Exiliados

Por esas casualidades de la vida que seguramente no lo son, en los últimos días un político de acreditado oportunismo y tres o cuatro esparcidores de incienso constitucionalista (léase anti abertzale) han vuelto a remover con un zurriago el delicado caldero hirviente de los exiliados. Nadie mejor que ellos debería conocer el discreto y laboriosímo trabajo que está haciendo en este terreno desde hace varios meses el Gobierno Vasco. Sí, el de Patxi López y Rodolfo Ares, bendecido y sostenido por el PP, que cuando se lo propone y se confía a gentes que no usan anteojeras ideológicas, es capaz de hacer las cosas medianamente bien. Lástima que vengan a pisarle la manguera bomberos de su mismo retén.

No creo que haya nadie con dos dedos de frente y un gramo de corazón que niegue que la violencia de ETA expulsó de su tierra a muchísimas personas. Facilitar su vuelta y ayudarlas a comenzar de nuevo es un acto de justicia que, como tantas asignaturas que tenemos aún pendientes, debería implicarnos a todos. El diabólico problema que nos encontraremos (que, de hecho, ya se están encontrando los que han acometido la tarea de su identificación) es establecer su número, siquiera aproximado. Las cifras que se manejan se quedan estratosféricamente lejos de los doscientos mil acuñados por Fernando Savater y luego recrecidos hasta el doble por él mismo y otros mariachis de la hipérbole malintencionada.

Salvo que haya alguna intención de ocultarnos los datos, ese pútrido mito está a punto de saltar por los aires y caer hecho pedazos sobre sus zafios inventores y difusores. ¿Por qué en esas columnas y en esas soflamas que mentaba al principio siguen blandiendo la cifra mágica? ¿Por qué continuar alimentando una mentira que, si siempre fue increíble, ahora además va a ser desenmascarada con pelos y señales? Simplemente, porque la verdad y cualquier cosa que se le parezca les importa un carajo.

De pronto, Superlópez

Fue un destello, tal vez un fogonazo, una golondrina que seguramente no hará verano o una de esas insólitas ocasiones en que, como canta Fito, se acierta por error. ¿Un pájaro, un avión? ¡No! Era Superlópez, con la capa recién planchada y un imaginario rizo engominado cayéndole sobre la frente mientras le escupía las verdades del barquero al vecino tocapelotas del piso de al lado. En cinco minutos que se antojaron de dibujos animados lo dejó a la altura del musgo. Cacique y antivasco fue lo más suave que le largó el Naranjito jarrillero al Zruspa riojano. De postre, lo de los abortos y, para el que quisiera repetir, un mandoble al PP que lo sostiene y un coscorrón al Gobierno español a la fuga —carne de su propia carne— que lo consintió.

Si se perdieron ese instante mágico, sublime, de conjunción mística de todas las fuerzas del universo tras el atril de Nueva Lakua desde el que habló el Hombre Nuevo (pero nuevo, nuevo), deben buscarlo en Youtube. O en el top-manta, que un prodigio así es digno de editarse en DVD y ser pirateado. Con banda sonora de Encarnita Polo, por supuesto. Pongan la música mientras lo leen, que si no, no tiene gracia: “Suspira el viento, tocando las campanas, Patxi, tocando las campanas, Patxi, tocando las campanas, Patxi, Patxi, Patxi, de los conventos. Patxi, Patxi, Patxi… es mi Patxi, Patxi, Patxi, Patxi”.

Dirán que estoy exagerando, pero les juro que no. El de Portugalete parecía… ¿Con qué se lo compararía yo? ¡Ah, ya sé! Era clavadito a un lehendakari, oigan. Dos años, ocho meses y ciento y la madre de asesores después, consiguió ser, siquiera efimeramente, lo que dice su tarjeta de visita. ¿Se repetirá? Hombre, Iñigo Martínez ha marcado dos goles desde su propio campo en apenas un mes. ¿No podemos esperar que pasado mañana López le diga a Basagoiti que se meta sus enmiendas por donde le quepan o que le mande cerrar la bocaza a Blanco? Por soñar…

Tragar y callar

Vayamos haciendo acopio de palomitas, que no nos va a faltar entretenimiento en los catorce meses —sí, todos esos todavía— que quedan de legislatura en la CAV. Lástima que no resultará la pelea igualada y emocionante que nos gustaría a los que apreciamos el buen pugilato político. Tendrá más de pressing-catch amañado donde de antemano están repartidos los papeles de los contendientes. Al PSE, ni lo duden, le toca encajar las guantadas y callar. Mejor, con una sonrisa, como la que exhibieron anteayer José Antonio Pastor e Idoia Mendia al proclamar urbi et orbi que les volvía locos de felicidad tener que comerse con patatas el paletón de enmiendas a sus presupuestos que les había echado encima su socio y sostén.

