Oma conserva todo el espíritu del original que Ibarrola le quiso dar. Al caminar por los senderos del bosque, uno no puede evitar maravillarse ante la forma en que los colores y las formas pintadas en los troncos parecen cobrar vida.

Lo más fascinante es la simplicidad de las formas. Esta obra no buscaba abrumar con complejas figuras; al contrario, sus trazos son simples y accesibles. Esto permite que cualquier persona, sin importar su conocimiento previo sobre arte, pueda sentirse parte de la experiencia. Los niños, con su curiosidad innata, encuentran en el bosque un espacio divertido donde las formas cobran vida a medida que avanzan, se sumergen en la sensación de estar descubriendo algo nuevo y cambiante.

Y qué deciros del entorno, siempre es una maravilla siempre visitar La Reserva de la Biosfera de Urdaibai, sin duda, una de las zonas naturales más impresionantes que albergamos.

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