Elecciones, parece

¿Apuestas con Pedro Sánchez de por medio? Ni se me ocurre, que todavía se me ponen las mejillas al rojo vivo cuando recuerdo aquella infausta columna titulada “Otra moción de fogueo”, en la que vaticiné entre aspavientos dialécticos el seguro fracaso de su envite contra Mariano Rajoy. Al final, unas carambolas que dejarían en aprendiz a Paul Newman en El buscavidas lo llevaron a Moncloa, tóquense la narices. Desde entonces, ahí ha seguido coleccionando días en la poltrona, diciendo arre, so o lo uno y lo otro al mismo tiempo, ándese él caliente, que con el florido pensil que lleva adosado en el culo, ya va para nueve meses como presidente.

Y ahora parece —pongan negrita y doble subrayado el parece— que está preparado para su enésimo todo o nada en forma de inminente adelanto electoral. Para darle más dramatismo al asunto, ya ni siquiera amenaza con el megadomingo de mayo, sino que anticipa el órdago a una fecha tan sugerente como el 14 de abril, con el pifostio que eso implica, incluso para sus propios barones territoriales que se juegan algo en las autonómicas o municipales. Insisto en que no seré yo quien porfíe si es capaz o no de consumar el aviso a navegantes, pero sí me aventuro a opinar que no es mala jugada. Una vez más más, de perdido al río, Sánchez, que ya se ha hecho sus cuentas demoscópicas, traslada la presión a quienes creían tenerlo rodeado y a punto de arrojar la toalla. Hablo, por supuesto, de las fuerzas soberanistas catalanas, que hasta este minuto de la competición tampoco es que se hayan distinguido por haber salido airosas de muchos entorchados. En todo caso, lo que tenga que ser será.

Otra moción de fogueo

No lo puedo remediar. Mi lado oscuro me está haciendo desear unas elecciones generales a la voz de ya. Si rompe, que rompa, y a tomar vientos con la más que posible entronización moncloviana del figurín figurón Rivera. Y ojo, que quizá más acongojante que eso es pensar que el fulano podría tener mayoría absoluta con los restos de serie del PP. ¿Es lo que queremos? Que se confiese cada cual. Yo ya les acabo de decir que en ocasiones, y no en pocas, el cuerpo me pide tirar por la calle de en medio.

Como entretenedera hasta que pase lo que tenga que pasar, que sospecho que es lo recién mentado, bien está la moción de censura del PSOE. Déjenme anotar un par de menudencias al respecto. Primero, que es la iniciativa que estaba prometida para el pasado mes de octubre y que se ha ido retrasando con la excusa del enredo en Catalunya. Segundo, que no deja de resultar sorprendente la salida del letargo de Pedro Sánchez, a quien en las fotos de las últimas semanas hemos visto de la mano de Rajoy. Más que eso: le pasaba diez traineras a Don Eme Punto en cuanto a la intensidad y la duración del 155. Y no digamos ya en los calificativos dirigidos al president Quim Torra. ¿Cómo pedir ahora al PDeCat que le regale sus votos?

Ahí me temo que llegamos a otro punto interesante y revelador. Lo que pedirá Sánchez es que no le apoyen los disolventes nacionalistas. No solo porque no sabe sumar, como ya demostró en su fallida investidura, sino porque no quiere hacerlo. Resumiendo, esta moción de censura es tan posturera y de fogueo como la que presentó Unidos Podemos hace menos de un año. Lo dicho, casi mejor elecciones.

Peste o cólera

La parte más diabólica de mi desea por lo bajini que se celebren nuevas elecciones. Si hace falta, unas cada domingo hasta que den los números para armar un gobierno español lo suficientemente estable. Luego me entra la razón y la responsabilidad, y me da por pensar que no se va a llegar a tanto. También es cierto que no se me ocurre cómo evitar, por lo menos, una repetición. Mirando y remirando la situación actual, parece imposible lograr una suma con las garantías mínimas para echar a andar.

Salvo que se me pase por alto alguna combinación, ahora mismo la disyuntiva es peste o cólera. O vuelta a las urnas o Gran Coalición. Ya escribí, y no tengo motivos para haber cambiado de idea, que esta vez el PSOE no va a pegarse ese tiro en la sien. También es verdad que me despistó que a la salida de su cita con Rajoy, Pedro Sánchez dijera que la reedición de los comicios era “la última opción”. Eso cabría interpretarse como que la penúltima podría ser la santa alianza con el PP por la que suspira—¡y presiona!— lo más granado y económicamente poderoso de la carcundia hispana. Como ejemplo, esa portada de ayer del diario Expansión donde Jaime Mayor Oreja, José Luis Corcuera, Carlos Solchaga y otra docena que tal baila clamaban por un “Pacto de Estado”. Insisto en que no veo a Ferraz inmolándose en esa pira.

