El COVID-19 está agravando el hambre y la pobreza en los países menos desarrollados, donde la crisis sanitaria todavía no ha alcanzado su punto álgido.
Kenya / IDPs / Internally Displaced Persons rest at a temporary camp in the Adult Education Centre in Donduli location 20Km from the Rift Valley town of Nakuru, Tuesday March 4, 2008.
Los expertos ya pronostican una «pandemia de hambre» en la que el número de personas en situación de crisis alimentaria podría llegar a duplicarse. La ONU calcula que 265 millones de personas están en riesgo de padecer hambre aguda.
También la pobreza podría aumentar en 500 millones de personas como consecuencia de la emergencia sanitaria, que se está convirtiendo rápidamente en una crisis humanitaria mundial sin precedentes.
Una vez más, quienes ya lo han perdido todo sufrirán las peores consecuencias de esta catástrofe inminente, pues el 80% de los refugiados del mundo y prácticamente el 100% de los desplazados internos viven en países con sistemas económicos y sanitarios débiles.
REMEDAR el título de una película del olimpo cinéfilo es ripiar la genial obra original, pero viene a cuenta hoy cuando con la nueva (y siempre anteúltima) ola de protestas antirracistas en EE.UU. quieren también arrojar del imaginario mundial a la troupe de Escarlata O’Hara&Butler. La duda es si esto es efectivo en aras a eliminar la desigualdad del racismo o más bien efectista. Porque en la Iglesia católica, existiendo discriminación manifiesta hacia la mujer, acaso se conseguiría erradicarla eliminando los textos del misógino Pablo; o alguien creerá luchar contra la esclavitud dejando de leer a Goytisolo por haber sido esclavista su bisabuelo. Pues en muchas ciudades americanas (inglesas y francesas€) andan derribando estatuas de quienes hace mucho hacían lo que casi todos en su época. De aquellos polvos estos lodos, sí, pero derribar una estatua de Cromwell tampoco eliminaría la posibilidad de una dictadura. Debe haber otros caminos. Incluso aceptando que algunos se pregunten si es ridículo-quijotesco que blancos protesten por la muerte de un negro a manos de un blanco o si protestaríamos igual si lo hubiera matado otro negro.
Hace muchos años, en Barakaldo dirigía el tráfico un municipal negro, guineano; ¿sufría desigualdad, racismo? No, siendo su color una mera anécdota. Pero si hoy paseamos por barrios concretos de nuestras ciudades, entre ellas Bilbao, veremos el color diferente del racismo, no en la piel, sino en su vida real de desigualdad. Como en EE.UU., pero a pequeña escala.
Carolina es una conocida que vive en Chicago como profesora, casada con un dentista de alto nivel adquisitivo, su visión de negros e hispanos es, suavemente hablando, elitista. Lo más cercano y amable en su compresión del problema es que la mayoría vive de las ayudas públicas y que no da un palo al agua; además: «¿Por qué no protestan contra ellos mismos, sabiendo que el 90% de negros asesinados es a manos de otro negro?». Resumiendo, «que son pobres porque quieren y son vagos que debían estar agradecidos de poder vivir allí», palabras de 2019, no de 1819. No puedo reproducir su opinión de Obama, de los multimillonarios de la NBA (Negros Bastante Altos, zafio chiste del acrónimo) o de jueces, militares de alta graduación, grandes empresarios € negros.
La realidad que Carolina no sabe/no ve o no quiere ver es que la desigualdad por la piel es sistémica. Negra doble posibilidad de ser pobre, de paro doble, de ganar menos a igual titulación y trabajo, doble posibilidad de morir a manos de la policía o cinco veces más de ser injustamente detenido, seis veces más de ser encarcelado, doble tasa de mortalidad infantil € y ahora mayor probabilidad de infectarse y morir por covid-19. En el Chicago de Carolina, los negros son el 30%, pero el 60% de los muertos por la covid-19.
Me pregunto, y a tantas Carolinas les preguntaría, si siendo sistémica la desigualdad racista, ¿por qué ahora la protesta aventa centenares de ciudades, otros países e incluso a estatuas, cuando el viento siempre ha soplado de modo similar?
Quizá porque el vendaval covid-19 ha aireado más, aquí y allí, lo que ya se llevaba y desbordado el aguante a esas desigualdades. Porque lo contrario a la pobreza no es la riqueza de Carolina, sino la justicia. Y porque no sé si es posible mantener a tantos tanto tiempo esperando a Godot.
PASEO por un espigón habitado por pescadores de caña, actividad muy ecológica. Sé de su actividad no por sus capturas, sino por la pita y anzuelos abandonados, bolsas, restos de comida y sobre todo por las colillas en los carrejos que han ocupado. No son todos, pero los restos están ahí. Ahora también olvidan mascarillas pescadas a caña.
Las mascarillas son obligatorias: mascarillas de usar y tirar. Dicho y hecho, lo tomamos al pie de la letra y las tiramos, al suelo por supuesto, que siempre está más cerca que la papelera que tenemos a unos metros. Al final, como las llaves de nuestros cantos infantiles, allá que van la mayor parte al mar, de modo que ya podemos ver con horror ambiental que los fondos marinos empiezan a disfrutar de nueva normalidad poscoronavirus, guantes posados en el fondo como pólipos o mascarillas flotando como viscosas medusas con tirantes laterales.
En la larga lista de fechas de calendario relacionadas con la naturaleza, el medio ambiente y la conciencia ecológica, he contado 36 días D, cinco en junio y hoy mismo el dedicado a los océanos, para recordarlos y conservarlos en estado saludable, supongo. Aunque con el confinamiento humano antivírico el aire, las aguas, los montes y los mares estén más limpios, poco parece haberles durado el alivio del parón. Entre California y Hawái sigue agrandándose la isla de basura plástica de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, tres penínsulas ibéricas; y el blanqueamiento de la gran barrera de coral en Australia en vez de revertir va en aumento; podría parecer una contaminación lejana, así que ahora, para que nuestros mares cercanos no pasen envidia, los convertimos en cubos de basura de EPI de intendencia coronavírica, guantes y mascarillas en especial, pero no solo, porque en cuanto abran un poquito las playas añadiremos botes de cremas, bolsa del bocata, hisopos, compresas, latas de bebidas€ quizá para que el próximo 3 de julio podamos recordar con razón el día internacional libre de bolsas de plástico.
Aunque sea a duras penas y dejando pelos en la gatera, estamos medio saliendo de la pandemia y es fácil imaginar que tras la victoria nos engallemos de nuevo como homos deus, creyéndonos fuertes, sabios y seguros para enfrentar la pandemia económica que ya habita entre nosotros y lo intentemos hacer a cuenta de cargarnos nuestro planeta de confinamiento, hoy el único que conocemos habitable. En aras de alcanzar un nuevo progreso podríamos olvidar que el agua es un bien escaso, casi inalcanzable para 1.200 millones de humanos; que 800 millones comen todos los días el sueño del pollo de Carpanta bajo el puente; que la contaminación es atroz en zonas urbanas, donde habita ya el 57% de la población; que la deforestación es galopante, y no solo en el Brasil de Bolsonaro; que la desertificación avanza a ritmo trepidante y amenaza, por ejemplo, a media península Ibérica; que gozamos batiendo récords de calentamiento; que desaparecen los glaciares y el nivel de los océanos sube y sube€ y los 7.600 millones de humanos no tenemos segunda residencia, de modo que para seguir confinados confortablemente en esta tendríamos que valorar si nuestro modelo de progreso precoronavirus es lo más adecuado. No parece buena señal que ahora en lugar de medusas se nos enganchen mascarillas al bañador, aunque proclamemos educadas disculpas el día D de los océanos.
Desde la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi organizan anualmente en Donostia la actividad de sensibilización «Otros mundos, otras realidades». Este año, adaptándose a la realidad que vivimos, han organizado unas jornadas digitales con el objetivo de sensibilizar a nuestra ciudadanía sobre la importancia de la colaboración y del trabajo en red, teniendo como marco las acciones que se han llevado a cabo a raíz de la crisis sanitaria.
La primera actividad se trata de un programa en directo moderado por los personajes de la serie Goazen June e Igor. Será el 6 de junio (de 16:00 a 17:00 horas), en euskara y tendrá como objetivo fomentar y reforzar la importancia de la cooperación y la solidaridad. Durante este tiempo, darán paso a cortometrajes relacionados con el tema y animarán a los jóvenes a movilizarse. Se proyectará en directo a través de Youtube(www.youtube.com/ongdeuskadi).
La segunda actividad es un webminar bajo el nombre «Prácticas de solidaridad y apoyo mutuo en la alerta sanitaria: logros, retos, aprendizajes y próximos pasos», que se celebrará el 9 de junio (de 17:00 a 18:30), en castellano.En la actividad, que será moderada por la actriz y guionista Aizpea Goenaga, se presentarán 4 actividades sobre solidaridad y trabajo en red puestas en marcha en el marco de la COVID-19 –Gizalde (Gipuzkoa), Herritarron Sarea (Gipuzkoa), ARTE (El Salvador), Escuela para la Libertad de las Mujeres (México)-, y finalizará con una conferencia ofrecida por la periodista y activista de derechos humanos Helena Maleno en torno a los próximos pasos para mantener activa la cultura de la solidaridad en nuestro territorio. Para participar será necesario escribir a hezkuntza@ongdeuskadi.org. Se podrá seguir por la web de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi (www.ongdeuskadi.org).
Informazio gehiagorako/Para más información
Jon González de Reparaz Komunikazioa-ComunicaciónEuskadiko GGKEen Koordinakundea-Coordinadora de ONGD de Euskadi
CADA 31 de mayo mi duda frente al cigarrillo remeda la hamletiana indecisión ante la calavera. Dilema sobre el placentero humo cancerígeno que no se inclina siempre hacia el mismo platillo, fluctúa con la edad.
Lo entenderá mejor el fumador/a en activo sabiéndome fumadora en excedencia. Ya no cuelgo volutas de humo en las lámparas, pero no por falta de ganas, que roen por dentro, sino por mor de la salud preventiva hasta que mi aquel yo adolescente remueva el rescoldo del pitillo que nunca apagué del todo. No sé qué me indujo a fumar, probablemente aparentar mayor, pero tampoco el argumento para dejarlo; el caso es que no fumo, aunque solo abandoné el pitillo, no maté el deseo de volver a quemar tabaco y exhalar con placer el humo contaminador.
No fumar. Mi atasco nasal desapareció junto con las toses matutinas y mientras los dientes blanqueaban comencé a gozar de sabores olvidados, escondidos tras la pátina diaria de fenantrenos; podía subir escaleras sin resollar ni recalar en cada descansillo; el cutis mejoró y los ronquidos guturales desaparecieron€ quizá gané kilos y mi humor se enturbió un tanto, pero serían daños menores comparados con salir de la alta probabilidad de sufrir cáncer. «En cinco años estarás en igualdad de probabilidades de enfermar que quien no haya fumado nunca», y hasta hoy. Pero ya habían pasado 25 años desde mi iniciación tabáquica, muchas pesetas quemadas, más las paredes, cortinas y ropas infestadas de malos olores por el fumeteo diario. Con mis disculpas a tantas personas a quienes hice fumadores pasivos. No soy del 51% que nunca fumó, sino del 25% de exfumadores o exapestados, según se mire. Comencé a observar de reojo al 30% (22% fumadores habituales) de mayores de 16 años que dan caladas sin las dudas de Hamlet. Dudas que yo sigo teniendo, aunque sepa que el tabaquismo es responsable del 84% de cánceres de pulmón y laringe, entre otros muchos, del 33% de los tumores y produzca en el Estado 56.000 muertes al año (13,5% del total). Tal vez porque las endorfinas que produce la nicotina no te abandonen nunca, lo que explica que en el mundo más de 1.350millones de personas sigan siendo fumadores activos y mueran 3,5 millones/año por ello. Pero aún con estas cifras de escalofrío, hablamos de pandemia de coronavirus mientras el tabaco es legal y circula entre los jóvenes como reguero de pólvora.
Monitorizar el consumo, proteger de malos humos, ayudar a quien lo deja, advertir de los riesgos, cumplir las prohibiciones tabáquicas, acotar espacios al fumar, aumentar precio y subir impuestos… Son medidas saludables, pero pese a que esto se contempla en la ley vigente, entre adolescentes de 14-18 años fuman el 29% de ellos y ellas un 33%; se empieza antes que en otros países y es la segunda droga más consumida tras el alcohol. ¿Podemos olvidar los beneficios de las empresas tabaqueras y del Estado en sus impuestos?
Me pregunto si resuelve la duda del fumador/a ante su cigarro el saber que se gasta mucho en deshabituar, pero se falla en evitar que los jóvenes entren al humo como el toro al trapo rojo.
La experiencia dicta que para no llegar a la excedencia tabaquera lo mejor es no empezar y que este ideal de reflexión a posteriori de post fumadora se pudiera hacer en la adolescencia; pero como nadie aprende en cabeza ajena tendremos muchos «31 mayo» para cantarnos «fumando espero€».
nlauzirika@deia.com@nekanelauzirika
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