Cuidado con la reforma

Las crónicas sobre los fastos anuales por la Constitución, igual que los del día de la Hispanidad, siempre han pertenecido más al género del cotilleo que a cualquier cosa levemente parecida al periodismo político. De saque, porque buena parte de los y las asistentes de cualquiera de los estratos sociales o profesionales, empezando por ciertos plumillas de ego XXL, aprovechan para exhibir sus modelitos. A ello se añade el hecho de que una de las inveteradas costumbres sea hacerse lenguas de los ausentes y ponerles de chupa de dómine con exageración en los aspavientos. Y como remate, la tradición porteril de los corrillos, donde se chismorrea sin micrófonos y en confianza. Bueno, en realidad, en ese tipo de confianza ful de Estambul impostada para ser traicionada.

Así es como van a los titulares declaraciones que no hay forma de saber si salieron de la boca del mengano o la zutana a quienes se atribuyen, si son producto de la creatividad del reporter o, como suele ser el caso más frecuente, si atienden a un apaño para poner en circulación la consigna que toque en cada rato. Si entiendo bien lo que voy leyendo y escuchando, el recado oficial de este año es que ni se va a meter mano ni se va a dejar de meter mano en las sagradas escrituras. O, en cualquier caso, que si se hace, no será para abrir el juego territorial, sino para dar matarile a las alegrías descentralizadoras que se dejaron colar los padres —eran todo tíos— de la llamada Carta Magna. Y no creo que a los tenidos por privilegiados e insolidarios habitantes de los territorios forales se nos escape por dónde empezaría la poda. Ojo al parche.

Apenas la fotografía

Ir o no ir, he ahí la cuestión. Si hablamos de la cacareada conferencia de presidentes autonómicos, se pueden encontrar argumentos igualmente razonables a favor o en contra. De hecho, fijándonos en lo que nos toca más cerca, comprobamos que la presidenta de Navarra, Uxue Barkos, ha optado por la presencia, mientras que el lehendakari Iñigo Urkullu se ha decantado por la ausencia. No parece que ni una ni otra postura se vayan a traducir para las respectivas ciudadanías en algo que les beneficie o les perjudique de modo especial. Al fin y al cabo, a casi nadie se le escapa que el principal motivo del encuentro, si no el único, reside en la fotografía solemne —también conocida como de familia— con todos los asistentes flanqueando a Mariano Rajoy y al rey Felipe Sexto, recién llegado en este caso de su bisnes por esa satrapía llamada Arabia Saudí.

La instantánea quizá no dé para una tesina de semiología, pero si la miran durante dos o tres segundos, les cantará la Traviata sobre un modelo de Estado que debería estar superado hace un buen rato. Y si además de mirarla, la huelen, percibirán el aroma inconfundible y ya rancio de aquel funesto café para todos que, si ya era malo de inicio, no ha dejado de aguachirlarse con el paso de los años y de los gobiernos de estas o aquellas siglas. No se antoja detalle menor que el ejecutivo liderado por el que aparece en el centro —cómo no— de la imagen haya sido el que con más brío, cuando no directamente saña, se ha empleado, en compañía de sus magistrados de corps, para cercenar el ejercicio de un autogobierno que, no lo olvidemos, ya venía afeitado de serie.

Si molestamos, nos vamos

A iniciativa de los tocanarices profesionales de UPyD, pero con los votos imprescindibles del PP, la Asamblea de Madrid ha aprobado una resolución que exige la supresión del Concierto y del Convenio. Sostiene esta panda de tiñosos indisimulados que los regímenes especiales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa suponen un intolerable agravio comparativo y quiebran el principio de solidaridad entre “las distintas comunidades de España”. Al primer bote y de calentón, la respuesta es bien sencilla: pues si tanto jodemos la marrana, échennos de una puñetera vez, que ya nos las apañaremos (o no) fuera de su manto dizque protector. ¿Se dan cuenta de que lo suyo es de manual de psicopatología? Concretamente, de los capítulos que hablan sobre los mecanismos mentales de los maltratadores. Háganselo mirar.

