No vuelva

Ni sé ni me quita el sueño el porqué de la espantada de la tal Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Como tantos, un segundo después del lacrimógeno anuncio, tuve la tentación de dar rienda suelta a mi imaginación y apuntarme a las quinientas teorías de la conspiración sobre su marcha que torrenteaban en Twitter. El restito chiquitín de humanidad que resiste en mi interior me advirtió de lo mal que me sentiría si de aquí a tres meses se publicaba la necrológica de la dimisionaria. Por si acaso, mejor no precipitarse en la búsqueda de pies suplementarios al gato y quedarse en la posición del loto asistiendo al espectáculo. Y qué espectáculo, oigan. El rojerío, de fiesta mayor; los templados del PP, disimulando hurras; y lo mejor con diferencia, los huerfanitos extremodiestros llorando a moco tendido con banda sonora de Jeanette: Todas las promesas de mi amor se irán contigo, ¿por qué te vas? Laralalá…

Fue cuestión de minutos que los propios dolientes empezaran a ladrar por las esquinas la respuesta a su pregunta melódico-retórica. Según ellos, que beben la bilis de fuente directa, la interfecta no se va sino que la han ido. Rajoy, que gobernando estados es un manta de cuidado, es sin embargo insuperable manejando partidos y cortando cabezas levantiscas sin que nadie llegue a intuir la catana. La ahora ex-lideresa le estaba dando más guerra que los ya cadáveres políticos Cascos, Rato, Zaplana o San Gil —por citar solo unos pocos—, pero la paciencia pontevedresa terminó, como siempre, dando frutos. Confiesan los esperanzólogos en sus portadas de luto que la doña llevaba un año largo rumiando el portazo. No seré yo, sin datos, quien les enmiende la plana.

De hecho, como anotaba al principio, me importan medio higo las causas y los azares de la condesa en calcetines. Si no fuera por su capacidad para hacer daño, jamás la hubiera tomado en serio. Váyase, pues, por la sombra. Y no vuelva.

Como poco, canallas

(*) Escrito antes de que se supiera que la diputada del PP Andrea Fabra gritó «¡Que se jodan!» mientras Rajoy anunciaba el brutal recorte de las prestaciones a los parados.

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Comprobada la inutilidad de los argumentos racionales, y aunque sea una claudicación para quienes vamos por ahí apelando a la cordura, sólo quedan los que salen de las vísceras. Bien quisiera uno contar hasta mil, respirar profundamente, armar una sonrisa presentable y explicar por enésima vez por qué hasta el que reparte las cocacolas sabe que la brutal tarascada a nuestros derechos que anunció Rajoy el miércoles nos acerca más a la extrema unción que a la curación. Ahí está Grecia, ¡joder!, como ejemplo de lo que pasa cuando únicamente se practican sangrías y amputaciones. Pero ya digo que es en balde hacer acopio de asertividad e inventariar lo evidente. Por eso llego aquí con la bilis más allá del punto de ebullición a acordarme de toda la parentela presente, pasada y futura de los canallas que han perpetrado esta nueva infamia.

Sí, canallas, que aun es precio con descuento, no vaya a ganarme una querella por llamarles lo que de verdad tengo en la punta de la lengua. Y no ya por el qué sino por el cómo, que hay que estar hecho de la peor mugre para saludar con una ovación y rostros sonrientes el anuncio de lo que hasta el periódico más facha llama “el mayor ajuste de la democracia”. ¿Se puede saber de qué se descojonaban —no me lo invento, hay imágenes— Soraya pansinsal, Mister Burns-Montoro, el paquete De Guindos, ese peligro público que atiende por Gallardón o todos los demás chiripitifláuticos que apoyan su culo blindado en el banco azul? Ellos, claro, y los del gallinero de la mayoría absoluta, con Alfonso Alonso y Leopoldo Barreda en vanguardia de la carcajada en nuestra puñetera cara.

No contesten. Era una pregunta retórica. Además, ya tienen bibliografía presentada: con la misma algarabía festiva le hicieron la ola en 2003 a Aznar cuando metió a España en la guerra de Irak. Como entonces, los que van a sufrir ahora son otros. Y eso, faltaría más, hay que celebrarlo.

El códice rajoyano

Decían que a Zapatero le gustaban las fotos más que a un tonto una tiza, pero en apenas seis meses Rajoy ya tiene un álbum de mayor volumen que el que coleccionó el leonés en dos legislaturas. La última, salvo que en las horas que median entre la entrega y la publicación de esta columna haya habido otra, que podría ser, lo muestra con gesto magnánimo entregando al arzobispo de Santiago el dichoso Códice Calixtino tan negligentemente custodiado en la Catedral de los botafumeiros volanderos. “Y la próxima vez tenéis más cuidado”, parece decirle en la instantánea el registrador de la propiedad en excedencia al baranda eclesial.

