AQUELLA GENERACION QUE SE NOS VA

Viernes 22 de abril de 2016

Solabarrieta 4Ayer a las 11 de la noche falleció Joseba Solabarrieta Urresti. Tenía 93 años y era mi suegro. Un hombre positivo, alegre, sin odios. Falleció en Ondarroa donde su Aita fue el alcalde durante toda la República. Con Indalecio Prieto como ministro logró sacar el muelle interno de su puerto convirtiendo Ondarroa en unos de los puertos punteros del Cantábrico. Pero estalló la guerra y aquello cambió su vida.

Hablé con él y editamos un librito. De él entresaco dos pasajes. Son éstos:

Un mes después de estallada la guerra el 18 de julio de 1936, concretamente el 21 de agosto, el alcalde Solabarrieta reunió a sus concejales con el objeto de que los nueve concejales designados por el Comité de Defensa tomaran posesión de sus cargos. En el oficio del Gobierno Civil se decía: «en virtud de las facultades que me están conferidas y teniendo en cuenta el estado de guerra… velando por los intereses de la República, vengo en disponer queden suspendidos en sus funciones como desafectos al régimen, en cumplimiento de las disposiciones dictadas una vez recibida la presente orden proponga los sustitutos necesarios para el normal funcionamiento de la Corporación Municipal».

Las tropas sublevadas avanzaban. El 1 de octubre se aprobó en el Parlamento de Madrid el primer Estatuto de Autonomía. Había que elegir un presidente que formara ese gobierno y, a falta de posibilidad de elección popular, se   convocó a   todos   los representantes de   los ayuntamientos vascos para que se eligiera un Lehendakari. De esta manera fue designado José Antonio de Aguirre y Lekube, antiguo alcalde de Getxo y diputado en Cortes. Solabarrieta estuvo aquella histórica jornada del 7 de octubre en la Casa de Juntas de Gernika.

Sin   embargo,   José   M.   Solabarrieta   ya   no   pudo   volver   al pueblo del que era alcalde, a la localidad que presidía y que se encontraba a unos pocos kilómetros. Mientras Aguirre era nombrado Lehendakari en Gernika, en Ondarroa se reunió el ayuntamiento de forma fraudulenta, bajo la presidencia de Juan Bautista Beitia, que quería constituir un nuevo ayuntamiento: el Ayuntamiento franquista. Aquel robo iba a durar cuarenta y tres años.

La   sesión   irregular   del   consistorio   eligió   alcalde   al tradicionalista   Beitia.   El   suplente   Roque   Larrañaga realizó una proposición que fue aprobada, en virtud de la cual se felicitó al jefe de   las   fuerzas   que   entraron   en   Ondarroa   «por   su   éxito   en   el Movimiento salvador de la Patria».

La depuración

La alcaldía le duró poco a Beitia. El 13 de octubre, seis días después   de   su   nombramiento   en   sesión   irregular,   se   reunió   el ayuntamiento y dio lectura vergonzosa a un oficio del Comandante Militar, en el que se ordenaba la constitución del ayuntamiento bajo la presidencia de Vicente Sánchez Ocaña.

Todos los funcionarios del ayuntamiento en nómina fueron destituidos.   La   orden argumentaba lo   siguiente: por «completa depuración de los funcionarios y empleados públicos, mediante la renovación absoluta y la sustitución de los desafectos, por quienes por su constante patriotismo y sana ideología no infundan la menor sospecha sino todo lo contrario, es decir, una adhesión franca y manifiesta hacia el Movimiento salvador encaminado a la regeneración de España»…»destitución de sus empleados quienes podían solicitar su   reposición para la fecha y en la forma que acordara la corporación».

Comenzó un negro período para Ondarroa y para Euzkadi.

Caía la noche de la dictadura y represión. Se abolió el Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia por «provincias traidoras», se eliminó   la   autonomía   y   se   aprobó   un   decreto   ignominioso   de responsabilidades   políticas   para   quienes   no   se   sublevaron   ni conculcaron la ley.

La casa del alcalde fue saqueada. La zapatería desvalijada. Todas   sus   pertenencias   incautadas,   su   fábrica   de   conservas ocupada,   su   tienda   y   su   banco desbaratados,   sus   acciones   y participaciones en los pesqueros y astilleros, bloqueados. El alcalde y su familia se quedaron con el cielo arriba y la tierra abajo. Como muchos.   Y   en   esa   orgía   de   latrocinio,   violencia   y   muerte,   sus propios compañeros de corporación, obedeciendo una orden militar, le usurparon su mandato popular.

Había   llegado   a   Ondarroa   la   cruel   dictadura   del   general Franco, mientras la mujer del alcalde, caminando por monte, y entre peñas, se vio forzada a dejar su propio pueblo.

El despojo

Franco, aquel militar sanguinario, tenía que demostrar por la fuerza que la culpa de su propia sublevación la tenían los «rojo-separatistas». A tal efecto el 9 de febrero de 1939 redactó una ley de responsabilidades políticas. Su preámbulo aclaraba que su objeto no era otro que «liquidar las culpas de este orden contraídas por quienes contribuyeron con actos u omisiones a forjar la subversión roja, a mantenerla durante más de dos años y a entorpecer el triunfo   del   Movimiento   Nacional.   Se   traducirá   en   efectividades prácticas las responsabilidades civiles de las personas culpables».

