Perdonen que hoy les venga a hablar de mi libro, es decir, de mi programa de radio. Esta noche abandonamos el terreno conocido de los estudios de Onda Vasca y trasladamos Gabon a la sede de Diario de Noticias de Navarra. Ya, no es ninguna heroicidad porque seguimos jugando en casa y —eso espero— con red, que una cosa es pellizcarse las neuronas para que no se adocenen y otra, a las edades que va gastando uno, jugarse la angina de pecho por exceso de entusiasmo y adrenalina.
¿Y qué le trae al Viejo reyno a un pecador confeso aunque no recalcitrante de CAVcentrismo? Pues, aparte del empuje insistencialista de nuestro factótum y navarro de pro, Daniel Sánchez, precisamente una gota de mala conciencia diluida, eso sí, en litros de propósito de enmienda y, por encima de todo, unas inmensas ganas de encontrarnos cara a cara con algunos de los protagonistas de lo que va a ser un momento histórico. O yo estoy muy equivocado —preguntaré con denuedo y reiteración al respecto a los muchos invitados que nos acompañarán—, o lo que estamos viendo durante los últimos meses en los titulares no es una suma de episodios circunstanciales ni de coyuntura. Algo se mueve y da la impresión de que esta vez no van a servir de tope los socorridos muros de contención que se siguen sacando a paseo en los discursos de los que se han investido en defensores de la fortaleza. Ya se ha visto, por cierto, que el alcázar no guarda las esencias sino intereses contantes y sonantes.
Y por ahí justamente puede caer la plaza, porque ya no son los malvados vascos del topicazo foralista los que la asedian. De hecho, lo identitario, sin dejar de estar ahí, es solo un ingrediente más de la creciente marea que reclama y acabará consiguiendo el cambio más temprano que tarde. Claro que lo que anoto puede ser la visión de uno que vive a 150 kilómetros. Esta noche pediré opiniones mejor fudamentadas. Les espero a partir de las diez.