En defensa de López

Patxi López se descarga un juego en su tableta durante el pleno monográfico sobre la pacificación y la convivencia. Inoportunidad sobre inoportunidad, y me llevo una. Menudo caramelo para sacar el flagelo y liarse a fustazos hasta el punto final de esta columna. Sería, a buen seguro, una tunda muy celebrada, que en sus versiones digitales se vería corregida y aumentada por comentarios del calibre más grueso. No me cuesta trabajo imaginar las decenas de Me gusta y/o retuits que cosecharía en esos tribunales de excepción que llamamos redes sociales. Pero, ¿saben qué? No pienso hacerlo porque sería el primero en ser consciente de que se trataría de una impostura.

A ver, ¿cómo es eso? ¿El plusmarquista mundial de atizarle a López en las modalidades badana, cielo de la boca y mixta, apartando de sí un cáliz del sabroso vino extraído de las uvas de la ira? Se maliciarán que he perdido facultades, que me ha venido un motorista de Sabin Etxea a pedirme que afloje o, qué sé yo, que me ha dado un jamacuco místico y en lo sucesivo solo me dedicaré a propalar la paz y el amor por las esquinas. No va por ahí, aunque ya sé que a algunos les encantará especialmente la segunda opción. Es, sin más y sin menos, que el episodio no me parece tan grave. Por supuesto que no es lo más edificante, sobre todo, si se suman las dos circunstancias concurrentes —juego y materia del pleno—, pero sería una exageración injusta elevar la anécdota a categoría. Ni de lejos creo que la conclusión que se puede extraer de la imagen es que al anterior lehendakari le importa una higa la pacificación. ¿Y lo del tren el día del comunicado? No mezclemos. Aquello fue un error mayúsculo y saberlo supone en sí mismo la peor penitencia. Respecto a otras actuaciones discutibles, ahí están. Me temo que en el examen de la normalización nadie sacará un diez. Pero Patxi López, fíjense quién lo dice, no obtendrá las notas más bajas.

Regeneradores

Hay palabras que me provocan un escalofrío trempante en el colodrillo. Regeneración, por ejemplo. Sé que no falta quien la pronuncia con la mejor de las intenciones o con la candidez con que de niños invocábamos los cuatro angelitos que nos guardaban la cama, uno por esquina. Otros se la llevan a la boca porque, teniendo mucho que callar, piensan que es mejor que les vean en la cabecera de la manifestación. Y los demás, uff, qué miedo. No hay una sola dictadura, incluyendo por supuesto la del bajito de Ferrol, que no se haya basado en la coartada regeneracionista. Es verdad que ahora mismo parece improbable un cuartelazo a la vieja usanza, pero no es descabellado del todo —más sudores helados— que venga un tiranuelo populista a pescar en urnas revueltas. Seguro que hasta son capaces de ponerle unos cuantos nombres masculinos y femeninos. Llámenme cínico, pero me quedo con el más ensobrado de los Rajoys antes que con cualquier Rosa Díez presuntamente sin mácula. Vamos, pero sin dudarlo.

Guardémonos, pues, de los regeneradores acelerados. De los que vienen con el catecismo de Lerroux desempolvado, como la susodicha o el cacique catódico Revilla, pero también de los recién conversos a la causa. Ver a Pérez Rubalcaba, con su currículum de cadáveres fríos, templados y calientes en el ropero, pidiendo la cabeza de Mariano produciría carcajadas de talla XXL si no fuera porque estamos de estricto luto. Ídem de lienzo, tener que aguantar moralinas de campeón de la limpieza al mismo Patxi López que anteayer no más defendía la honorabilidad de un prójimo al que cazaron despistando 109.000 euros a Hacienda y pagándose un chalé billete sobre billete. Y qué decir de cómo aplaudía una iniciativa dizque ética de un compañero de partido el mismo socialista que era baranda de Osakidetza cuando el pufo tremebundo de los exámenes filtrados, allá en los 90 de Gales, Filesas y Roldanes. ¿Regeneraqué?

La última

Despedida por todo lo bajo. Del no pasarán al acatamos, faltaría más, usted perdone, en qué estaríamos pensando. La montaña que pare el ratón, el viaje y las alforjas, Cagancho en Almagro, el pan hecho con unas hostias. Y por supuesto, ni barcos ni honra, como pudieron constatar en rigurosa primicia los 2.500 empleados públicos a los que les ingresaron la indebidamente llamada paga extra por la mañana y se la retiraron por la tarde, en cuanto el Tribunal Constitucional mandó parar. No hacía ni treinta horas que el lehendakari en los restos, digo en funciones, había advertido que ardería Troya antes de que los currelas de la administración autonómica se vieran compuestos y sin lo que les reconoce el convenio.

