Como es sabido, no pensar en un elefante es la forma más efectiva de pensar en un elefante. Sorprende que no nos hayamos dado cuenta todavía de que no hablar de Vox es un modo incuestionable de hablar de Vox hasta por los codos. Lo vamos a volver a comprobar en estos dos días en que los abascálidos conseguirán variar la monodieta pandémica con su pirotécnica moción de censura. De hecho, ese punto ya se lo han anotado en las jornadas previas, llenándonos los espacios de información y opinión con sus carretadas de estiércol. Sí, lo admito, estas mismas líneas son un ejemplo de lo que trato de explicar, pero no me fustigaré en exceso por caer en lo que no sé si es una incoherencia, una trampa o una simple paradoja.
¿Y entonces, qué hacemos? No tengo una respuesta deslumbrante, eso también lo confieso, aunque intuyo que la clave está en el término medio. De poco vale el presunto desprecio con aspavientos que, por ejemplo, se ha probado en el Parlamento vasco. Reconozco las buenas intenciones que lo motivan, pero igualmente certifico que ha servido justo para lo contrario de lo que se pretendía. Tampoco veo que se llegue muy lejos usando sus mismas armas demagógicas. Quizá fuera más útil que los partidos que se tienen por progresistas trataran de recuperar a los votantes que han cruzado la línea verde.