Yo no quiero reconciliarme. Es más, ni sé con quién o con quiénes debería hacerlo, porque he tenido choques de amplio y diverso espectro. Nada demasiado serio en general, pero lo suficiente como para que no me apetezca darme la mano y un abrazo con seres a los que reservo una indiferencia civilizada. Y con esto trato de dulcificar el mensaje inicial, que conscientemente era una entrada de elefante en cacharrería. Quiero decir que no propugno instalarse en el rencor, ni mucho menos, en la venganza. Ni siquiera aspiro a ser el modelo de acción. Diría, incluso, que al contrario, me encantaría que el resto de mis congéneres tuvieran la bonhomía que a mi me falta y fueran capaces de estar a partir un piñón o los que sean con personas que un día les agraviaron o les provocaron un sufrimiento injusto. Admiro y aplaudo hasta la emoción, créanme, a los participantes en iniciativas como Glencree, donde víctimas y victimarios (*) se miran a los ojos y conversan sin animosidad. Ojalá fueran la norma.
No obstante, salvo que queramos engañarnos, todos sabemos que conductas así son la excepción. Encomiable, pero excepción. Para el resto de los casos hay que conformarse con soluciones más realistas, al alcance de los humanos imperfectos que son (o somos) la mayoría. Insisto, porque es muy importante que se entienda, que no hablo de nada ni remotamente parecido a la revancha. Desde luego, empezaría con un reconocimiento sincero del daño causado y seguiría con la promesa firme de no volver a reincidir bajo ninguna circunstancia. Sería muy necesario renunciar a tentaciones justificatorias de lo hecho y, por descontado, a conductas que positivamente se saben ofensivas y dolorosas para el otro.
A partir de ahí, primero coexistir, un poco más tarde, convivir, y dejar que el tiempo haga el resto. Habrá casos en los que la ansiada reconciliación llegue de un modo natural. Y otros en los que no será así, sin más.
—
(*) CORRECCIÓN: Como bien me indican, en la iniciativa Glencree no participan «victimarios». Son víctimas de diferentes violencias. Me dejé llevar por la inercia. Pido disculpas.