Reservado el derecho de admisión

Trasteando en las ondas es posible toparse con un programa bastante jacarandoso y ziriquero donde, con solemne seriedad burlona, proponen un referéndum para que la ciudadanía vote si quiere democracia o no. El resultado sería bastante engorroso, porque ambos deberían someterse a votación posterior sobre si la primera era vinculante o no, en una concatenada matrioska de decisiones.

Para el experto en psicología política David Dunning de Cornell University, la democracia depende de la capacidad del pueblo para reconocer al candidato político adecuado o la mejor idea política, y según las más recientes investigaciones el proceso democrático que seguimos propicia que el liderazgo y las decisiones políticas sean mediocres.

Seguramente hayan leído en algún local público el Reservado el derecho de admisión y hasta es posible que lo hayan sufrido ante algún portero-gorila controlador de puerta que les haya dejado extramuros por ir mal vestido, ser ruidoso, llevar perro o más alcohol en sangre que un alambique o por ser fumador activo. La lista sería larga, pero difícilmente podríamos imaginar la prohibición por ser médico, profesor, soldador, socialista o vendedor de tebeos…

Por esto es más llamativo que en plena campaña electoral para la presidencia-USA, Jeremy Colby, propietario de un restaurante en Portsmouth (New Hampshire), haya colgado el cartel Queda prohibida la entrada a políticos, sin excepciones. Como también sucede aquí, los políticos americanos en campaña son muy dados a zascandilear y entrometerse en tu negocio, en el mercado, el taller, el hospital y en el bar-restaurante donde tapeas/comes tranquilamente.

El propietario estima que molestan a sus clientes y que para comunicar sus propuestas ya tienen bastante con la intromisión televisiva casera sin permiso. Es imaginable su estupor y hasta enfado al verse tratados como vulgares parrandistas, mal vestidos, fumadores o portadores de perritos… pero en auténtica democracia, ninguna persona/personaje podría interrumpir tu comida sin permiso.

Aquí, las últimas encuestas del CIS recogen que la clase política es vista como el principal problema, inmediatamente después de la economía y el paro. GAL, Roldán, Naseiro, Gürtel, Malaya, Scala, Fabra, EREs de Andalucía, Urdangarin-Camps-Matas-Palma Arena… y un largo rosario de descuideros políticos que podría alargarse sine die. Con estas referencias, ¿cómo quieren ser valorados? Lo raro es que aún se les vote con carta blanca para hacer y deshacer. A lo mejor cunde la iniciativa de Jeremy Colby o la solemne seriedad burlona de un referéndum científico protodemocrático.

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