¿Investigar en sede parlamentaria los (presuntos, ejem) pufos campechanos de su emérita majestad borbónica? Hasta ahí podían llegar los hoy usufructuarios del partido en que militaron Pablo Iglesias Posse, Clara Campoamor o Julián Besteiro. Incluso el audaz Pedro Sánchez, aquel que le lloró a Évole que los poderosos le hacían la cama, tiene un non plus ultra, o sea, una línea azul que no va a traspasar. Sí, justo esa, la misma que Felipe Equis González, José Luis Rodríguez Zapatero, el difunto Pérez Rubalcaba y hasta los versos libres profesionales como Odón Elorza. En cinco palabras, la monarquía no se toca. Da igual la pasada que la presente o la por venir. Luego, ya si eso, nos ponemos requetesolemnes cada 14 de abril, trajinamos de aquí para allá la momia de Franco o rendimos sentido homenaje a los integrantes españoles de la Nueve que liberaron París.
¿Y eso, aunque sea a costa de pelearse con su socio de Gobierno? No contesten, que los interrogantes eran retóricos. Como en las rencillas por la subida de la luz, el bloqueo del salario mínimo, la propuesta para aumentar los años de cotización o cualquiera de las mil y una materias de gresca pública, de momento todo es balacera de fogueo. Ni siquiera un rey trincón es capaz de romper la sociedad de auxilios mutuos que gobierna en España.