Más sobre fachas

Venga, sigamos con el amanecer zombi de la señorita Pepis que nos hemos sacado de la sobaquera. Hagamos un hombrecito a Abascal, ese mindundi resentido y ególatra al que un excolega de militancia pepera me describió, cuando todavía compartía con él bancada en el Parlamento Vasco, como un tonto con balcones a la calle. Démosle más minutos de gloria con acompañamiento de mesado de cabellos y gestos de infinita preocupación, que con un poco de suerte, en vez del par de escañitos que le vaticinan las encuestas acojonapardillos, conseguiremos que sean cuatro o cinco.

Todo, claro, con tal de no entrar en la incomodísima reflexión a calzón quitado sobre lo que hace crecer y multiplicarse por todo el mundo adelante —véase Brasil como ejemplo más reciente— movimientos que no se paran en barras ni en decimales.

¿De verdad hay tanto fascista desorejado en el mundo? Servidor, con su olfato de andar casa, diría que más bien no. El número de auténticos cenutrios ultraderechistas de cabeza cuadrada y vacía no creo que haya variado demasiado a lo largo del tiempo. Atendiendo a la teoría del Hay gente pa tó de aquel torero, siempre habrá unos cuantos, igual que seguidores de Pitingo o consumidores de Bitter Cinzano. Esos no deberían preocuparnos. Quienes sí opino humildemente que merecen una consideración son las legiones de personas que, no ya solo olvidadas sino groseramente insultadas por los partidos en los que venían confiando —mayormente, pro-gre-sis-tas—, no han encontrado mejor válvula de escape para su cabreo infinito que la que le ofrecen los que, por lo menos, no les niegan que les pasa lo que dicen que les pasa.

¡Que vienen los fachas!

Echo a cara a cruz si reír o llorar al ver a los guardianes del pensamiento reglamentario echarse las manos a la cabeza porque un partidillo que no llega ni a chicha y nabo ha juntado a nueve mil energúmenos en el madrileñísimo pabellón de Vistalegre. “¡Ya tenemos extrema derecha!”, vociferan en corrillos internáuticos, corralas televisivas y, en general, cualquiera de los mil y un lugares donde tienen plaza de opinantes a tanto el rasgado de vestiduras. Pues que Santa Eduvigis les conserve la pituitaria y San Cipriano de Carrara la dureza del rostro a los monopolistas de la ortodoxia.

Extrema derecha, lo que se dice extrema derecha, la ha habido para regalar desde hace un cojón de quinquenios en la llamada piel de toro. Venía ocurriendo que se camuflaba en siglas teóricamente convencionales autopresentadas como de centroderecha liberal. Ahí siguen, de hecho, los ejemplares más dañinos, con el agravante de que de un tiempo a esta parte se han soltado el corsé y andan con el michelín totalitario todo desparramado. ¿Nombres? Los que tienen ahorita en mente: el figurín figurón Rivera por el lado naranja y, con más peligro, el aclamado presidente del (neo) PP, Pablo Casado. Esos sí que acojonan, porque compiten en discurso duro y, llegado el caso, podrían sumar mayoría suficiente para aplicar el jarabe de palo que pregonan con creciente éxito. Y como motivo añadido, porque enfrente tienen una pretendida izquierda de señoritingos que cada vez que abren la boca les regalan clientela a mansalva a los de enfrente. Los otros, los cantamañanas de Vox, son —por lo menos, de momento— una panda de fachuzos folclóricos.

El PP paga mejor

Doy mi más efusiva bienvenida al circo del politiqueo a esa panda de chusqueros resentidos y ególatras que atiende por Vox. Y ya que lo acabo de escribir, señalo la decepción que me provoca tan melifluo nombre. Cuánto más juego nos daría una denominación rimbombante que incluyera al natural o en forma de derivados las palabras España, Nación y/o, por qué no, Patria. Por no hablar, claro, de ese color verde moñas que han elegido como distintivo, cuando lo suyo era el rojo y el gualda o, en plan finura y sutileza, oro combinado con grana. No sé yo cómo va a acoger tal claudicación de saque la parroquia a la que pretende vender la moto el grupúsculo neonato.

Sí, de momento, grupúsculo y hasta excrecencia menor, como se evidenció clamorosamente en el debut con picadores ante la prensa. En la mesa, una individua con tres mil seguidores en Twitter, un ser humano convertido en mascota, un simpático caradura locuaz que ha picado en todas las flores de la derecha, un exjoven cachorro verborreico que no ha pegado sello en su vida y una momia (muy bien conservada) del liberalismo tardofranquista. Haciendo de claque, señoronas empeletadas de Serrano y dos o tres antiguos portavoces de hipersubvenciadas asociaciones de víctimas del terrorismo. Ni siquiera el deseado Vidal Quadras hizo acto de presencia.

¿Y los otros? ¿Dónde estaban los extremocentristas vociferantes del PP, esos que llevan años amagando su salida ante no sé qué supuesta traición? Pues dónde iban a estar: cada cual, en su bien remunerada canonjía. No están los tiempos para renunciar a pastizales y embarcarse en aventurillas de vaya usted a saber qué recorrido. Que una cosa es ir de boquilla con la dignidad y los principios, y otra, arriesgarse a aligerar el bolsillo. Si la cosa saliera medio bien, como el invento de Rosa de Sodupe, ya se vería. De momento, Génova paga mejor, incluso a los molestos pero en el fondo inocuos michelines.