Santa Rita Rita no devuelve lo que quita. De momento, el acta de senadora se lo guarda, que al ser por designación autonómica, haya o no haya terceras elecciones, le da tres años más de vidilla aforada. Con su suelduplón correspondiente, por descontado, y además, ahorrándose la cuota del PP, porque el carné —“Lo tuyo es puro teatro”, pone la banda sonora La Lupe— sí lo ha entregado. Curiosa forma de dimitir sin dimitir, de irse quedándose, de avisar a los atribulados navegantes del bajel pepero que ojito al Cristo, que es de plata.
Piensen regular y acertarán. Cien a uno a que en su móvil hay un mensaje conminándole a ser fuerte, habitual cortesía para con los conmilitones enmarronados del ciudadano Rajoy Brey. ¿Cómo no recordar al mengano que se eterniza en funciones gritando “¡Rita, eres la mejor!” con ese aire de cuñao piripi que gasta cuando se viene arriba en los mítines? Cuando hagan el biopic o el novelón sobre la doña, ese será el momento en que el espectador o el lector sabrán que está jodida. No hay un genovés caído en desgracia —Matas, Camps, y tantos más— cuyo calvario no haya empezado tras los encendidos elogios de su jefe.
Sobran el cava y el confeti. No hay lugar para las celebraciones. Nos queda aún mucho por ver, y será mejor que abandonemos cualquier esperanza de que se haga justicia. Por todo castigo, habremos de conformarnos con estos malos ratos que estará pasando la propietaria de incontables bolsos de Louis Vuitton. A algunos, y tenemos mil precedentes, el Supremo les aprieta pero no les ahoga. Y si confían en que, por lo menos, se pague el precio en votos, también van dados.