En la calle, la expresión de “me ha costado un huevo”, supone que algo ha tenido un alto precio. Pero cuál es el valor real de los alimentos .Estos nunca tiene un valor concreto, solo tienen un coste de producción y distribución. El valor se lo daremos nosotros al adquirirlo.
En el caso de los huevos, los costos se reparten de la siguiente forma:
- La ponedora o productora solo representa el 16% del total.
- El alojamiento, es el 8% del gasto.
- La alimentación, sí supone un 64% del precio final.
Por lo tanto, el precio de lo que comen determinará el costo que nos supondrá una docena de huevos en el supermercado. Al menos, en la docena de huevos producidos de forma intensiva, que es la de consumo predominante. Es decir, gallinas ponedoras seleccionadas, en jaulas cerradas, con salida automática inmediata tras la puesta, con dispensadores de agua y bebida.
De esta forma, dependiendo de los países productores, el costo medio puede variar. En India una docena se produce a 0,65 dólares, en EEUU y Argentina 0, 80 dólares, en Holanda sube hasta 0, 98 y en Japón, casi el doble, 1,75 dólares. En resumen, el precio del grano y de la mano de obra, son determinantes.
Si además queremos ser tan exquisitos, sumemos un 7% al precio, que es lo que incrementa la adaptación de los productores a la ley de bienestar animal, y que obliga al cambio de jaula. Así somos los europeos, con una gran conciencia social.
Pero vayamos más allá, y pongamos otro 22%, si la explotación permite a las ponedoras estar sobre suelo y no en una jaula toda su vida. El coste de los productos ecológicos, orgánicos o bio, es directamente proporcional al respeto al medio ambiente, el bienestar animal y el cambio climático.
Este ejemplo, del coste de producción de un alimento indispensable, nos explica entre líneas el funcionamiento del mercado alimentario en general. En alimentos no transformados, huevos, leche, carne, pescado, etc. solo pueden aplicarse mejoras de selección natural, dieta y mano de obra. Sin embargo, en alimentos transformados, helados, deshidratados, derivados lácteos, postres, etc. las variables son mayores, como aditivos tecnológicos, espesantes, jarabes, melazas, edulcorantes y agua. El alejarnos de los productos naturales, agrava la dificultad de encontrar una información veraz en sus etiquetas, reconocer su procedencia, o evaluar su coste real.
Por el momento, en el caserío, si quiero desayunar unos huevos frescos, me acerco al gallinero del vecino, y ya me siento como un Nórdico Europeo.
Lo que llamamos la “sociedad del bienestar”, que antes lo llamaban lujo, consiste, en mi opinión, en poder elegir. Y evidentemente se está resquebrajando.
IAS
Un comentario en «¿Pero cuánto cuesta un huevo?»