Grupo Wagner en plena acción

La guerra sigue siendo el mejor de los negocios 

Casi siempre un negocio de apuesta ganadora, aunque a veces se trunque por un quítame unos tanques o saca tu culo de mis tierras o de mis negocios, como le acaba de suceder a Yevguein Prigozhin, el jefe de los mercenarios rusos del grupo Wagner. Bien pudiera ser que haya muerto en un accidente fortuito, pero su pasaporte al otro barrio parece más bien un empujoncito de los otros negociantes de la guerra, con Putin, su antiguo amiguito del alma, en plan padrino: ¡qué parezca un accidente! Así que podría ser que “ha muerto” sea epítome de han asesinado, matado o ejecutado por vía extrajudicial. Todo sea por la pasta. G.B.

Sólo falta que las redes nos animen a que invirtamos en ella, en la guerra como en cualquier otra acción bursátil, pero más rentable, a corto, medio y largo plazo. 

Decía Mark Twain: “La manera más rápida de acabar una guerra es perderla”. Y por las noticias que ya solo nos llegan en páginas interiores de los medios, Rusia y Ucrania, Ucrania y Rusia no dan por perdida la contienda. Así que de creer a Twain la guerra en ese punto tan cercano-lejano a nosotros no tiene visos de acabar.  

Nos encontramos cada día noticias del teatro bélico: drones que atacan Kiev, un bombardeo en Jersón, un dron sobre Moscú, dolorosos actos que matan cada día un puñado de personas en plan rosario interminable. Conclusión: se ha convertido en un conflicto de baja intensidad (para nosotros, claro), pero que no por eso ha dejado de ser dramáticamente mortal. 

Vamos, ha pasado a ser un/otro conflicto geoestratégico más entre dos potencias que se dan patadas en el trasero de los ucranianos/as por causa de su posición estratégica y la fertilidad de sus tierras. 

Y como debe haber pocos traseros ucranianos por patear, el conflicto se amplía a África, donde entra en erupción Níger con más banderas rusas en los desfiles de los sublevados que en las paradas militares del 1 de octubre en la plaza Roja. 

Claro, Níger, El Chad, Mali y Burkina Baso tienen codiciadas materias primas, entre ellas y solo por citar, la uraninita que necesitan las centrales nucleares, entre ellas y también solo por citar, la que alimenta los 59 núcleos activos que funcionan en Francia. 

Y mientras todos miramos tan solo el dedo que apunta a los dramas de la guerra, las empresas que fabrican y aportan las armas a ambos bandos al mismo tiempo o las que hacen caja a futuro con la presumible reconstrucción posterior, se frotan las manos, lo justo por poder tenerlas libres para contar sus pingües beneficios. 

Al parecer nunca falta un buen conflicto que se sustancie en guerra para así lograr un buen negocio. A resultas, mientras unos ponen los muertos y el dolor, otros trabajan para que nadie pueda perder la guerra. 

Algunos pueden pensar que quizás sea solo una triquiñuela para no llevar la contraria a Twain. Pero si analizamos los valores en bolsa de los grupos que fabrican o trapichean con componentes de guerra lo entenderán mejor. Aunque a veces a algunos les estalle el negocio volando en un avión. G.B. míster Prigozhin, señor de la guerra.

@nekanelauzirika

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *