La propuesta de López

Ya se sabe que Iñigo Urkullu no es precisamente el campeón de la expresividad, pero este perverso escribidor habría pagado como mínimo un café por ver la cara que puso cuando, en su última reunión con Patxi López, el inquilino incidental de Ajuria Enea le soltó a boca de jarro: “Te propongo un pacto institucional de fondo para lo que queda de legislatura”. Cuentan los conocedores y difusores del sucedido (próximos al de Portugalete, no se vayan a creer) que, en su desconcierto, el presidente del PNV respondió siguiendo el tópico atribuido a los gallegos, es decir, con otra pregunta: “¿Esto lo sabe Basagoiti?”. En lugar de afirmar o negar —siguen diciendo los juglares de parte—, López continuó con la conversación como si el órdago (o lo que fuera) no hubiese existido.

Supongo que hay versiones más completas y fidedignas de un episodio que, no sé muy bien por qué, no ha llegado a los grandes titulares que en pura teoría periodística habría merecido. Estamos hablando de la oferta de unos cuernos en toda regla o, como poco, de un ménage-á-trois, que aún resultaría más morboso. ¿Discreción? ¿Esa idea que tanto repiten los futboleros de que lo que pasa en el campo se tiene que quedar en el campo? Es una explicación verosímil.

Al margen de la escasa repercusión mediática, la anécdota —llamémosla así— completa el pobrísimo retrato de la teórica primera autoridad de la comunidad autónoma vasca. Ya no estamos hablando de despiste, bisoñez o humano descoloque ante unos acontecimientos no previstos o que superan su raquítica capacidad política. Nos situamos directamente en el más absoluto de los naufragios, en la más pura e irreversible desesperación. Sólo en un estado de zozobra infinita se le puede ir a pedir sopitas a quien, después de haberle robado el donuts y la cartera, se lleva dos años y medio acusándole del hundimiento del Titanic y la muerte de Manolete. Pero si cuela, cuela.

Esperando al PP

La pregunta del momento o, como poco, una de ellas: ¿Qué va a hacer el PP ante el balón del fin de la violencia que, por más que se empeñe en despejarlo a córner, volverá a su tejado una y otra vez en cuanto toque pelo gubernamental? ¿Tomará el regalo —un tanto envenenado, de acuerdo— y posará con él bajo el brazo para la posteridad, donde sólo quedará un gran titular y los detalles menores se irán desintegrando con el paso de las generaciones? ¿Se dejará guiar por los cantos de las hienas cavernarias para las que la sangre es infinitamente más rentable que su ausencia? Visto el proceder en los últimos años de la formación que fundó Manuel Fraga, hay más motivos para temer lo segundo que para confiar en lo primero.

A pesar de esa evidencia certificada con toneladas de palos en las ruedas, y probablemente porque ya hemos visto ocurrir acontecimientos por los que no dábamos un duro, esta vez parece que llega desde el nido de la gaviota algo que no huele a inmovilismo y cerrazón. Son apenas detalles sueltos, amplificados tal vez por nuestras propias ganas de ver lo que deseamos. Basagoiti ahorrándose dos o tres exabruptos del repertorio habitual, Oyarzábal asegurando que su partido sabrá arriesgar por la paz, Rajoy desafiando la ira del búnker al repetir que el comunidado de ETA fue una gran noticia… Y aún algo más valioso: las palabras ilusionadas y valientes en el plano corto de muchos militantes que sólo esperan una señal para pronunciarlas con luz y taquígrafos.

Decía Arnaldo Otegi que a la izquierda abertzale le costaba maniobrar porque es un transatlántico. Como apuntó Jone Goirizelaia en Gabon hace unas noches, el del PP debe de ser un barco todavía más grande. Para colmo, añado, en su tripulación hay remeros —Aguirre, Pons, Mayor Oreja— que no están dispuestos a bogar hacia el Cabo de Buena Esperanza. Todo depende, si de verdad lo es, del piloto. ¿Se atreverá a virar?

