Todo empezó con Castañares

Miércoles 6 de mayo de 2015

CastañaresMe hubiera gustado que a Jon Castañares le hubieran dedicado en Euzkadi la mitad de la mitad de las reseñas hechas a Hermida. Tratar jibarizadamente así la información sobre la vida y obra de un alcalde democrático que puso a Bilbao  en la parrilla de salida, donde ahora está, indica la indigencia periodística que vivimos y la jerarquía de valores que tenemos.

Jon Castañares, niño de la guerra, falleció el martes en Algorta. Vivía solo. Sus hermanos habían fallecido. Y él tenía mucha edad y mucha discreción para pedir nada a pesar de que a él le pedimos todo.

En su día conté como fue su forzosa llegada a la alcaldía de Bilbao. Ahora reproduzco aquel trabajo. Solo sé que sin Castañares en el Ayuntamiento de Bilobao, hoy seguramente el PNV no estaría en él gobernando. Es muy difícil descabalgar a un partido de un ayuntamiento si lo hace bien. Y el PSE tenía un gran candidato al que ganamos.

La historia es ésta:

Aquella campaña de Jon Castañares

No suele ser habitual que en política nadie reconozca nada, salvo que estés en el camposanto. Por eso me ha llamado la atención la entrevista que un domingo publicó El Correo Jon Castañares donde daba unas pinceladas sobre su paso por la alcaldía. En ella recordaba además que fui quién llevó su campaña. Y es verdad.

Resulta que en 1979 tanto Jesús Etxeberria, como Makua, como Unzueta nos habían dado calabazas y al final y, en el último minuto, el tercero de lista, un señor desconocido de nombre Jon Castañares fue el propuesto para encabezar aquella candidatura que estaba perdida de antemano, ya que José Luís Ibáñez, el socialista que se había enfrentado a la alcaldesa Pilar Lequerica iba de sobrado candidato ganador.

Me tocó darle la noticia a Jon que estaba en Iparralde en la campaña “Bai Euskarari” y a pesar de que no deseaba encabezar aquel reto, le obligamos por disciplina de partido a hacerlo. Y Jon, magnifica persona, no tuvo más remedio que aceptar. Otros tiempos. Y nos encontramos ante un candidato que trabajaba en un banco, sabía de números pero no de chiquitear y andar con la gente, que tenía dos trajes, vivía en la calle Espartero (hoy Ajuriaguerra), era un solterón empedernido y no tenía el perfil del candidato político moderno que era lo que se buscaba.

Hablamos con él y decidimos convertir sus “defectos” en virtudes. Iba a sanear las cuentas de Bilbao, iba a ser el último en apagar la luz del Ayuntamiento, se iba a dedicar en cuerpo y alma al consistorio y, cogiendo la campaña que había hecho Luís Herrera Campins en Venezuela, sacamos el slogan de “Jon Castañares arregla esto” y “Por aquí pasó un amigo de Jon Castañares”. Y le pusimos a andar por el parque con los años, le llevamos a Londres para decir  que iba a limpiar la ría, en fin, nuestro Jon iba ser el superman de Bilbao.

Y para sorpresa del PNV y de Ibáñez, ganamos.

Y nadie nos ha apeado desde aquel triunfo que iba a ser para el partido socialista.

Tras él pasaron Robles, Gorordo, Ortuondo, Duñabeitia, Azkuna y Areso  y Aburto va a ganar, aunque ya ha dicho que no hay que confiarse. Y hace bien. Solo se gana la noche electoral y no se puede hacer una campaña como la de aquel José Luís Ibáñez que de tan sobrado que iba, acabó de jefe de oposición para luego dimitir.

He aquí la entrevista hecha a Jon Castañares aquel domingo:

«Aquello era la guerra de Cuba». Jon Castañares (Bilbao, 1924) no tuvo fácil desempeñar el papel protagonista que le reservó el destino en la historia de la villa: ser el primer alcalde de la democracia. «Siempre nos estaban buscando las vueltas, sobre todo los de HB, que eran la segunda fuerza». Pero, sobre todo, su pelea diaria, la que le daba más quebraderos de cabeza, era el precario estado de las finanzas municipales. «Se hacían concursos para obras y no se presentaba nadie, porque sabían que se pagaba el día del juicio. Y los que se presentaban, hacían una birria. Total, para no cobrar…».

Así que a Jon le costó cumplir las promesas de su audaz campaña electoral. Aquel Bilbao de 1979 se llenó de pegatinas: ‘Jon Castañares arregla esto’, garantizaban los eslóganes estratégicamente colocados junto al socavón de turno. ‘Por aquí pasó un amigo de Jon Castañares’, rezaban otras, como muestra de la popularidad del candidato. «Fue Iñaki Anasagasti quien preparó la campaña», revela.

Ni para nóminas

«Habrá que ver cómo vivo estos cuatro años sin cobrar», confesaba a este periódico unos días después de salir elegido en las primeras elecciones democráticas. «¡No había ni para pagar las nóminas! Logré equilibrar el presupuesto pero con gran esfuerzo, porque no vi ni una perra gorda del Cupo».

-¿Se imagina disponiendo del presupuesto que manejan ahora en el Ayuntamiento?

-Ufff, no sabría… Yo tengo espíritu ahorrativo. ¡También para dilapidar hay que valer!

No se presentó a la reelección; y no por decisión propia, «es que ni me preguntaron. Tendrían miedo de que dijese que sí, ja, ja… Se ve que no era ni santo de su devoción, ni lo suficientemente zorro para la política». Licenciado en Derecho y Económicas, volvió a su trabajo en el Banco de Bilbao. Ahora va a cumplir 83 años y sorprende por su excelente memoria. Desgrana con sumo detalle sus teorías sobre la transición, sobre la llegada de Arzalluz al PNV -fue una «infiltración planeada», asegura- o incluso sobre la renuncia de Don Juan a sus derechos monárquicos. Se ve que la política pasada le interesa más que la presente. Confiesa, eso sí, que votará a EA.

Cada día da un paseo matutino hasta el parque de Doña Casilda «por orden del médico»; debe recuperarse de una reciente operación de cadera. Por las tardes, acude al Club Deportivo para ver echar las partidas de tute y dominó.

«¡Me he hecho un vago de siete suelas!», se chotea. No le falta el buen humor.

Pero hay un episodio en su breve carrera política que le cambia el gesto: la quema de los 1.500 ejemplares del libro que ganó el primer concurso de cuentos ‘Villa de Bilbao’, del escritor navarro Juan Retana, por «blasfemo», según se dijo entonces. «¡Es la repanocha, es indignante!», se enfada. Según su versión, los volúmenes que se guardaban en el Ayuntamiento para ser distribuidos comenzaron a ‘desaparecer’, tras correrse la voz de que se trataba de un «cuentito verde». «Mandé parar aquello y un funcionario tomó la decisión de enviarlos a la incineradora. Asumí la responsabilidad, pero yo no fui el culpable».

Goian bego Jon.

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