Mercadeo del futuro

1.400 millones de personas no disponen aún de agua potable, según la FAO

LOS expertos denominan mercados de futuros a la cotización/negociación en bolsa de contratos de compraventa de bienes a fecha futura mediante un acuerdo de precio; para una inexperta esto es poner precio a lo que todavía no existe, para previsiblemente especular en ese futuro determinado con el bien cotizado. En lugar de mercados de futuros sería más descriptivo tildarlo «mercadeo del futuro«, más aún tratándose de bienes básicos como los alimentos, convirtiéndolos por chalaneo, burbuja financiera y hasta receptación, en bienes cotizables. Ahora le toca al agua.

Aherrojados bajo la pandemia sanitaria pueden pasar desapercibidos o subsumidos en la palabra crisis otros asuntos no menos pandémicos a futuro. Uno de ellos el agua, que ya cotiza en bolsa como valor de futuro. Desde el pasado lunes puede invertirse en derechos NQH2O del uso del agua en el índice Nasdaq Veles California Water. Al igual que el oro, el petróleo, los cereales o el aceite de palma€ sus derechos a futuro ya se cotizan y el agua salió al parqué a 486,53 dólares (402,66 euros) los 1,4 millones de litros. Puede parecer, aparentemente, barato e incluso, según la compañía negociadora de títulos, beneficioso para regular el riego agrícola, evitar problemas en sequías y ajustar mejor la oferta/demanda.

Pero en bolsa la volatilidad es impredecible y sus consecuencias aún más, porque como decía Newton, «puedo calcular a la pulgada y al segundo las órbitas de los cuerpos celestes, pero soy absolutamente incapaz de predecir hasta dónde puede arrastrar las cotizaciones de la Bolsa una multitud histérica». Así que la realidad histórica de cíclicas burbujas bursátiles permite predecir subidas/bajadas financieras especulativas que beneficiarán a unos pocos y sumirán en la ruina a muchos. El ejemplo de talas masivas de bosque autóctono en Borneo y la ruina periódica de sus habitantes como consecuencia de los vaivenes de cotización en bolsa del aceite de palma es un dramático precedente. Y ahora peor, porque será con un bien imprescindible que «es de todos», porque el agua es la vida; sin oro o petróleo se podría vivir, sin agua no. Desde la FAO ya alertan de que esta cotización viola un derecho humano básico, más aún cuando más de 1.400 millones de personas todavía no disponen de agua potable para consumir, sea por la demanda creciente o aumento de la contaminación o por sobre explotación en agricultura y minería.

Pero este mercadeo del agua no hace sino sumarse a otros mercadeos-chalaneos, y no solo bursátiles. Esta misma semana, el «pato cojo» Trump ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental y le ha vendido un buen arsenal de armas. No porque el rey marroquí sea guapo, sino porque en el Sahara se encuentran las mayores reservas de fosfatos del mundo; y siendo el fósforo el elemento limitante de la vida, en un mundo superpoblado los fosfatos son/serán la llave de la producción agrícola y en consecuencia, alimentaria. Y siempre se supo que quien controla el alimento, gana. Mercadeo con abuso de poder, que puede dar paso a cotizar en mercados de futuros el aire, el hielo polar y marina, los trinos de los jilgueros, el crotoreo de la cigüeña, el ulular del búho o el mayestático esplendor del sol crepuscular.

Por ahora, mercadear con la sed de los humanos sólo se hace en California, donde la escasez endémica de agua y los grandes incendios trae de cabeza a los agricultores, pero «cuando las barbas de tu vecino veas pelar», ya sabes, lo que debes hacer con las propias.

nlauzirika@deia.com @nekanelauzirika

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