Tormentas de mierda

La tecnología es fantástica. Un filipino ha creado una app(aplicación digital) que borra automáticamente las palabras Dios, ángel, santo, mártir… de los e-books y las sustituye automáticamente por Director, Presidente, Encargado… Lógicamente anuncian sweeteners y softdrinks como sustitutivos de la realidad domada a voluntad.

Shitstorm dicen los anglosajones para etiquetar el “linchamiento digital” contra alguien; un aluvión de críticas, con frecuencia insultantes, humillantes y/o difamadoras, que se abalanza como tormenta de basura sobre el marcado como diana en las redes sociales.

Moderadamente seguidora de estas redes digitales, no puedo dejar de reconocer lo mucho bueno que aportan a la rapidez de información, al conocimiento, a las relaciones personales y a la conexión/cohesión social. Pero adosado a este lado positivo se encuentra la tormenta de mierda mediática y el ruido colateral que genera. El cotilleo, el pasarse la información de unos a otros fue, en opinión de Yuval Noah en su libro “De animales a dioses”, una de las razones fundamentales de la revolución cognitiva que permitió al Homo sapiens descabalgar a los otros homo, permitiéndonos avanzar hacia un mundo científico-tecnológico donde la Historia progresa divorciada de la Biología.

La hostilidad, el rechazo y hasta el linchamiento violento al diferente, han formado siempre parte de nuestro comportamiento, basta ver los escraches o los enfrentamientos entre aficionados deportivos. Comportamientos transferidos a la cultura de la red, donde la tormenta de mierda es heredera del auto de fe, del embreado/emplumado de tiempos pasados.

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul en “El enjambre” observa a la sociedad humana trasformada por Internet en una masa embriagada por las redes, un enjambre digital donde los individuos no sostienen ideas propias ni originales, donde como entre las termitas, la primera empieza a comer la madera que a modo de aparato digestivo global la última de la hilera termina de digerir. En el tránsito, entrometerse en la vida del otro y hacer público lo privado es norma de acción en el nuevo mundo humanodigital.

Bullying, ciberacoso, doxing (publicar datos personales hasta llegar al acoso real), son los aledaños del linchamiento digital. Me vienen a la cabeza juicios reales con precondenados digitales o el que han sufrido/sufren Monedero, Mas, Raimon, Ibarretxe o Piqué… entre otros conocidos, insultados o perseguidos no por placer, sino para hacer justicia al estilo del “vigilante”, porque la masa les cree culpables. Antes este “ajusticiamiento” sólo se extendía a un círculo muy reducido; ahora se expande explosivamente entre millones en pocas horas. La indefensión habita entre nosotros, porque el ruido de cargarnos en público lo que no nos gusta va in crescendo.

La esperanza está en que la urbe digital se desagrega igual de rápida que se agrega. ¿Aprenderemos a convivir como cotillas en red?

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