¿Queréis alarma? ¡Tomad!

Bueno, pues ya tenemos el deseo concedido por nuestro particular genio de la lámpara. Recién llegado de fotografiarse contumazmente sin mascarilla en El Vaticano —¿qué decíamos de Trump y Bolsonaro por lo mismo?—, el redentor Sánchez Castejón ha escuchado las preces de sus vasallos y nos ha concedido un estado de alarma de toma pan y moja. ¡Hasta el 9 de mayo de 2020, oigan! No lo hay más largo en nuestro entorno inmediato, a ver qué dirigente europeo se atreve a bajarse la bragueta ejecutiva y medírsela con el mejor dotado de los gobernantes de este lado de Occidente. Bien es verdad que te tienes que reír (por no llorar un río) al aplicar la lupa y comprobar que el toque de queda en Hispanistán comienza a las once de la noche, cuando los componentes del populacho hemos tenido tiempo de sobra de socializar el virus a modo con nuestros compadres.

Más allá de la melonada horaria, qué gran triunfo para los conspicuos defensores de las libertades civiles. Resulta que para evitar que cercenaran (supuestamente) una, la de reunión, nos encontramos ahora mismo con un decreto que permite tumbar durante medio año ese derecho fundamental y otras diez docenas más sin dar ninguna explicación. En resumen, se ha hecho un pan con unas hostias. Hasta tendría gracia si no fuera porque hay gente que sigue muriendo.

Contagiar, derecho fundamental

De récord en récord, y me llevo una. Plusmarca de contagios en la Navarra ya confinada —rozando los 600— y máximo histórico (hasta mañana o pasado mañana) en la demarcación autonómica, con 1.033 positivos de vellón y las UCIs empezando a sudar la gota gorda. Pero calma al obrero, que la autoridad judicial rampante en la CAV, el muy superiormente moral TSJPV, ha decidido por sus togas bonitas que limitar los encuentros de más seis personas es un atentado del copón de la baraja contra los derechos fundamentales, así que no hay tutía. Venga a juntarse familias y cuadrillas en el número que les salga de la sobaquera para compartir fluidos, aerosoles y gotículas de acuerdo con las garantías jurídicas inquebrantables. Que, oiga, puede usted acabar intubado o, si la dicha es adversa, en el hoyo, pero con la satisfacción de haber ejercido su plena libertad… a morirse y a matar al prójimo.

Así que con esas, a la autoridad que de verdad creíamos competente no le ha quedado otra que decretar un puñado de medidas descafeinadas y espolvorear un ramillete de recomendaciones sometidas al buen juicio de la ciudadanía. O sea, que nos podemos ir dando por jorobados. Gila revive. ¿Está el virus? ¡Que se ponga! Oiga, ¿podría usted parar la pandemia unos días hasta que los jueces nos den la venia para salvar vidas?