De San Gil a Basagoiti

No se pierdan la pelea en el barro del momento. María San Gil, inmaculada mártir del mayororejismo sacrificada en el altar de una presunta renovación que nunca llegó, emerge de entre las tinieblas a las que fue confinada y clama venganza contra quien la acuchilló -eso dice- por la espalda con saña y reiteración. El señalado, de nombre Antonio y apellido Basagoiti, temblequea ante el espectro y alcanza a balbucir que no tiene ninguna intención de criticar a su predecesora. Un segundo después, con la coherencia y el respeto a la palabra que lo caracteriza, la acusa de haber sido cicuta para el electorado: “Con ella el PP perdía votos a espuertas”, asegura el que como candidato a lehendakari obtuvo el peor resultado de su partido desde tiempos de Iturgaiz.

Es lo que tienen los bloques monolíticos, que en cuanto rascas con una moneda de cinco céntimos, quedan a la vista todas las grietas y las cuentas pendientes. Los principios morales insobornables se revelan como un barniz de aliño para disimular el fulanismo mondo y lirondo. De un rato para otro, quien era sacada bajo palio y sumisamente lisonjeada se transforma para los mismos porteadores y halagadores en una resentida que sólo busca “hacer publicidad y vender libros a costa de criticar a sus propios compañeros”.

Eso dijo Iñaki Oyarzábal ayer en Radio Euskadi, y añadió para asombro de propios y extraños que el actual PP del País Vasco pretende ser una formación “mucho más pegada al terreno, defensora de nuestro autogobierno y de la cultura vasca”. ¿Con qué microscopio hay que mirar para ver eso? Si sólo hubiera tres quintos de verdad en tales palabras, tendríamos muchos metros ganados en el camino de la normalización. Lamentablemente, a fecha de hoy, la diferencia entre el partido de San Gil y el de Basagoiti es que el segundo es más ocurrente en sus filípicas e invectivas. En lo básico, ni el discurso ni la actitud han cambiado.

El pacto que es y será

Las migajas del gran eructo cavernario por la decisión del Constitucional respecto a Bildu han caído sobre el Partido Popular del País Vasco. Junto a las demasías más jocosamente vistosas -”ETA gana, España pierde” y chorradas del pelo-, la carcundia patriotera ha soltado cuatro soplamocos con muy mala gaita a la formación que sostiene a López, quien, con tan sólo hacer el Tancredo, ha perdido el favor de las fuerzas vivas. Y ojo, que no son únicamente los que escriben o berrean en las cochiqueras del fascio mediático los que piden que se de boleto a la santa alianza. También conspicuos posesores del carné con la gaviota como Mayor Oreja o su ahijado postizo Iturgaiz reclaman que se haga cruz y raya.

Esos son los que, sabiéndose amortizados en el retiro de marajás de Bruselas y Estrasburgo, no temen dar cuartos al pregonero. Sin embargo, Burgos abajo empiezan a ser legión los egregios populares que echan las muelas en privado por el conchabeo del norte con el enemigo total socialista. Basagoiti tal vez piense que los engañufa con sus declaraciones atrabiliarias llenas de chistes, tacos y bravuconadas. Pero eso es alimentar con alpiste a una bestia que quiere carnaza de verdad. Que cuente Don Antonio con qué tembleque de piernas volvieron él y Arantza Quiroga de la última mani de la AVT en Madrid.

Titulaba ayer Deia que la sentencia sobre Bildu “resquebraja las bases del pacto PSE-PP”. Parece la lectura más lógica después de lo que ha pasado y lo que se ha dicho. De hecho, la ruptura se tenía que haber producido ya. Ocurre, sin embargo, que contra todo lo voceado engoladamente, el tal acuerdo no se basa en líricos principios sino en intereses corrientes y molientes. Esto para tí, esto para mi, y a la ideología que le den.

Eso reza para la entente sociopopular en el Gobierno vasco y, al loro, para las que sean aritméticamente posibles a partir del 22 de mayo. “El que suma, gana”, dijo López.