Ojo, que en el paquete va un caprichoso canon de capitalidad que se le ha ocurrido a la supernova en ciernes Maroto y la fumigación de las ayudas a las víctimas de motivación política. Si lo primero pasa como gamberrada, lo segundo es una tarascada lanzada a muy mala leche contra lo poco en que hemos visto medianamente firmes a los socialistas vascos. Pues ni por esas. Testuz abajo y a seguir tragando quina.

Entre tanto asesor con fluorescente adosada en el entrecejo debería haber por lo menos uno que advirtiera de los beneficios de dar un puñetazo en la mesa de vez en cuando. Cada chantaje pagado es el anticipo de otros dos o tres por venir. Acabará López subiendo a la luna para ponérsela a los pies de Basagoiti, y ni aún así dejará de pedir el agasajado más pruebas de amor, o sea, de sumisión.

Que alguien en Nueva Lakua se detenga a echar cuentas y vea si les sale rentable ir entregando los barcos y, además, la honra. En el ejercicio puede ser de ayuda la tabla con los resultados de las últimas elecciones. Innegable, sí, el batacazo del PSE, pero así y todo, le sacó unas traineras de votos al PP. Es la tercera fuerza vasca. ¿Por qué se deja mangonear por la cuarta?

No hay prisa

Comprobada la cualidad de mis profecías para cumplirse exactamente al revés de lo que anunciaban pero de acuerdo con mis verdaderos deseos, me animo a aventar otra. Va: no habrá elecciones anticipadas en la CAV. Es más que un presentimiento. Hasta tengo algo parecido a una argumentación.

Empecemos por lo obvio. Definitivamente mutado en lapa, Patxi López (¿Dónde estás, corazón? No oigo tu palpitar) se va a agarrar a la penúltima chincheta ardiendo que les queda a los socialistas en el mapa peninsular, teñido casi todo él de azul gaviota. Vale más lehendakaritza en mano, aunque sea con fecha de caducidad, que cien primogenituras volando en un partido que ya de por sí se ha convertido en éter. Váyanse dando zurriagazos barones y fontaneros, que si es caso, el de Portugalete se presentará a cobrar la herencia cuando haya acabado con la última alfombra de Nueva Lakua. ¿Que ha dicho que no aspira a ello? Será por palabras incumplidas.

Basagoiti tampoco va a apremiar por el desalojo. A él plim, que duerme en el Pikolín de la mayoría absolutísima de su nave nodriza y hasta lo mientan (ay, que me da…) como ministrable. Si ya era el que marcaba el paso, ahora se puede permitir poner una correa visible a su tamagotchi y hacerle saltar por el aro —¡hop, hop!— al ritmo de una canción de Pignoise cada vez que esté aburrido o el respetable demande espectáculo. No crean que el otro protestará mucho.

Y si se van al otro lado de la línea imaginaria con el trillo de separar palabras de auténticas intenciones y/o intereses, comprobarán que aunque se pida el anticipo porque es lo que toca, no hay ninguna urgencia. No nos engañemos: el PNV y la izquierda abertzale pueden y (creo que) quieren esperar. Primero, porque dos elecciones seguidas agotan a cualquiera. Segundo, para que López llegue hecho una pasa a la convocatoria. Y tercero, como diría el alcalde Izagirre, ¡kontxo, por razones obvias!

El mérito de Basagoiti

En cuatro o cinco censos de perdedores del 20-N he visto que junto a los fracasados de manual —Zapatero, Rubalcaba, López—, en los capítulos finales figuraba el nombre de Antonio Basagoiti. Si nos atenemos a esa aritmética maleable de la que hablaba ayer, es rigurosamente cierto que los populares vascos han sido la deshonrosa excepción del ascenso gaviotil. En la CAV apenas han rebañado 700 votos más que en 2008 y han mantenido los 3 escaños que le vienen de serie por la normativa electoral. Ha sido gracioso ver cómo culpaban a ese forúnculo llamado UPyD de haberles afanado papeletas, y más despiporrante aun, escuchar a Iñaki Oyarzábal y Laura Garrido que si se miraba el conjunto de Euskal Herria (ahí estaba el chiste), eran la fuerza más votada.

Excusas de pésimo pagador al margen, reitero que el resultado de la sucursal mariana en esta parte del mundo no ha sido, a primera vista, para descorchar txakoli. Sin embargo —aquí viene la paradoja—, eso no le resta ni un solo mérito al líder del PP vasco. Lo mismo que en los equipos de fútbol hay delanteros centro y centrales rompepiernas, en la política hay figuras que tienen la misión de marcar goles y otras, no menos importantes, que deben destruir el juego del rival. Ahí es donde se las pinta solo Basagoiti, que ha convertido en guano no pocos de los 180.000 votos que ha perdido el PSE, su adversario —no lo olvidemos— en estas elecciones.