«Los   Tribunales   compuestos   por   militares,   magistrados   y Falange   española   actuaran con   arreglo   al   ritmo   del   Movimiento Nacional».

En el capítulo primero se declaraba la responsabilidad política de las personas que desde el 1 de octubre de 1934 y antes del 18 de   julio   del   36   contribuyeron   a   «crear   o   agravar   la   subversión española. Se aplicará tanto a las personas físicas como jurídicas.

También se aplicará a las personas que después del 18 de julio se hayan opuesto   al Movimiento Nacional con sus   actos   o   con   su pasividad». Seguidamente se declaraban fuera de la ley a todos los partidos políticos y sociales que integraban el Frente Popular, «las organizaciones separatistas y todas aquellas que se hayan opuesto al Movimiento Nacional».

No contento con esto, nombraba uno a uno todos los partidos entre los que se encontraba el «Partido Nacionalista Vasco, Acción Nacionalista Vasca y Solidaridad de Trabajadores Vascos». En el capítulo segundo quedaban «Incursos en responsabilidad política y sujetos   a   sanción   los   que   habían   desempeñado   cargos o representaciones de carácter público o privado».

El propio Francisco Franco firmó esta ley en Burgos, una ley de   responsabilidades   políticas   que   era   un   decreto   personal,   sin apoyo parlamentario, donde de un plumazo quedaron derogadas el resto de las leyes.

Lógicamente con   semejante amenaza, que costó la vida a tanta gente, nuestro alcalde lo tenía claro y comenzó a preparar su viaje a Venezuela. En aquella época la guerra mundial ya se había iniciado en Polonia. Francia estaba a punto de caer y la amistad de Franco con Hitler era tan manifiesta que no auguraba nada bueno.

En enero de 1940 reclamó Solabarrieta de la Caja de Ahorros Vizcaína que le fueran devueltos los depósitos que mantenía en la institución financiera. El Contador de la Caja le remitió a la ciudad de Larressore, donde vivía con su familia, la siguiente respuesta:

Bilbao 24 de Enero de 1940

Sr. Don José María Solabarrieta

Maison Deudarieta

LARRESSORE B.P. (FRANCE)

Muy Sr. nuestro:

Acusamos a Vd. recibo de su atta. 12 del corriente, debiendo manifestarle en su contestación, que no nos es posible acceder a sus   deseos,   debido   a   que   el   saldo   que   arroja   su   cuenta   está bloqueado.

De Vd. atto. ss.ss.

Salida de Marsella

La guerra mundial era un hecho. Francia estaba dividida. Las comunicaciones eran penosas pero a sus 56 años, con su mujer y cuatro hijos, el alcalde se fue a Marsella. ¿Qué podía hacer ante tan incierto presente, sin   posibilidad de volver a Ondarroa y con el estallido de una guerra mundial?

En San Juan de Luz, el tío Francisco les dijo no una, sino mil veces, que desistieran de semejante empresa. Desgraciadamente, cuando el tío volvió más tarde a Ondarroa, fue a él a quien hicieron la vida imposible. Sin duda, fue la mejor decisión que podían tomar en aquel momento.

Llegaron a Marsella. El barco era un carguero francés, el ‘Comissaire   Rammel’,   cuyo   cometido   era   recoger   a   la   tropa francesa, a cuantos marinos se encontrasen en Tahití. Debía pasar el canal de Panamá en un viaje complicado con Italia en guerra, viajando sin luces y con las provisiones que cargaron en Argel, muy medidas, para llegar cuanto antes.

Además de la familia Solabarrieta iban otros vascos como el cartelista   del   nacionalismo   Nik-Kintana,   los   Arozena,   Burgaña, Landa,   Salutregi,   Berroeta   y   Albert.   Berroeta   se   pasaba   el   día sacando fotografías, pero todos decían que aquel trasto no tenía rollo.

Con   el   riesgo   de   ser   interceptados   y   hundidos   por   algún submarino o atacados por algún acorazado arribaron a Panamá.

Estuvieron tres días en aquel país soportando un calor húmedo atroz.   Afortunadamente   un   mutrikoarra,   les   arregló   los   papeles.

Siempre hay un vasco providencial en cada sitio. Éste era medio contrabandista, ex-pelotari y relacionado en una serie de negocios.

Logró   que   un   pequeño   barco   holandés   que   iba   costeando   el continente les sacara de allí. Pararon en Barranquilla (Colombia), para llegar de noche al puerto de la Guaira en el litoral venezolano.

Como era de noche se veía mucho movimiento. Aquello parecía un país pujante. Al día siguiente contemplaron un panorama totalmente distinto. Casuchas que llamaban ranchos y un paisaje desolador muy distinto al que habían dejado. Pero no les importó. Allí otro vasco animoso y original, Silvestre Isasti, les invitó a un vermouth y con aquel traguito empezó para el alcalde de Ondarroa la vida en el trópico. Era el 24 de junio de 1940, día de la batalla de Carabobo que selló la Independencia de Venezuela.

Joseba iniciaba una nueva vida en el trópico donde viviría cincuenta años. En el Centro Vasco de Caracas, pueblo grande, conoció a Esther Aznar, hija del Consejero de industria Santiago Aznar. Y allí se casaron y rehicieron la vida de unos exiliados aventados de su patria.

Solabarrieta 3

2 comentarios en «AQUELLA GENERACION QUE SE NOS VA»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *