El Estatuto que llegó volando

Miércoles 23 de octubre de 2019

Las primeras elecciones legislativas democráticas del 15 de junio de 1977 fueron una fecha clave. ETA siguió matando, HB apoyando aquella barbarie y los partidos democráticos tratando de sacar el país del marasmo en el que se encontraba. De ahí que tras las elecciones los elegidos fueran a Gernika y constituyeran una asamblea parlamentaria encargada de redactar el borrador de un estatuto de autonomía y, para preparar ésta, se creó un órgano preautonómico en febrero de 1978 encargado de sentar las bases de lo que iba a llegar. Fue algo tan clave que quien fuera miembro de aquel Consejo, en sustitución del fallecido Ajuriaguerra, Juan José Pujana nos comentara que no entendía que nadie lo hubiera recordado en la fecha redonda de su cuarenta aniversario pues fue una iniciativa muy importante y fundamental para canalizar democráticamente un país en carne viva frente a los cantos de sirena de ETA y sus epígonos. Aquel Consejo lo llamaban el Hamaiketako porque era el aperitivo de lo que vendría después que era el estatuto. Pero al parecer aquello no existió. En Catalunya, el regreso de Tarradellas con su “Ja soc aquí” lo han recordado hasta la saciedad, cuando ese hecho fue consecuencia del protagonismo de una persona que volvió del exilio pidiendo permiso y sin pasar por Barcelona, frente a lo vasco que fue una acción colectiva y sin tutelas.

Uno de los diputados elegidos por UCD en Bizkaia fue el bilbaíno Juan Echevarria Gangoiti, tío de la ex diputada y miembro del CGPJ Margarita Uría, quien en 1957 obtuvo la cátedra de Teoría Económica de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Bilbao, de la que fue decano y luego Rector hasta 1976. Profesor de Juan José Ibarretxe, Joaquin Leguina, Manuel Chaves, Revilla, Ansotegui y Mª Carmen Gallastegui y colega de Xabier Arzalluz así como de generaciones de economistas, miembro de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, Académico Supernumerario y de Número, con media docena de condecoraciones, diputado por Bizkaia y Consejero de Economía de aquel primer Consejo General Vasco. Él fue quien desempató, tras ocho votaciones, la presidencia a favor de Ramón Rubial en pugna con Juan de Ajuriaguerra, tras una llamada de Abril Martorell que le obligó a ello, manteniendo siempre una exquisita relación con el líder nacionalista y yendo, como parte del Consejo y siendo de UCD a Donibane Lohitzun, a entrevistarse con el Gobierno Vasco que continuaba en el exilio con Leizaola a la cabeza. Otros de su entonces partido, como Chus Viana se negaron a hacerlo. Aquel reconocimiento del Lehendakari y su gobierno era ya demasiado para algunos, pero aquella foto fue clave.

Convivían por tanto el Gobierno Vasco en el exilio y el recién creado Consejo General Vasco. Uno para mantener la legalidad institucional surgida en tiempos de la República, vencida por el fascismo, y el recién nacido, para preparar el segundo estatuto de autonomía de nuestra historia que se logró en 1979, Concierto incluido. Xabier Arzalluz lo resumía así. ”No estorba Rubial a Leizaola, ni Leizaola a Rubial. Leizaola está donde está como exponente de un gobierno legítimo que los vascos se dieron a sí mismos en trágicas circunstancias en 1936. Y debe seguir, en mi entender, en su puesto, hasta que los vascos vuelvan a darse a sí mismos un gobierno .Confundir un Gobierno con un Consejo General provisional y sin fuerza ejecutiva, más otorgado que negociado, sería una falacia en la que, al menos nosotros no vamos a caer. No hemos estado manteniendo durante cuarenta años un Gobierno en el exilio para liquidarlo al primer guiño benevolente del poder central. Si del proceso constitucional en marcha surge una situación autonómica equiparable por lo menos a la de la República, Leizaola habrá cumplido su misión histórica ,y su legitimidad se fundirá con la nueva legitimidad popular que brote de una Euzkadi reconstituida”.

Es lo que hizo fundamentalmente el PNV porque el PSE abandonó a Leizaola. El EBB resistió la presión de Suárez y su gobierno que quisieron convertir a Leizaola en un Tarradellas cualquiera. Y hay más. Aprobado aquel borrador de estatuto el 29 de diciembre de 1978 se encontraban los parlamentarios y miembros del Consejo en Gernika cuando se enteraron que Suárez había disuelto el Congreso y convocado elecciones legislativas para el mes de marzo. Se miraron y decidieron actuar. Echevarria Gangoiti y Sodupe fueron a la oficina de Correos, por eso de la unidad del estado, para enviarlo a Madrid con esa fecha. E hicieron más. Delegaron en Echevarria Gangoiti alquilar un avión taxi para llevar en mano el texto al Congreso a Madrid .El avión ese día tuvo viento de cola y Echevarria Gangoiti llegó con el tiempo suficiente para registrar el texto donde le esperaba el presidente Álvarez de Miranda. En el bar estaba el representante catalán para entregar el proyecto de Estatuto de Sau, pero el vasco se le adelantó en hora y cuarto. Y por eso el estatuto de Gernika es el primer aprobado, y el Lehendakari y la ikurriña los primeros en el protocolo. Cuando posteriormente Ardanza sustituyó a Garaikoetxea, Pujol esgrimió su mejor derecho para ser él el primero en todo argumentando que llevaba más tiempo de presidente que Ardanza, pero Echevarria Gangoiti habló con el Lehendakari y esgrimieron el BOE y aquello fue definitivo, para cabreo de un Pujol que no entendía como cuatro vasquitos le habían madrugado y podían ponerse delante de él en todos los actos rimbombantes, ikurriña incluida.

Echevarria Gangoiti compareció en la ponencia especial de Autogobierno del Parlamento Vasco en marzo de 2002 y les dejó a los parlamentarios de la época la narración de como se había negociado la famosa Disposición Adicional de la Constitución y una frase clave de Maquiavelo. ”Hay muchas formas de hacerse con el poder, pero solo una para mantenerlo, transigiendo”. Es una auténtica lástima que digamos retóricamente que la cadena no se rompe. Pero ¡que poco nos gusta recordar estas cosas!. Y es la historia de este país, de Euzkadi.

Un comentario en «El Estatuto que llegó volando»

  1. Es un gusto leerte y escucharte en la radio contar anécdotas -algunas pequeñas, otras muy relevantes- de nuestra historia reciente.

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