Iban a ser los únicos de su género que cobrasen en tiempo y forma, pero de pronto son los que se tienen que dar con un canto en los dientes si el nuevo gobierno vasco pone el turbo y ordena el anticipo de la de julio de 2013 al 3 de enero. Efectivamente, idéntico truco del almendruco que han hecho casi todos los demás entes, solo que con menos bombo y fanfarria. No es, ni de lejos, la solución ideal, pero es la que más se aproxima al pájaro en mano y la que, si de verdad hay voluntad, da margen para ver el modo de arreglarlo mejor.

Habrá quien sostenga que a estas alturas qué más da, que hoy mismo le dan la makila a otro y empieza un partido diferente o que, siguiendo la máxima recién aventada por Rodríguez Zapatero, lo hecho, hecho está. Ocurre que ahí nos las suelen dar todas. Abonados al tanta paz lleves como descanso dejas, resultamos un flete para quienes no tienen el mínimo reparo moral en liarla parda porque les sale gratis. No nos damos cuenta (o no queremos hacerlo) de que esa indolencia es cómplice. Esta ha sido la última de López, simplemente porque no hay tiempo material para que sea la penúltima. Y ha sido demasiado gruesa para anotarla a beneficio de inventario.

A pique sonriendo

Ahora mismo los valores más firmes del PSOE están sentados en los escaños azules del Congreso de los diputados. La pitonisa Báñez, el sacamuelas Montoro, el chiripitifláutico Wert y el resto de los apandadores marianos se hacen una oposición a sí mismos que jamás podrán imitar ni remotamente Pérez Rubalcaba, Soraya Rodríguez o Elena Valenciano. Ni en sus sueños más calenturientos podía el PP imaginar que iba a tener enfrente unos rivales tan escuchimizados ni que, para colmo, gastarían las poquitas fuerzas que les quedan atizándose entre ellos y luego fingiendo que todo va como la seda.

¿Hasta cuándo durará este drama disfrazado de comedia bufa? Por lo visto en la última Ejecutiva Federal, tiene pinta de que va para largo. De entre todas las estrategias posibles para detener la impúdica y patética descomposición a ojos del mundo entero, los herederos de Pablo Iglesias parecen haberse decantado por la que hicieron célebre los ex-tortolitos Cachuli y Pantoja: “Tú saca dientes, que les jode”. Y así salieron de lo que debió de ser una reunión parecida a la boda del otro día en el Hotel Londres de Donostia, mostrando a las cámaras una sonrisa Profidén y vendiendo la incomprable moto del cierre de filas y el respaldo a la búlgara de los actuales dirigentes. Para nota, el carismático Patxi López declarando ante el racimo de alcachofas correspondiente que su partido no tiene ningún problema de liderazgo. Alguien debería pasarle las encuestas en las que nueve de cada diez votantes expresan su desconfianza por Alfredo el de Solares.

Es de manual que el primer paso para solucionar un problema es reconocer que se tiene. Salvo dos o tres que, por lo demás, se callan en cuanto les chistan, nadie en el partido parece dispuesto a admitir que la fragata se va a pique. También es verdad que aunque se hunda del todo, los experimentados supervivientes que van en el puente de mando resultarán ilesos.

Adiós a Patxinia

Cuánta maldad. Fíjense que desde hace semanas —y no les cuento desde el domingo por la noche— no dejo de recibir puyitas irónicas. “Confiesa que lo vas a echar de menos, aunque sea un poquito”, me sueltan, junto a una sonrisilla construída con una boca y unos ojos de verdad o con un punto y coma y el signo de cierre de paréntesis. Pues no, en absoluto. Ni imaginan el profundo deseo y la perentoria necesidad de pasar esta página que sentía. Miento: sí se lo imaginan, me consta que a muchas y muchos de ustedes les ocurría exactamente lo mismo. Por eso sé que también serán capaces de comprender que la inmensa sensación de alivio es de largo más poderosa que el vértigo que da mirar al futuro y comprobar que lo que viene tiene dientes de tiburón y garras de puma. Creo que Iñigo Urkullu es el primero que sabe que se las va a tener que ver con una réplica del infierno a escala 1:1.

No quedará otra que entrar en ese capítulo, pero antes —de eso van estas líneas— hay que poner un epílogo inevitablemente incompleto al que estamos dejando atrás. Frente a ustedes saco mi pañuelo blanco y, sin lágrimas ni nada que se les parezca, le digo adiós a Patxinia. Quién sabe, puede que el tiempo y algunos historiadores con vocación respostera hagan un apaño con esta época de tinieblas y al final resulte que no fue para tanto. Por mi parte, les pongo por testigos de mi empeño en guardar el recuerdo sin aditivos ni colorantes. ¿Por rencor o revanchismo? No va por ahí; se me dan fatal las vendettas. Es simplemente que me niego a trampear la memoria.

