Viernes 27 de septiembre de 2019
Joxan Rekondo ha escrito un lúcido análisis sobre lo que está ocurriendo en EA así como su repercusión en Bildu. Su reflexión fue publicada en Noticias de Gipuzkoa y creo que merece conocerla. La tituló: Crisis en EA, Crisis en EH Bildu. Dice así:
La constitución de Bildu (mayo de 2011) hubiera sido imposible sin el acuerdo previo entre EA y la izquierda abertzale (junio de 2010). El acto en el que firmaron este último fue el colofón de un proceso de contactos que no se interrumpió a pesar de la ruptura de la tregua de Lizarra (1999). Porque, durante todo este tiempo, ambas formaciones compartieron mesas y foros que, aunque carecieran de efectividad inmediata, sí reflejaban un acercamiento progresivo. Aun así, lo cierto es que el compromiso Lortu arte significó una auténtica ciaboga estratégica que llevó a EA a abandonar el espacio político-electoral en el que se había desenvuelto desde su nacimiento.
No obstante, ambas fuerzas se acomodaron gustosamente a la nueva realidad. La izquierda abertzale necesitaba salir de su aislamiento legal y político. Un partido de tradición institucionalista y democrática como EA podía servirle de salvaguarda en lo primero. En lo segundo, nadie podía aportar mejor prestigio político para acompañarles en la apertura necesaria que el lehendakari que reconstruyó el país tras la dictadura, aunque su trayectoria chocara con el relato histórico que la izquierda abertzale quiere mantener a toda costa.
La dirección de EA también habría valorado -algunos de sus componentes superficialmente, otros más a fondo- las expectativas que se abrían a partir de la formación de la coalición Bildu. Desde luego, quien sí lo había hecho con exhaustividad fue el lehendakari Garaikoetxea. Es verdad que no formaba parte de la dirección de EA desde el Congreso de 1999, pero seguía teniendo un peso simbólico determinante en el sanedrín del partido. Además, si hacemos caso de su propio testimonio directo, tendríamos que decir que su papel fue decisivo en la consumación del acuerdo entre las dos fuerzas políticas. Por lo tanto, si quisiéramos saber lo que pretendía lograr Eusko Alkartasuna con esa alianza, no estaríamos mal encaminados si hiciéramos caso al mismo Garaikoetxea.
El mismo relata (en 2011) lo que EA quería conseguir de la integración en Bildu, junto con la izquierda abertzale y el grupo Alternatiba. La gran apuesta estratégica era el logro de la reconversión política del entorno de ETA, llevándola a renunciar a la estrategia político-militar en favor de vías pacíficas.
Dentro de la coalición, EA preveía mantener su independencia política como partido, de tal manera que pudiera ejercer de contrapeso ante la amenaza de retorno de la izquierda abertzale al dogmatismo y al extremismo. Según Garaikoetxea, “es muy importante la función moderadora que tiene y tendrá EA en esa izquierda” (El Diario Vasco, 04/09/2011). Ese papel moderador se habría de ver en el tratamiento compasivo que ofrecería Bildu a temas sensibles como el de las víctimas de la violencia o en el abandono de posiciones frentistas. Finalmente, la superación de la desconexión de las dos tradiciones políticas (EA y Sortu), separadas desde los años 60 del siglo XX por profundas líneas de división, se podría conseguir por medio de una actualización de las respectivas herencias en la acción práctica.
Todo el esquema garaikoetxeista descansaba en la conservación de la independencia del partido, que daría el poder de moderar el liderazgo de la izquierda abertzale en la medida en que Bildu mantuviera el carácter de coalición y un funcionamiento por consenso.
Desde entonces, sin embargo, las cosas han cambiado mucho en el seno de Bildu (desde 2012, EH Bildu). La incorporación sucesiva de Alternatiba y Aralar al primitivo eje EA-Sortu acentuó la supremacía de este último, no solo por diluirse la bilateralidad original, sino también porque los nuevos grupos no aportan diversidad a Bildu, al pertenecer a la misma tradición marxista de la izquierda abertzale.
