Desaforar, pero menos

Si la Historia se repite, la historieta, ni les cuento. Ahora vuelve a tocar la milonga de la eliminación de los aforamientos. Por un ratito, no se crean, que hasta empiezo a sospechar que esto que escribo se está quedando viejo según tecleo. Les dispenso de leerlo, si andan con prisa o les da pereza. No creo que me vaya a salir nada muy diferente a las otras veces en que los prestidigitadores de la política hispanistaní han querido dárnosla con queso sacando el mismo conejo de la chistera. Con todo, reconozco que me sorprendió que lo hiciera Sánchez. De Rivera, vendedor de humo compulsivo, trilero sin complejos, no me extraña en absoluto que venga a colarnos la filfa. Que el recién llegado a Moncloa tenga que recurrir tan pronto al birlibirloque da a entender que se le están acabando los fuegos artificiales.

Más allá de eso, las propuestas de la camarilla naranja y del presidente inesperado se parecen en su inmensa racanería a la hora de quitar patentes de corso y en su indisimulada intención de blindar aquellas instituciones y magistraturas del Estado por las que justamente debería empezar la reforma. La cosa tendría que ir del rey (o sea, de los dos reyes, el emérito y su vástago) abajo. Si se buscara que se queden a cuerpo gentil ante la Justicia, como estamos el resto de los mortales, todos y cada uno de las miles de personas que actualmente mantienen ese privilegio (algunas, ojo, contra su voluntad), cabría tomarse en serio la propuesta y cada quien quedaría retratado. Pese a mi largo carrerón de vaticinios fallidos, aquí sí me atrevo a apostar que eso no lo verán nuestros ojos. Ojalá me equivoque.

Rajoy, registrador

A tres horas del debut de España en el Mundial de Rusia, se conoce que Mariano Rajoy ha comunicado su renuncia también al escaño en el Congreso de los Diputados, genio y figura hasta su sepultura política. En la noticia se añade que ya ha pedido el reingreso como registrador de la propiedad, lo que provoca una mezcla de estupor, ternura y aroma de cutrez institucional. Estará muy bien lo de evitar las puertas giratorias, pero chirría un tanto la imagen de un señor que ha ocupado una de las más altas magistraturas del Estado escriturando un dúplez con plaza de garaje y trastero en Santa Pola, que es donde tiene la plaza. Y tampoco es que esté mal pagada la cosa, pero quizá cabría encontrar algo intermedio entre esto y los consejos de administración remunerados a millón.

Eso aparte, en este mutis hay una cuestión que, como dijo él mismo sobre la cerámica de Talavera en uno de sus célebres ditirambos, “no es menor, o dicho de otro modo, es mayor”: habrá que reconocerle al expresidente del PP y de España sus redaños para marcharse a cuerpo gentil en lo jurídico. Sin el aforamiento de su acta, se las puede ver en los juzgados ordinarios mañana o pasado mañana. Y ojo, que parece que hay una fila de causas de color marrón acechándole. No suena descabellado, por ejemplo, que lo citen para pedirle explicaciones por el famoso Eme Punto Rajoy. Estemos preparados para que le toque protagonizar algún que otro telediario. Y suerte tendrá si la cosa se queda ahí, porque teniendo en cuenta algún que otro precedente y la gravedad de los sumarios, tampoco se puede descartar otro desenlace. Por si acaso, Mariano, sé fuerte.

Santa Rita Rita

Santa Rita Rita no devuelve lo que quita. De momento, el acta de senadora se lo guarda, que al ser por designación autonómica, haya o no haya terceras elecciones, le da tres años más de vidilla aforada. Con su suelduplón correspondiente, por descontado, y además, ahorrándose la cuota del PP, porque el carné —“Lo tuyo es puro teatro”, pone la banda sonora La Lupe— sí lo ha entregado. Curiosa forma de dimitir sin dimitir, de irse quedándose, de avisar a los atribulados navegantes del bajel pepero que ojito al Cristo, que es de plata.