La suerte es que era domingo y que los temibles mercados no están muy pendientes de estos ecos de sociedad localeros, porque si no, haría ya un buen rato que los hombres de negro estarían instalados en Moncloa barriendo las migajas del bienestar que aún quedan en la piel de toro. Si necesitaban alguna prueba más de la nula seriedad imperante al sur de los Pirineos, esa imagen berlanguiana del prócer obsequioso y suficiente junto a un encasullado vale por cien auditorías. Y menos mal que no estaban Cospedal o la lideresa Aguirre tocadas con peineta y mantilla española.

El retrato ha sido, en cualquier caso, el digno final del chusco asunto del robo del incunable. Al principio nos hicimos ilusiones de una trama a lo Dan Brown, con lo más granado del hampa internacional y poderosísimos intereses de fondo, y ha resultado una cutre actualización de la picaresca del siglo de oro. Ni traficantes de arte a gran escala, ni sectas milenarias, ni banqueros suizos. Todo se ha quedado en un chispas rebotado con tendencia a la cleptomanía, un deán escapado de alguna obra de Wenceslao Fernández Flórez y unos brazos tontos de la ley que han tardado un año entero en echar el guante a quien ahora dicen que siempre fue el primer sospechoso. Vamos, lo normal, la marca España.

España soberana

Veo la apuesta de Iñigo Urkullu y la subo. Decía ayer el presidente del EBB que parece que el Gobierno español no tiene soberanía. Sobra el primer verbo. No es que parezca, es que no la tiene. En la piel de toro —incluyo Portugal y los territorios insulares anejos— lo único soberano que debe de quedar a estas alturas es el brandy rascapechos que se publicitaba apelando a la testosterona. Todo lo demás son cervices inclinadas y ronzales de los que tira una correa que llega a Bruselas, que no es la capital de Bélgica que nos enseñaban en la escuela, sino el nombre dulcificado de Berlín. Es al pie de la puerta de Brandenburgo, símbolo de libertad u opresión según la cambiante historia de esa entelequia llamada Europa, donde se hace restallar el látigo. Y todos los demás, a joderse y a bailar al ritmo de los fustazos, que más cornadas dan los mercados.

Es cómico y trágico al cincuenta por ciento que los que se envuelven en la rojigualda y se proclaman quintaesencia del patriotismo hayan capitulado ante el invasor sin oponer la menor resistencia. Claro que tampoco es tan raro. En la Francia ocupada, los colaboracionistas presumían de ser los primeros adalides de la grandeur. Los nazis, que como la mayor parte de los criminales, no tenían un pelo de tontos, les dejaron seguir creyéndose los hijos de Napoleón y les regalaron alcaldías, prefecturas y hasta el mismo gobierno para que hicieran por ellos el trabajo sucio.

Salvando alguna que otra distancia, hoy al sur de los Pirineos estamos en las mismas. Nominalmente, hay un Gobierno en Moncloa. A su frente están un registrador de la propiedad de Pontevedra, una joven ambiciosa que todavía no ha empatado un partido, un charlatán que vendía peines y subprimes y un contable gris que parece sacado de una película de José María Forqué. Su función es firmar, vestir el muñeco y callar. Háblenles a estos de soberanía, a ver qué cara se les queda.

Doctor Mariano

Estos ciento y piquísimo primeros días de Rajoy se están pareciendo mucho a un capítulo de House. De la trepanación a la amputación pasando por la liposucción y la sangría con sanguijuelas, cada tratamiento decidido al tuntún empeora al paciente por segundos. Quien conozca la serie sabrá que sólo hay dos desenlaces posibles: o bien después del sádico encarnizamiento terapéutico se descubre de chamba que el mal consiste en un simple catarro curable con jarabe y gárgaras de miel con limón o se llega a esa misma conclusión… pero en la autopsia. Tiene bemoles que haya que rezar para que la opción que nos depara el destino sea la primera, aunque al ritmo de fiascos en el diagnóstico del doctor pontevedrés y su pinturero equipo, me temo que tenemos bastantes más boletos para el requiescat in pace.

De hecho, ya nos han dado por muertos. ¿Qué otra cosa sino eso es la advertencia de que el paro seguirá creciendo en toda la legislatura? Hay que tenerlos blindados. Hace cinco meses pedían el voto asegurando poco menos que para su recua de sabios esto era una ñapa de dos tardes. Ahora que ya están atornillados al machito, avisan que se van a tirar otros cuatro años demoliendo por aquí y por allá para dejar las cosas peor de lo que estaban. Con una mayoría pluscuamabsoluta como salvoconducto. Su sensación de seguridad y suficiencia es tal, que se permiten anunciar medidas —de esas a las que se oponían con uñas, dientes y cara de asco— a doce meses vista. Y al que no le gusten, que proteste.

Esa es la otra, que también tienen amortizadas las protestas. A ver qué pasa hoy, primero de mayo y cierre de puente, en las calles. Mucho me temo que nada que vaya a evitar que el viernes en la hora maldita de la sobremesa suelten la enésima patada en la boca del estómago de lo que todavía llamamos, qué ilusos, estado de bienestar. Dirán que es una terapia vanguardista contra el lupus, como en House.