Basagoiti y la batasunología

Con su habitual gracejo de aspirante a subcampeón de concurso de chistes escolares, Antonio Basagoiti se jactaba el otro día de que no pensaba hacer una campaña electoral de batasunólogos como las que, según él, nos van a atizar PNV y PSE. Apenas dos frases más allá, demostraba la firmeza de su promesa enredándose -también jocosamente, cómo no- con “estos de Bildu, Sortu o como se llamen”, y recitando de carrerilla el potito ideológico de su freudiano padre político (te quiero / te odio) Mayor Oreja: “Hay que impedir que Batasuna esté en las elecciones y bla, bla, bla”.

Eso, en el transcurso de un mismo acto. De aquí al 22 de mayo -¿hay algún pardillo en la sala que se apueste algo en contra?- diecinueve de cada veinte bocachancladas del líder del PP vascongado que veamos entrecomilladas incluirán las palabras ETA, Bildu, Sortu, Batasuna o cualquiera de los neologismos chisporroteantes paridos por el ínclito (Batasortu, Batabildu...). Si el programa de la formación gaviotil en España es igual a conjunto vacío con plumas de faisán, en Euskadi la nada es todavía más evidente. Les sacas a los malísimos de la ecuación y los mítines les duran lo que se tarda en decir hola y adiós. Que levante la mano quien conozca media propuesta vascopopular -en economía, educación, vivienda, da igual- libre de mojopicón identitario.

Otra campaña igual

No nos venda, pues, la moto, don Antonio, que la seguirá necesitando para hacerse reportajes melosos en la revista Telva o para poner de los nervios a López cuando acude a verlo dando el cante por la AP-68 cual Ángel del Infierno vestido de Tucci y cuero. Si algo va a haber en su cuestación de votos de cara a las municipales y forales va a ser batasunología. Hondonadas, que diría el gallego de Airbag, y en su versión más parda, además, que es en la que tiene el doctorado y los postgrados. Tampoco tiene que avergonzarse por ello. No va a ser, ni mucho menos, el único. Todos los partidos morderán el mismo polvo otra vez. Llevamos ya media docena de campañas fotocopiadas.

¿Cómo se corta con esta espiral de “no quiero hablar de ti pero hablo al decir que no quiero hablar de ti pero…” y así, ad infinitum? Sencillo: se deja de una pajolera vez que la izquierda abertzale ilegalizada se presente y se acaba la vaina. Los que tengan necesidad de pasar por dignos, pueden patalear un par de días, pero al tercero, se hacen a la idea de que ha empezado un tiempo nuevo y salen a la calle, como todo quisque, a tratar de camelarse al personal con propuestas. Si las tienen, claro.

Un pacto a bofetadas

Dice Odón Elorza que los socialistas empiezan a hartarse de las amenazas del PP al Gobierno vasco. El longevo alcalde de Donostia sabe mejor que nadie que su pataleta, convertida brevemente en titular, se desvanecerá en el aire. El santo y seña oficial es que la inmaculada alianza goza de una envidiable salud y que no hay sobre la faz de tierra sortus y eguigurenes suficientes para hacerla cascar antes de tiempo. Como certificado, la imagen entre chusca y bucólica de Antonio Basagoiti escuchando al borde del bostezo el himno de Riego -¡Viva la República!- en un pueblo del occidente asturiano donde le agasajaban a él y a su partenaire de conveniencia. La escena tenía algo de los paripés para el Hola que montaban la nieta de Franco y el difunto Duque de Cádiz cuando hasta el Tato sabía que en aquella pareja había más cuernos que en las dehesas de la ganadera Dolores Aguirre Ybarra. Años y millones de pesetas después, el tribunal de la Rota anuló el matrimonio por inmadurez psicológica de la contrayente.