Es seguro que, cuando ha podido, EA ha usado esa capacidad de moderar los posicionamientos de Bildu. Aunque lo haya hecho con tal prudencia que no ha podido impedir expresiones de ensalzamiento de la época político-militar, parece que Sortu se ha encontrado muy incómodo con el poder de condicionamiento que le daba a EA aquella estructura de coalición. Por esa razón, tras el proceso de reflexión estratégica Abian (2016) y el Congreso de Sortu (2017), la izquierda abertzale decidió reestructurar EH Bildu, liquidarla como coalición de partidos y configurarla como una organización monolítica. Desde luego, esta decisión de disolver la coalición debía ser refrendada por los grupos políticos. Como era previsible, no hubo problemas con Aralar, que acordó disolverse en el nuevo formato organizativo, ni con Alternatiba.
En cambio, en EA la reestructuración implicó una profunda ruptura entre la dirección de Pello Urizar y la mayor parte de sus organizaciones territoriales. Posteriormente, cada paso de Urizar ha buscado el desmontaje paulatino de la posición con la que originalmente EA entró en Bildu. Antes, EA tenía una influencia en el discurso de la coalición, podía aspirar a contrapesar la propensión al extremismo y podía ser más o menos visible institucionalmente. Hoy, en EH Bildu se toma como natural el ensalzamiento de la trayectoria de ETA, su referente principal es un antiguo militante de la organización violenta y la visibilidad de EA y su influencia son nulas. En consecuencia, se puede decir que la actual dirección de Eusko Alkartasuna ha entregado todo su bagaje a la izquierda abertzale, otorgándole plenos poderes para que lo jibarice y prepare para su liquidación.
Es una ironía que, en este contexto, la Asamblea General de EH Bildu celebrada en Bilbao este fin de semana esté presidida por el lema Gora Goaz-Vamos a Más. Nada más lejos de la realidad. Otegi y Sortu están implicados hasta el fondo en la lucha intestina de EA. La encomienda realizada a Gezuraga es que no interesa que ganen los garaikoetxeistas. Si estos siguen planteando la reversión de los cambios organizativos y siguen buscando una posición de EA que le devuelva capacidad de influencia en EHB, el triunfo de éstos provocaría un seísmo de gran magnitud en el seno de la organización que dirige Otegi. La crisis interna de EA es, por lo tanto, una crisis general de EH Bildu. Sólo así pueden entenderse la ofuscación y el encono con el que la dirección de Urizar y Gezuraga están tratando un problema que si fuera únicamente interno podría resolverse con facilidad.
La paradoja es que la EH Bildu que maneja Sortu quiere mantener una imagen social de transversalidad, en la que sea visible la integración de tradiciones políticas diversas. En ese marco, hay una EA que podría aportar un enganche con sectores que siempre han sido ajenos al mundo de ETA y que se han situado en la centralidad política y social que ahora confía en el PNV. Pero, ni Urizar, ni Gezuraga ni quienes los sustituyan tienen capital suficiente para protagonizar ese enganche. Esa prerrogativa está en manos de Garaikoetxea. Y Garaikoetxea no es Monzón, ha dicho con razón mi amigo Joxemartin Larburu en las páginas del blog Aberriberri. En su ejecutoria política hay aciertos y errores, pero ni su mayor enemigo podrá decir que sea un personaje predispuesto al sometimiento ni a la domesticación. Sin el lehendakari Garaikoetxea o, todavía peor, contra el lehendakari Garaikoetxea, la EA que quede será un envoltorio vacío. Si acaso, a la izquierda abertzale le podrá ser útil para hacer lo que mejor sabe, fagocitarla al estilo ANV.
Puedo pensar dos cosas, una, que no te enteras de la misa la mitad la media, o por el contrario, si realmente te enteras de algo, este artículo es un libelo. Vaya capacidad e integridad intelectual!.