Pottoka, nuestro equino que resuena desde el Paleolítico

Entre verdes pastos y escarpados senderos de vez en cuando asoma en nuestro territorio un pequeño caballo. Todo aquel que ve pasear a este singular poni esboza una sonrisa, y es que este tierno equino nos despierta simpatía y dulzura a partes iguales. El pottoka es nuestro caballo autóctono por excelencia, pero no solo es un símbolo de nuestro patrimonio, sino que ademas este bello animal lleva trotando en nuestros rincones montañosos desde el Paleolítico, un verdadero tesoro que evoca la esencia de los primeros caballos europeos. Su morfología y genética no han sufrido apenas cambios debido a que vive en zonas escarpadas y de difícil acceso. Ello le ha llevado a convertirse en una de las razas más rústicas y antiguas de Europa.

Pottoka en Equus Getxo La Galea

Pequeño, robusto y salvaje

El pottoka es un caballo pequeño y robusto, que mide entre 1,15 y 1,35 metros y pesa alrededor de 200 y 300 kilos. Su constitución compacta y sus patas fuertes le permiten moverse por los terrenos más escarpados de nuestras laderas. Pero además es un equino tranquilo y sociable, lo que lo hace perfecto para convivir. Su pelaje suele ser negro o castaño con una crin y cola abundante. Es un animal noble donde los haya. Vive en montañas y pastizales, a menudo en semi-libertad o libertad, tal como lo hacían sus ancestros hace miles de años.

Camino Faro de Gorliz

Más que un caballo, un patrimonio cultural

Estos caballos llevan milenios recorriendo nuestra tierra. En las cuevas de Ekain y Santimamiñe, los antiguos artistas dejaron trazadas las siluetas de caballos que, miles de años después, reconocemos como los posibles antepasados del pottoka. Todo un tesoro que debemos conservar. Aunque su supervivencia está garantiza, no quiere decir que no esté libre de peligros, ya que nuestro poni se encuentra en peligro de extinción.

Replica cueva de Ekain

En Bizkaia, la Diputación Foral mantiene un programa de conservación del pottoka en la Granja Foral de Gorliz, junto a la vaca pirenaica, reconocido como centro de referencia para la raza y dedicado a su mejora genética y promoción. En Gipuzkoa existe una fuerte tradición ligada al pottoka y asociaciones muy activas en su protección. A ambos lados del Pirineo, especialmente en Iparralde y también en Nafarroa, la raza sigue presente gracias a ganaderos y proyectos locales que continúan trabajando para conservar y recuperar este pequeño caballo autóctono.

Confieso que soy una enamorada de nuestros tiernos pottokas.

Cuando el bosque se funde con el mar en Gorliz

Hoy he tenido el inmenso placer de pasear por la Playa de Gorliz. No sé a vosotros, pero a mí cada día me parece que esta zona del litoral está más bonita, auténtica y salvaje. El verde de los bosques que la rodean se mezcla con el azul del mar. Y si ya era bonita esta playa, gracias a la gran labor de conservación que se ha realizado en la zona, ahora está espectacular. Me fascinan sobre todo las dunas y su ecosistema, tan frágil y tan bonito a la vez.

Arenal de Gorliz durante la marea baja.

El ecosistema dunar que encontramos en este rincón de la costa de Bizkaia, no solo es increíblemente bello, sino que también es un entorno único para la fauna y la flora local. Las plantas que habitan en las dunas han sido clave para estabilizar este sistema, y además, podemos encontrar especies muy raras y amenazadas. Hoy en día, la zona se ha convertido en uno de los mayores complejos dunares de nuestra costa, un logro que resalta lo mucho que ha cambiado el lugar.

Las sinuosas dunas no solo sirven como refugio para una flora casi extinta en nuestro territorio, sino que también protegen la playa de la erosión, creando una barrera natural que resguarda todo el entorno. La regeneración de este paisaje ha sido un éxito rotundo.

Ademas, estamos en el hogar de unas dunas muy curiosas, solos hay dos replicas en toda la costa Cantábrica, las llamadas dunas cementadas o fósiles. Tienen la friolera de 6000 años, se formaron tras un proceso de sedimentación y petrificación de la propia arena.

Además a su alrededor, también encontramos bosques de pinos que cubren la zona, completando el paisaje con una belleza impresionante. Estos bosques no solo embellecen el lugar, sino que también desempeñan un papel fundamental en la protección del ecosistema costero, ofreciendo un hábitat perfecto para numerosas especies.

Toda la estampa se redondea con los arroyos que desembocan en la playa. El ecosistema de Gorliz se enriquece con los nutrientes que estos ríos aportan, convirtiendo la zona en un lugar lleno de vida y movimiento.

La Playa de Gorliz y su entorno es un claro ejemplo de cómo la naturaleza puede fusionar bosques, dunas, ríos y mar en un espacio increíblemente bello. Este rincón de la costa vasca es una maravilla que, se mire por donde se mire, te deja sin palabras.