También es verdad que López y la pléyade de áridos y pastóridos que lo circundan son especialistas en marcar en propia puerta, pero podrían haber obtenido un resultado un poco menos bochornoso si no hubieran metido al enemigo en casa. En estos tres años ejerciendo de sostén con encaje de Nueva Lakua, lo que realmente ha hecho el PP ha sido vaciar la despensa de votos socialistas en Euskadi. Los otros, hipnotizados por la makila, no se han dado ni cuenta. Y aún queda otro año para rematar la faena.

La propuesta de López

Ya se sabe que Iñigo Urkullu no es precisamente el campeón de la expresividad, pero este perverso escribidor habría pagado como mínimo un café por ver la cara que puso cuando, en su última reunión con Patxi López, el inquilino incidental de Ajuria Enea le soltó a boca de jarro: “Te propongo un pacto institucional de fondo para lo que queda de legislatura”. Cuentan los conocedores y difusores del sucedido (próximos al de Portugalete, no se vayan a creer) que, en su desconcierto, el presidente del PNV respondió siguiendo el tópico atribuido a los gallegos, es decir, con otra pregunta: “¿Esto lo sabe Basagoiti?”. En lugar de afirmar o negar —siguen diciendo los juglares de parte—, López continuó con la conversación como si el órdago (o lo que fuera) no hubiese existido.

Supongo que hay versiones más completas y fidedignas de un episodio que, no sé muy bien por qué, no ha llegado a los grandes titulares que en pura teoría periodística habría merecido. Estamos hablando de la oferta de unos cuernos en toda regla o, como poco, de un ménage-á-trois, que aún resultaría más morboso. ¿Discreción? ¿Esa idea que tanto repiten los futboleros de que lo que pasa en el campo se tiene que quedar en el campo? Es una explicación verosímil.

Al margen de la escasa repercusión mediática, la anécdota —llamémosla así— completa el pobrísimo retrato de la teórica primera autoridad de la comunidad autónoma vasca. Ya no estamos hablando de despiste, bisoñez o humano descoloque ante unos acontecimientos no previstos o que superan su raquítica capacidad política. Nos situamos directamente en el más absoluto de los naufragios, en la más pura e irreversible desesperación. Sólo en un estado de zozobra infinita se le puede ir a pedir sopitas a quien, después de haberle robado el donuts y la cartera, se lleva dos años y medio acusándole del hundimiento del Titanic y la muerte de Manolete. Pero si cuela, cuela.

Agur, conflicto

Wishful thinking, también llamado de un modo menos snob pensamiento ilusorio: dícese de la formación de opiniones y toma de decisiones basadas en lo que sería más placentero de imaginar en vez de fundamentadas en la evidencia o racionalidad. Si le ponen rostro a esa definición de la socorrida wikipedia, verán que se parece una barbaridad a la jeró del huésped provisional de Ajuria Enea. Cierto que lo de no distinguir los deseos de la realidad está muy extendido en la especie humana en general y en la raza política en particular, pero pocos han llevado tan lejos esa forma de caminar entre las nubes como lo ha hecho Patxi López. El penúltimo ejemplo, el viernes en el Parlamento vasco, cuando decretó, porque él lo vale, que el conflicto vasco se había terminado. Despipórrate tú de la asamblea de majaras meteorólogos de la canción de Kortatu.

Pues sí, desde que ETA envió su carta de semidespedida, sol y buen tiempo. Si había un contencioso, una cuestión, un problema o un asunto por solventar, olvídense. Se ha diluido como un azucarillo en una queimada y a los vascos y vascas no nos queda nada sobre lo que debatir, discutir o contender. Si acaso, si es mejor el txakoli de Getaria o el de Bakio o si Rontegi debe pronunciarse como palabra llana o esdrújula. Lo ha dicho Patxi, punto redondo. Y mañana, si tiene cuerpo de jota, promulgará el último parte de guerra contra la crisis y anunciará el fin de los atascos en la A-8. Menudo es el comandante López mandando parar.

Seguro que no va a ser nadie de su legión de adoradores con cargo al presupuesto, pero alguien debería tratar de explicarle a su excelencia jarrillera lo de Olentzero. El mejor dotado para esa empresa es —cómo no— Jesús Eguiguren, que hace tres años publicó un libro titulado “El arreglo vasco”. Me lo lea y me lo subraye, señor lehendakari, que ahí está bien clarito que, con o sin ETA, aquí queda conflicto para un rato.