Vindico y reivindico cada vivencia. Igual las regulares que las pésimas como esta que me ha hecho descender no sólo al pozo séptico de lo político sino, ay, de lo humano. Eso último es, con diferencia, lo que más me ha dolido durante estos tres años y medio. Hay comportamientos que no comprenderé ni aunque viva quince eternidades. Adiós, Patxinia, adiós.

Ciaboga

Cabalgaban a galope tendido (vale, trote cochinero) las tropas contencionistas del adelantado Don Francisco, batiendo el aire vascón con su desgarrador bramido —¡raca-raca, raca-raca!—, cuando los cielos se abrieron y de ellos descendió un rayo escocés que al tocar tierra se convirtió en urna. En el mismo instante en que los valerosos hidalgos de la unción bi-tricolor se aprestaban a pasar por sus aceros a la enésima bestia secesionista que Belcebú había puesto en su camino, los detuvo a puro grito un heraldo llegado de los cuarteles de invierno de Patxinia.

—Órdenes nuevas. —informó a los confundidos y decepcionados combatientes— Por lo visto, los augures que leen los posos de las encuestas y la bilis de los votantes dicen ahora que con todo ese rollo de los diques y los muros, vamos de culo. ¡Volvemos a ser vasquistas! Por lo menos, hasta el domingo por la noche. Cuando termine el recuento, ya dirá Don Rodolfo si nos toca vestirnos de abertzales o de transversales. Tened los dos trajes preparados, por si acaso. El de frentistas, no, que esta vez no sumamos ni de coña.

—Entonces, ¿qué hacemos con esa? —preguntó uno de los avinagrados soldados señalando la urna envuelta en la cruz de San Andrés— ¡No podemos dejarla sin castigo! ¿No ves que es la viva imagen de Urkullu con falda de cuadros y gaita al hombro? ¡Seguro que lleva tatuada en la nalga la marca de la pepsicola!

—Ya lo sé. —contestó el mensajero— Y si te descuidas, un mensaje de Arnaldo grabado de extranjis en la cárcel esa que parece un photocall, pero ya os he dicho cuáles son las consignas. Si no lo creéis, aquí tenéis la prueba.

Según lo decía, desplegó una página del diario de confianza donde se leía: “El Gobierno vasco pone a Escocia como ejemplo para hacer el referéndum”. Y debajo: “López defiende un referéndum si es previo acuerdo”.

—Joder, pues era verdad. —se oyó una voz— Otra vez vasquistas. Qué sinvivir…

No es la beneficencia

Por enésima vez, la gran mentira de la campaña, que en realidad es mucho peor que la mera falta a la verdad. “Los vascos cobran sus pensiones por la solidaridad de los españoles”. Firma Patxi López, que ha hecho de la mendaz letanía su estandarte en la cacería de votos, junto a la morralla dialéctica del muro de contención y el espantajo de los apellidos. Conclusión preliminar: no se dirige a quienes sabe que ya no podrá convencer para la reelección sino que oposita a secretario general del PSOE. El fin y los medios. Del mismo modo que hace tres años y medio se le vistió de cordero vasquista y transversal —ya hemos visto con qué resultado—, ahora sus monosabios le rellenan con serrín la taleguilla rojigualda y lo sacan a marcar paquete españolero, que es lo que cotiza al alza en un partido a la deriva incapaz de hacerle la menor cosquilla al Gobierno de Rajoy.

No cabría demasiado que objetar a tal aspiración. Como mucho, habría que anotar que en esto, igual que en su promoción primero a líder del PSE y después a lehendakari, él no es más que un extra. La maliciosa broma que ha circulado sobre el anagrama PLL encierra, más allá de la chanza, un retrato muy preciso de una de las personalidades políticas más vacías de la generación actual. La ambición y las ganas de figurar por encima de sus capacidades lo han convertido en un polichinela manejado desde la sombra y a voluntad por el ganador de todos los congresos de su formación, que ahora se ha fijado Madrid como próximo objetivo.

Para quienes la libran, puede que en la batalla por conquistar el desierto de Ferraz valga todo. Si quedara una gota de decencia, sin embargo, debería excluirse el insulto sistemático a los pensionistas. A los vascos, a los murcianos, a los gallegos o a los madrileños. La Seguridad Social no es la beneficencia. Cada perceptor de una pensión se la ha ganado tras años —a veces más de cuarenta— de cotización.