Falsificaciones, falsedades y promesas

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Falsificación es carencia de verdad y de autenticidad, falta de conformidad entre lo que pensamos, decimos y hacemos; ideas, palabras y hechos caminando por separado. En consecuencia es frecuente que la falsificación sobrepase la línea de lo legal, pero no siempre.

Estas últimas semanas la Ertzaintza nos alertaba de nuevas falsificaciones con billetes tintados. Un tocomocho bastante burdo y manoseado, pero que lejos de fallar suele retornar con auge y esplendor. Repetido mil veces y alertado mil y una siempre habrá quien pique con la íntima e inconfesable esperanza de hacer negocio fácil del timador, de modo que entre timador y timado la línea de demarcación se torna muy-muy tenue.

El proceloso océano de las falsificaciones es tan amplio que sin petulancia alguna los falsificadores pueden presumir que no haya ámbito en el que no se encuentren inmersos. Como ejemplo, la OMS calcula que el 10% de los medicamentos que circulan por el mundo (especialmente por internet) son falsos, con la Viagra en el pódium. La falsedad es la clave. El daño que hacen a la economía mundial es onerosísimo, pero es un mercado de vendedores ambulantes a escala mundial, que florece tan negro como reluciente con pingües beneficios; nada se escapa a la falsificación: mi reloj, mi falda, mis cosméticos, ordenador, tapacubos del coche, móviles, la escopeta de caza y hasta el fusil de asalto de ejércitos regulares, medicamentos y hasta el aparataje del avión presidencial… Es la doble cara que casi todos aceptamos por dinero como justificante, con plena conciencia de lo que hacemos, pues el 99% de los que compran falso lo saben; saben que están apoyando un robo intelectual y/o industrial.

No digo que las próximas elecciones vayan a ser falsarias como el expediente académico de Luis Roldán, pero es probable que una vez más nos vendan mercancía falsa o promesas de poco fiar; promesas electorales que en su mayoría irán al archivo redondo o se mutarán de modo que no las reconozca ni la madre (o padre político) que las parió. Tal vez por ello los jóvenes, aun sin malear como nosotros, manifiesten gran interés por la Política como gobierno ético de la ciudad y bastante poco por la política gallinácea de los prometedores electorales.

Prometer lo que luego no se cumplirá parece tan falsedad/falsificación como vender/comprar un bolso de Vuitton por 20€ o un Rolex por 15$, pero lo seguimos haciendo cada cuatro años, por lo que queda flotando la pregunta de por qué somos tan buenos clientes de las falsedades.

Esperemos que la descubierta por la Ertzaintza sea la última falsificación. Quizá ingenua esperanzada

 

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