El gran profesor de Ciencia Politica y más que notable investigador de la misma materia, Pablo Iglesias Turrión, tendrá para varios tomos cuando se ponga a darle media vuelta a sus propias andanzas o las de su formación, valga la redundancia. Seguramente, le encantará explicar el rotundo y demoledor éxito en la implantación social y, en el mismo paquete, las expectativas electorales. En apenas un año (el pasado sábado se cumplió), salto de la casi nada al casi todo, y con perspectivas favorables, que anotaría una agencia de calificación de activos financieros. Quizá mi memoria esté como un queso de Gruyere, pero soy incapaz de nombrar un precedente cercano de semejante irrupción. Puede haber algún caso con dos o tres concomitancias, pero nada que se parezca al fenómeno de los redondeles morados.
Bien es cierto que junto al récord de difusión, conocimiento y simpatía, habrá que citar otra plusmarca también sin parangón. Díganme qué formación ha sido capaz, en doce de meses y sin alcanzar el gobierno, de incumplir tantas promesas solemnes de primera hora. Empezando por lo de la organización horizontal y casi etérea que va camino de un centralismo jerarquizado que ríase usted del PCUS o el Movimiento Nacional, siguiendo por la renta básica universal, el impago de la deuda y, junto a otro puñado, la claudicación más reciente: la derrota del malvado bipartidismo.
Sí, eso ya no solo no está entre los objetivos, sino que se aspira exactamente a lo contrario. Proclama Iglesias que en las próximas elecciones generales las dos únicas opciones serán PP y Podemos. Y eso no es bipartidismo, qué va.