Rescate global

Entre las escasas rendijas informativas que dejan la inmisericorde crisis económica y el omnipresente fútbol, se ha colado una noticia que si no fuera porque la vemos de lejos y casi como ajena, nos llenaría de zozobra: en tan solo ocho meses la humanidad ha consumido todos los recursos previstos para este año, alimentos, agua potable, minerales… Ya en abril el Estado había agotado su cuota de CO2 anual completa. Mientras la crisis con su subida de impuestos (¡bienvenido mister IVA!), recorte de salarios (re)copago sanitario, jubilación retrasada, denegación de crédito, cierre de empresas, parados… es algo evidente, inmediato y tangible, la crisis innegable por agotamiento de los recursos de Gaia/Tierra es algo más etéreo, lejano y para bastantes ciudadanos hasta incierto. Mientras el recorte en el sueldo, el despido, el desahucio por hipoteca impagada o el IVA-21% son certezas cercanas cotidianas con las que chocamos de bruces, tras escuchar que en agosto hemos dilapidado los recursos del año, más de uno habrá mirado de reojo a las estanterías del súper o a los escaparates de los comercios y al comprobarlos llenos como siempre, habrá respirado tranquilo y arrojado a la papelera del olvido la “incierta” alarmante noticia de la sobreexplotación de la Tierra. “¿Agotados? Paparruchadas ecologistas”, pensará. También cuando corría el crédito fácil-barato y estábamos cerca del paraíso consumista gastando más de lo que teníamos, a quien auguraba estrecheces futuras le tildaban de cenizo agorero. Pero como los cargos de la tarjeta de crédito siempre llegan a final del mes, la hora de devolver lo prestado nos ha pillado con los pantalones bajados. Producimos más CO2 del que la tierra puede reciclar, matamos al Mediterráneo arrasando sus poseidoneas, quemamos bosques (Valencia, la Gomera, León, Ávila… 150.000 hectáreas en un año) reduciendo nuestra disponibilidad de agua, suelo fértil y oxígeno; no reducimos nuestro consumo, reciclamos poco y reutilizamos menos. No es cuestión de vaticinar el fin del mundo para el 21 de diciembre, pero si de la crisis económica es posible salir llorando de rodillas a Merkel, implorando a Obama o vendiendo nuestro patrimonio a los chinos por un plato de lentejas, nadie sabe a quién podríamos pedir más crédito si la tierra se agota: ¿Acaso a Marte? Pero claro, esta reflexión a tan “largo plazo”, qué le puede interesar a quien ha perdido su empleo, o está desahuciado por impago de hipoteca. Lo inmediato impide afrontar lo necesario. Lo que sucede es que este asunto la deuda ecológica puede ser impagable y su rescate imposible.

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