Patxi y Toni

Algo así nos dirán dentro unas cuantas calendas, que uno de los dos cónyuges -apuesten cuál- no era dueño de sus actos cuando puso el pulgar entintado sobre el documento de gananciales también conocido como Acuerdo de Bases Democráticas. En el interín seguiremos asistiendo a los entretenidos números cómicos de un dúo que cada vez recuerda más -otra vez me voy a la prehistoria en la comparación- a Lussón y Codeso, que arrancaban las carcajadas del respetable a fuerza de atizarse bofetadas en el escenario. Sobra aclarar que en este caso el 99,9 por ciento de los soplamocos los arrea Basagoiti y que a López le toca encajarlos sin permitirse más reacción que pestañear y ajustarse el puente de las gafas con el dedo corazón.

Desde el patio de butacas, mientras me seco lágrimas que son de risa y pena a la vez, no dejo de preguntarme qué misteriosa fuerza consigue que el presidente de la CAV soporte tal castigo público sin rebelarse ni media gota. En ausencia probadísima de cualquier otra cualidad, habrá que elogiarle al de Portugalete la capacidad ciclópea de sus tragaderas. Cierto, es la pura y dura necesidad de los trece votos mágicos la que ha devenido en esta virtud tancrediana, pero incluso así resulta digna de aplauso. Son dos años completos ya de humillaciones y chirigotas cada vez más crueles, cada vez más gratuitas y siempre, pero absolutamente siempre, delante de cámaras y micrófonos. Y ni una mala palabra, ni un mal gesto. Sólo Elorza refunfuña lo justo y con poca convicción.

La gran tragicomedia vasca

Cuánta razón tenía La Lupe: “Teatro. Lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro”. Aplíquese a cualquiera de los amenizadores de nuestra verbena interminable. Cada quien se sabe su papel y nos lo larga con la misma alegría con que los niños echan pan a los patos. Lo penúltimo -aquí nunca hay último- ha sido la epístola de Eguiguren a los corintios del que es, fue y será su partido, no lo ponga nadie en duda.Tocaba puñetazo encima de la mesa, rasgado limitado de vestiduras y apariencia de Quosque tandem, Zapatero, como si a estas alturas del camino a su debacle al interpelado se le fuera a descircunflejar la ceja por que lo llamen cobarde, gallina, capitán de las sardinas. Cosas peores le llaman en los corrillos de los comités federales. ¿Quiénes? Los mismos, empezando por el fariseo Bono, que se han lanzado a proclamar la gallardía del leonés amortizado.

Show must go on

Desengáñense los que han visto en la carta del presidente del PSE un nuevo acto de pundonor del héroe que se enfrenta a la corriente. Si fuera tal, hace tiempo que le hubieran dado la boleta, siguiendo las normas de la casa del puño y la rosa para con los auténticos disidentes. Esa descarga, convenientemente empapada de patriotismo español (¿o es que nadie ha leído el texto completo?), venía en el guion. El pie se lo había dado el mismísimo Patxi López al declarar, cual si se hubiera caído del caballo camino de la sala 61 del Supremo, que Sortu no es lo mismo que ETA, obviedad que adquirió tintes de esperpento cuando la repitió en gallego el ministro de Justicia español que había llevado a los jueces toda la papela que pretende demostrar lo contrario. ¿Y nadie manda parar la función después de un contradiós así? No; el espectáculo debe continuar.

Y continuó. El secundario de campanillas Basagoiti recitó su parte. La reacción previsible antes de que supiéramos que todo está más trucado que la Bultaco de un quinqui habría sido reclamarle a López que le devolviera el rosario de su madre y que se quedara con todo lo demás. Se conformó, sin embargo, con hacer una de sus gracietas –Batasortu, juas, juas- y fingir que le pedía a su socio que no se despiste, no sea que le vaya a dejar sin su trozo de la makila. Mientras, el proscrito Rufi Etxeberria, que no es ajeno a la tragicomedia y que no se deja preguntar en cualquier sitio, volvía al templo maldito del txori a explayarse tal y como tiene expresamente prohibido por mandato parlamentario rubricado por PSE, PP y la comparsa unipersonal UpyD. ¡Telón!