¿Y un gobierno de progreso? Sonar, suena de cine. Otra cosa es que haya mimbres para trenzar tal cesto. Aun haciendo acopio de todo mi pragmatismo, me resulta muy difícil considerar progresista a un ejecutivo liderado por una formación política con la trayectoria reciente y menos reciente del PSOE.

No hay prisa

Comprobada la cualidad de mis profecías para cumplirse exactamente al revés de lo que anunciaban pero de acuerdo con mis verdaderos deseos, me animo a aventar otra. Va: no habrá elecciones anticipadas en la CAV. Es más que un presentimiento. Hasta tengo algo parecido a una argumentación.

Empecemos por lo obvio. Definitivamente mutado en lapa, Patxi López (¿Dónde estás, corazón? No oigo tu palpitar) se va a agarrar a la penúltima chincheta ardiendo que les queda a los socialistas en el mapa peninsular, teñido casi todo él de azul gaviota. Vale más lehendakaritza en mano, aunque sea con fecha de caducidad, que cien primogenituras volando en un partido que ya de por sí se ha convertido en éter. Váyanse dando zurriagazos barones y fontaneros, que si es caso, el de Portugalete se presentará a cobrar la herencia cuando haya acabado con la última alfombra de Nueva Lakua. ¿Que ha dicho que no aspira a ello? Será por palabras incumplidas.

Basagoiti tampoco va a apremiar por el desalojo. A él plim, que duerme en el Pikolín de la mayoría absolutísima de su nave nodriza y hasta lo mientan (ay, que me da…) como ministrable. Si ya era el que marcaba el paso, ahora se puede permitir poner una correa visible a su tamagotchi y hacerle saltar por el aro —¡hop, hop!— al ritmo de una canción de Pignoise cada vez que esté aburrido o el respetable demande espectáculo. No crean que el otro protestará mucho.

Y si se van al otro lado de la línea imaginaria con el trillo de separar palabras de auténticas intenciones y/o intereses, comprobarán que aunque se pida el anticipo porque es lo que toca, no hay ninguna urgencia. No nos engañemos: el PNV y la izquierda abertzale pueden y (creo que) quieren esperar. Primero, porque dos elecciones seguidas agotan a cualquiera. Segundo, para que López llegue hecho una pasa a la convocatoria. Y tercero, como diría el alcalde Izagirre, ¡kontxo, por razones obvias!

El martirio de ZP

Entre lo épico y lo patético hay un cuarto de paso. Probablemente, Zapatero se sueña a sí mismo como un defensor de Numancia dispuesto a morir antes de perder la vida, pero a los demás se nos antoja apenas como el utillero del Alcoyano pidiendo prórroga cuando va palmando seis a cero. Las herramientas del análisis político han dejado de servir para tratar de encontrar una explicación a su empecinamiento. Harían falta un chamán, un psiquiatra o un buceador de almas para desentrañar las misteriosas pulsiones que lo mantienen atornillado a un potro de castigo donde recibe por todos los costados sin la mínima posibilidad, no ya de devolver, sino de esquivar un solo golpe.

Más allá de simpatías o antipatías ideológicas, para quien albergue una migaja de piedad, el espectáculo empieza a ser de una crueldad que deja en broma la del toro alanceado de Tordesillas o, si nos ponemos, la del martirio de San Sebastián. Para colmo, quienes habían de ser sus cirineos o los buenos samaritanos que echaran bálsamo a sus heridas, le obsequian zancadillas y vinagre. ¡Cómo tuvieron que dolerle al obcecado leonés las desalmadas descargas de fuego amigo que le procuraron el lunes Juan Luis Cebrián y, haciéndole el eco a su jefe, el editorialista de El País!

Y esos han sido los penúltimos en llegar. Antes que ellos, al ecce homo de La Moncloa le habían apuñalado por la espalda nueve de cada diez antiguos palmeros, empezando por el aparentemente inofensivo López y terminando por el mismísimo Pepunto Rubalcaba. Imposible discernir si para resistir tal mortificación hay que tener estómago de acero o sangre de batido fresa. Para el caso, patata. El resultado final es que el multitraicionado y poliabandonado sigue sin soltar el clavo ardiendo. Como un boxeador groggy, continuará boqueando en el cuadrilátero hasta que suene el gong o le aticen el guantazo que lo mande definitivamente a la lona. ¿Qué ocurrirá antes?