Luego está la matraca de los privilegios. Hay que tener rostro de granito para venir a dar esa barrila desde el punto del mapa tocado por las regalías sin fín de la capitalidad. ¿Echamos cuentas del repastón que les llueve solo por ser vos quien sois? Otra cosa es que, por ese carácter entre corruptuelo y manirroto (o las dos cosas) de sus mandamases, o sea, ustedes, acaben puliéndoselo todo en faraonadas y sus comisiones correspondientes.

Añadan, dones y doñas culiparlantes, que la cámara que acoge sus rasgados de vestiduras es de la Señorita Pepis, inventada anteayer junto a la pomposa Comunidad que se sacaron de la manga en una de las mil carambolas chuscas del café para todos. El poblachón manchego y su comarca devinieron en Autonomía por la jeró. Si ahora no les llega para vicios, es su problema.

(Otra) carta a Rajoy

Poco estimado señor Rajoy, dos puntos. Ni me molesto en desearle que al recibo de la presente se encuentre bien de salud, porque es de sobra conocido que un individuo de su indolencia, o sea, de su cachaza, es inmune a todo. O bueno, a casi todo, que ya imagino que sufrió lo suyo con el ridículo de su selección en el reciente Mundial o con el abandono del Tour del chico ese que buscaba chivos expiatorios en los chuletones de Irun.

Al grano. El motivo de estas líneas es traducirle la carta que le envió hace unos días —debe de ser como la quincuagésimo octava o así— el lehendakari. Ya, ya; me consta que se la escribió en perfecto castellano, pero también conozco lo suficiente a Iñigo Urkullu como para intuir que su tacto y su educación exquisita le hicieron medir o, incluso, edulcorar sus palabras, con lo cual usted habrá entendido lo que le haya salido de los fandangos, que diría Maruja Torres. Pues anote.

Lo que (creo que) quería decirle el primer representante de los ciudadanos de la llamada Comunidad Autónoma del País Vasco es que por aquí llevamos un tiempo hasta las mismísimas de los sucesivos sobeteos inguinales a que nos someten. Eso va por usía, por sus ministros y un rato largo por su comisionado en los tres territorios, que se pasa la vida ingeniando formas de jorobar(nos) la marrana. Y que ya va estando bien, que a buenos y pactistas no hay quien nos gane, que hemos dado muestra de unas tragaderas por las que cabe el Amazonas, pero que hasta una paciencia talla doble Job como la nuestra tiene un límite que ya ha sido superado. ¿Piensa seguir tensando la cuerda? Vaya, me lo temía.

La séptima de Wert

Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, Turismundo, Teodorico, Eurico… y así hasta Égica, Witiza y Rodrigo. Mejor que vayamos refrescando la lista de los reyes godos por si nos toca echar una mano con los deberes a los churumbeles. Yo que ustedes, rescataría del trastero la Enciclopedia Álvarez y me pondría a darle duro a lo del Ebro que nace en Fontibre y el Guadiana en las Lagunas de Ruidera, aunque esto último se haya demostrado que era mentira. También lo era la versión de la llamada Reconquista, el glorioso descubrimiento de América y no les digo nada la Santa Cruzada. Pero así venía y tal cual había que recitárselo a Don Román, salvo que quisieras ganarte un par de hostias y ser enviado con deshonra al pelotón de los torpes. Quién nos iba a decir que nuestro pasado era el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos.

Séptima reforma educativa en 35 años. Si las seis anteriores fueron, con sus matices, una chufa que no sacó a los alevines hispanistanís del analfabetismo funcional, esta llega con la intención de que salgan igual de parvos pero con un sentimiento patriótico del nueve largo. “La actual dispersión de contenidos es inmanejable”, ha justificado el parraplas Wert la confiscación de las competencias territoriales que trae de serie su ordenanza. Uno de los órganos paraoficiales de propaganda y lametones gubernamentales lo puso ayer en román paladino en su portada: “Una Educación, una Nación”.

Eso lo sueltas en euskera, catalán o gallego, y se te vienen encima los cien mil hijos de Don Pelayo a ponerte de esencialista totalitario para arriba. Suerte si Manos Limpias o los talibanes de DENAES no te arrean una docena de querellas en el occipucio. Pero lo bramas en castellano y eres una persona de bien que pide lo justo y lo necesario. Enterémonos: el disgregar se va a acabar. Ahora, si es caso, es tiempo de segregar. Por sexos y, desde luego, por el tamaño del bolsillo.