Religión, economía y sentimiento de pertenencia a un grupo es la triada sobre la que se asienta la historia y el devenir de las sociedades humanas; malo es marginar alguna de estas tres patas, pero no mucho mejor mezclarlas con intereses proselitistas. Algo que a tenor de su currículo ministerial, al miembro del Opus Dei y ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, le gusta más que untar con los dedos, pues para él la política es una oportunidad para evangelizar, claro con dinero de todos.
El señor ministro tiene absoluto derecho a rezar, como yo que también soy católica, y hasta a realizarlo en un templo símbolo de la represión franquista, el Valle de los Caídos; pero acudir al rezo y a comulgar con coche y escolta oficiales casa mal con un Estado no confesional, al menos en la letra de la ley que tanto dice defender. Nuestro calendario viene jalonado de fiestas patronales en honor a santos y vírgenes, hoy mismo es fiesta civil por ser Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad imperial y de una Guardia Civil que siempre juega al compás de quien mece la cuna.
Pero de asistir a una romería popular como la de ayer en Begoña o incluso no querer alejarnos de la Edad Media sacando a pasear santos y vírgenes para implorar la lluvia, a condecorar con medallas militares a una Virgen en su peana va un largo trecho, vereda por la que galopa el ministro ferviente ¿quizá en pos de la santidad?Vírgenes&tricornios es una constante histórica de ese país llamado España; pero abandonando el lado del país-maravillas para cruzar a la parte del espejo donde habita el otro país real también del mismo nombre, causa perplejidad e indignación entre muchos el ardor condecorador virginal del ministro, vírgenes-estatuas de la madre de un Dios en el que no creen todos los ciudadanos que pagan impuestos.
Por ejemplo el guardia civil musulmán que ha solicitado subvención para ir a La Meca, como la reciben los compañeros que peregrinan a Lourdes. La Virgen de los Dolores de Archidona recibe hoy la Gran Cruz de Plata de la Guardia Civil por orden del ministro. Es la enésima condecoración a una virgen de piedra-bronce “por conductas extraordinarias que redundan en el prestigio de la Guardia Civil e interés de la patria”. A la mayoría ciudadana se le escapa este concepto de prestigio e interés patrio. Me coloco entre quienes manifiestan perplejidad, indignación y además rechazo por el uso de dinero público en estos actos simbólicos, porque para un católico mejor la Virgen en el corazón como madre querida-venerada que crucificada con tanta condecoración de armas.