Piensen regular y acertarán. Cien a uno a que en su móvil hay un mensaje conminándole a ser fuerte, habitual cortesía para con los conmilitones enmarronados del ciudadano Rajoy Brey. ¿Cómo no recordar al mengano que se eterniza en funciones gritando “¡Rita, eres la mejor!” con ese aire de cuñao piripi que gasta cuando se viene arriba en los mítines? Cuando hagan el biopic o el novelón sobre la doña, ese será el momento en que el espectador o el lector sabrán que está jodida. No hay un genovés caído en desgracia —Matas, Camps, y tantos más— cuyo calvario no haya empezado tras los encendidos elogios de su jefe.

Sobran el cava y el confeti. No hay lugar para las celebraciones. Nos queda aún mucho por ver, y será mejor que abandonemos cualquier esperanza de que se haga justicia. Por todo castigo, habremos de conformarnos con estos malos ratos que estará pasando la propietaria de incontables bolsos de Louis Vuitton. A algunos, y tenemos mil precedentes, el Supremo les aprieta pero no les ahoga. Y si confían en que, por lo menos, se pague el precio en votos, también van dados.

Arraiz en la tómbola

Falta la banda sonora de Marisol. La Justicia española es una tom-tom-tómbola. Pero no de luz y de color, claro, sino siniestra y sombría. Por añadidura, con trampa y cartón para llenar cuatro trasatlánticos. Los trileros de la bolita del rastro son catedráticos de ética al lado de los feriantes con toga que determinan, conforme a los que les sale de salva sea la parte —llámenle ideología, intereses personales o Razones de Estado— la suerte que corren los atribulados portadores de boletos.

En esas está ahora mismo el presidente de Sortu, Hasier Arraiz. Mañana empieza a girar su bombo en el Tribunal Superior del País Vasco, e igualmente le puede caer la muñeca chochona que el perrito Nicolás, el que mola mucho más. Aquí cambiamos de música. Toca Jarabe de Palo (esperemos que no en sentido literal) y su canción Depende. Según salga el sol de sus señorías y de las beneméritas (ejem) entidades que ejercen de acusación particular, le pueden caer seis años de cárcel y otros tantos de inhabilitación o puede evitar la trena, si bien quedando imposibilitado para desempeñar un cargo público.

Esto último fue lo que les ocurrió a las otras 35 personas juzgadas por la misma causa. A Arraiz, manda pelotas, la misma condición de aforado que a otros les sirve para marchar de rositas le puede suponer una pena más dura que a sus compañeros. Eso es una tropelía sobre la arbitrariedad fundacional que consiste en la persecución judicial de unas personas, las detenidas en Segura aquel infausto día de 2007, que ya ha quedado acreditado que trabajaban para acabar con el ciclo violento de ETA. Que sea para bien, Hasier.

Intocables

Como la Justicia es igual para todos y tal, el censo de aforados en el reino hispanistaní asciende a 10.000 caballitos blancos. Es decir, diez millares de individuos que, en caso de comisión presunta o fehaciente de un delito, solo pueden ser juzgados por el Tribunal Supremo. Importa tres que se trate de un calentón en una discusión de tráfico, una agresión sexual, malos tratos, un atraco a mano armada, la organización de una banda parapolicial o los cohechos y cazos de rigor. Llegado el momento de rendir cuentas, les cabe acogerse al sagrado jurídico de una instancia que tiene por costumbre echar pelillos a la mar en un par de folios. Felipe González, Yolanda Barcina o José Blanco son tres de los muchísimos agraciados por esta lotería trucada. La colección de indicios clamorosos que habían recopilado voluntariosos instructores de a pie se quedó en papel mojado cuando llegó a la mesa de los supertacañones con galones en las puñetas, tipos, por lo demás, que adeudan su puesto a los mismos sobre cuyas faltas deben decidir. Hoy por ti, mañana por mi.

Para mayor abundamiento en el sobeteo de bajos que supone este flagrante agravio, todavía tienen el desparpajo de vendérnoslo como una salvaguarda de la democracia. Juran, o sea, perjuran, que el aforamiento no es un privilegio sino el modo de preservar a los representantes de la soberanía popular de denuncias y/o querellas de motivación política. Ya, por eso en Francia o Italia solo hay un cargo —el de jefe de estado— sujeto a esta prebenda y en Gran Bretaña o Inglaterra no hay ninguno. Luego se ponen como hidras si se los señala como casta.