En los últimos 10 años son más las víctimas por violencia machista que las de ETA
EN Euskadi, casi 5.000 mujeres necesitan protección de la Ertzaintza. Que haya conflictos entre humanos no es el problema mayor; los conflictos entre pobres y ricos, poderosos-súbditos, norteños-sureños, entre mujeres y hombres€ Es algo tan normal como que salga y se ponga el sol cada día, porque lo de verdad trascendental es la forma de resolverlos. Es mejor camino el de los bonobos que resuelven sus conflictos territoriales haciendo el amor, que el de sus primos belicosos que dilucidan conflictos de amor haciendo la guerra. Porque llegar a la violencia como método es tocar fondo.
Como perfectamente desconoce la mayoría de ustedes, el pasado día 19 se recordaba el Día Internacional del Retrete. Entre nosotros donde prácticamente todos los menores de 65 años han nacido ya en una casa con retrete y lavabo, el día dedicado a este artilugio casero parece algo estrambótico por innecesario. Pero hace poco más de dos décadas, en un poblado del corazón de la selva camerunesa, comprobé que la perforación de dos pozos y la instalación de seis letrinas marcaban la frontera entre la salud y la enfermedad, entre la vida y la muerte: seis anodinas letrinas. Y hoy, aquel proyecto de El agua es vida aún no ha llegado para 1.000 millones de personas que no disponen de agua potable ni, por supuesto, de letrina. Para ellas el del día 19 es una reclamación todavía pendiente.
El próximo miércoles recordamos el día para la erradicación de la violencia contra las mujeres. Este año en el Estado han asesinado a ochenta mujeres por el único motivo de serlo; de ellos, 41 feminicidos provocados mayoritariamente por parejas, exparejas o por familiares. Podríamos decir que estos conflictos del amor casero se han resuelto por la guerra de aniquilación. No es cuestión de cifras, porque una víctima ya es demasiado, pero conviene recordar que en los últimos diez años son más las víctimas de esta violencia que las de ETA en toda su historia. Pero esta violencia solo es la punta del iceberg, porque bajo ella está la violencia que no mata, pero que deja huella indeleble: amenaza verbal, agresión física, acoso sexual puntual o reiterado, violencia psicológica emocional sostenida€
En el Estado, una de cada dos mujeres –11,7 millones mayores de 16 años– declara haber sufrido alguna vez algún tipo de violencia machista en su vida y un 20% –cuatro millones– este mismo año. Esto en un país teóricamente desarrollado y con medios policiales y judiciales para hacer frente a esta violencia dirigida específicamente contra las mujeres, porque en el mundo los datos indican que esta pandemia-lacra mundial sigue avanzando y se incrementa más entre los jóvenes, lo que alienta pocos visos de solución a corto plazo, constatándose que está creciendo durante esa otra pandemia de covid-19.
Es evidente que una mayor igualdad en la cooperación doméstica, en el cuidado de mayores y niños, y en el mundo laboral-profesional, ayudaría a reducir o eliminar la violencia; pero escucho a quienes directamente la niegan como específica y a quienes ríen las gracietas de la agresión en los chistes machistas, y no sé si sería suficiente. Porque son todavía muchos los que no ven esta violencia machista y muchos otros los que no asumen que es un problema de toda la sociedad, no solo de las mujeres, tal vez porque ellos tuvieron siempre retrete y no comprendan que algunos aún lo tienen que reclamar. Como nosotras el derecho a no ser agredidas, ni física, ni sexual ni psicológicamente por ser mujer.
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