Hombro de militante

Si el codo de tenista —o epiconditis*, en la nomenclatura científica— es una de las peores jodiendas físicas que te pueden caer encima, no le debe de ir a la zaga otra dolencia que aún no está descrita en la literatura médica: el hombro de militante compromisario. ¿Se han parado a pensar cómo se les ha tenido que quedar el omóplato, el cuello y el costillar a los abnegados levantadores de cartulinas amarillas con un “sí” estampado en negro que hemos visto estos días en el congreso a la búlgara del PP? En cada sesión les ha tocado subir y bajar el brazo derecho (cuál si no) no menos de cuatrocientas veces para mostrar su adhesión inquebrantable a lo que sea que les propusieran los guardianes de la ortodoxia gaviotil. Normal, que a la hora del recreo, además de a fino y manzanilla, oliera a Reflex y linimento. Es el precio de la obediencia debida y de no perder el favor de quienes hacen las listas o reparten las poltronas, ahora que las tienen casi todas.

¿Qué ha ocurrido para que los que apenas anteayer estaban a navajazo limpio y zancadilla sucia acaben bailando al mismo son? La explicación más obvia es que han conquistado el poder o, mejor dicho, los diferentes poderes de casi toda la piel de toro, y no hay argamasa que una más que la aspiración a pillar cacho o, aunque sea, cachito. Pero para que eso haya sido posible, se tuvo que dar en el PP un fenómeno que es el que de verdad ha provocado la milagrosa transformación de jaula de grillos en rebaño de dóciles corderos: la laminación sistemática de casi toda la vieja guardia.

Ha sido una jugada tan hábil la de Rajoy, que se ha permitido dejar a Fraga (ahora ya espíritu) como tótem inofensivo y a Aznar como animador folclórico para que suelte esas cosas que entran por un oído y salen por el otro. El resto de los dinosaurios han pasado a la reserva y los díscolos han aprendido que, como dijo Guerra, el que se mueve no sale en la foto.

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* Una amable lectora con conocimientos de biomecánica e ingeniería de rehabilitación me ha enviado una correción técnica que comparto aquí:

«En tu último artículo aparece «epiconditis», en lugar de «epicondilitis» (o más técnicamente epicondilitis lateral o humeral). Esta patología afecta preferentemente a individuos que someten a sobrecarga funcional los músculos del antebrazo y realizan una repetición continua de movimientos, con lo que la etiología corresponde a traumatismos de tracción repetitiva o contracción muscular reiterada. Con esto quiero decir que por la analogía que expones, en realidad te querías referir a la «tendinopatía del manguito rotador» que es una lesión degenerativa localizada a nivel del tendón supraespinoso, cuyo estado agudo es característico de esfuerzos físicos repetidos de elevación anterior o hiperutilización del miembro superior por encima de la horizontal».

Ya veis cómo se puede patinar cuando se pretendía hacer una simple comparación. Mi agradecimiento a la lectora y a todas las personas que me ayudan a mejorar con sus aportaciones.

Una final sin principios

Por mi, Florentino se puede meter el Bernabéu por donde le quepa. Y como sobrará, que se lleven también su ración Mourinho, sus legionarios rompetobillos, los ultrasur y, en general, la piara de caballeros del honor —así se autodefinen en el himno— que se pasaron todo el partido del domingo berreando desde la grada “¡La final de Copa no se juega aquí!”. Que les ondulen con la permanén, que diría el Pichi del madrileñísimo chotis.

Pero debo de ser de los pocos que piensa así. Para mi pasmo, asisto a una especie de rogativa vergonzante ante el señor de los ladrillos y de Chamartín para que nos conceda la gracia de dejarnos pacer en su césped. El otro, que no y que requeteno, y la comisión petitoria, humillándose hasta el corvejón insistiendo en la súplica y nombrando —tócate las narices— a Basagoiti como embajador de buena voluntad para que el conseguidor Rajoy achuche al anfitrión que no quiere serlo. Y si no traga, que dicte otro de sus decretazos, ¿no?

Es curioso ver cómo los orgullos indomables pueden plegarse hasta adquirir el tamaño de un kleenex. A ver con qué cara reclamamos a partir de ahora la otra cuestioncilla que tenemos pendiente. Y a ver también cómo explican los sociólogos que ese ardor identitario que suele buscar coartada en un balón sea capaz de evaporarse ante la perspectiva de encontrar un local bien comunicado donde quepan más bufandas con sus respectivas gargantas. Luego, para ahuyentar las contradicciones y que no se diga, una buena pitada al rey, una foto para el Facebook con la ikurriña y la senyera como si hubiéramos conquistado Cibeles, y tan anchos. Gora Euskadi y Visca Catalunya, rediez.

Una pena, que fuera un bulo lo del ofrecimiento de la federación francesa para jugar en Saint-Denis. Habría sido una salida perfecta para este espectáculo que ha pasado de chusco para situarse en lo patético. Yo, que soy un romántico incurable, apuesto por Anduva.