En el vicio va la penitencia

La cafeína y el sexo aumentan la posibilidad de sufrir aneurisma cerebral -debilitamiento de la pared de un vaso sanguíneo que produce su abombamiento y posible rotura- y en consecuencia padecer una hemorragia cerebral. Así lo explica Monique Vlak, neuróloga en la Universidad de Utrecht y coordinadora del estudio publicado en la revista “Stroke”.

Siempre resultó evidente para los bienpensantes –adinerados, la mayoría- que los vicios son peligrosos, así que vivir peligrosamente –siendo pobre, lo habitual- era sinónimo de vivir enviciado. De modo que cuando la norma religiosa era obligada, nos señalaban el código canónico con la Inquisición como testigo y el cielo como señuelo para la salvación eterna y así no enviciarse ni en la gula, ni en la lujuria, ni en el levantamiento de vidrio…

Pero al pasar de los tiempos y con los pobres ya olvidados de promesas de eternidad por la necesidad de lo perentorio, aquellos mismos bienpensantes coartan nuestra voluntad con avisos mucho más dramáticos por cercanos: de no cumplirlos viviremos en el riesgo y nuestra vida será una mierda viciosa con final trágico de salud, es decir, moriremos irremisiblemente.

El fumar ya no puede ser ni modo de matar el hambre; arrojados los fumadores a los avernos exteriores, el no fumar más que salvador de salud, se ha convertido en proyecto moralizante; en colegios está prohibido expender productos colestrolizados; marginado el alcohol como matapenas y ayudante del olvido de que estás en paro, parece que desean comenzar el control de su consumo en niños/as  a los nueve años; en proyecto está el limitar por ley el consumo de grasas saturadas, que son abundantes en la carne de cerdo, que por su precio es la que nos salva del desfallecimiento proteico/lipídico a los pobres…  pero ahora, apuntillando al mortal pobre, nos anuncian ocho actitudes cotidianas –tomar café, ejercicio físico intenso, sonarse, relaciones sexuales, hacer fuerza en el baño, tomar refrescos de cola, sobresaltarse y enfadarse– como factores de riesgo de aneurisma cerebral y hemorragia cerebral.

Curioso que el socorrido y barato café, sonarse los mocos, relajarse en el baño, el enfado o el magreo casero “gratuito” con el pariente/a, banquetes cercanos para pobres, sean de riesgo, mientras que el champagne, caviar, angulas, jugar en Montecarlo, evadir a las Caimanes… no figuran como riesgo, ni tan siquiera como “vicio”. Bienaventurados los pobres, porque ellos … ya no podrán ni pecar.

 

Risas, muecas y sonrisas

 

Hemos tenido un primero de mayo multidiaD. Entre el día de la madre makeincorteinglés, el obsoleto sanjosé Obrero y el día internacional del Trabajo, me quedo con el día mundial de la risa. No es que el uso de la risoterapia como técnica/estrategia psicoterapéutica que beneficia la salud sea algo nuevo, pues desde los bufones medievales, pasando por Burton, Kant o Freud hasta Patch Adams son muchos quienes han hecho de la risa si no un método de curación sí al menos una terapia que permita vivir mejor. ¡Qué no es poco!

Así que, desde que el dr. Kataria propusiera en 1998 celebrar este primer domingo de mayo el día mundial de la risa, millones de personas han sonreído por el acierto de la propuesta. Que conste que no es fácil sonreír, especialmente si eres de los cuasicinco millones de desempleados/as a la espera de ver madurar algún brote verde, ni es para tomárselo a risa si integras una de las 1.300.000 familias donde ninguno tiene ingresos; tampoco se revienta de risa cuando no puede pagarse la hipoteca y todavía menos si aun devolviendo tu casa al banco éste se monda de risa porque te la sigue cobrando igual, con el beneplácito de legisladores que retozan risueños nadando en unos estipendios de morirse de risa.

 No es precisamente para desternillarse de risa observar que en las movilizaciones no participan ni los 300.000 liberados sindicales, cuyas dos centrales mayoritarias estatales CC.OO./UGT son sinecuradas a sopa boba por el Gobierno. Si no eres futbolero/a, seguramente tampoco retozarás de risa al ver que todas las calamidades se intenten tapar con el panem et circenses del enésimo partido del siglo. Ha subido la luz, el teléfono, los combustibles, el IPC en el 3,8%, el trabajo sumergido (20% del PIB) es una sangría incontrolable…, han bajado los sueldos, las pensiones, retrasan la jubilación, aumenta el trabajo precario, deterioro de la educación y sanidad… más que para risotadas de alegría estamos para muecas y rictus avinagrados.

Y para que no estemos cariacontecidos, avinagrados ni meditabundos nos televenden bodas reales (o ficticias, a saber) para que ante la pantalla pongamos cara de campana sin badajo tañendo por la alegría de chupones reales. ¡Indignados! dice Hessel, pero quizá sea mejor recomendar ¡Sonreíd!, que estas adversidades no son para tomárselas a risa, en absoluto. Aunque sólo sea como válvula de seguridad para no estallar.

Una tierra no es suficiente

Entre el enésimo partidodelsiglo B/M y los enredos penitenciarios de estado de excepción encubierto que se aplica a según quién, la semana pasada, aún abril, pasó casi desapercibido que el Estado ha alcanzado la producción de CO2 que correspondería, por tamaño y población, a todo el año.

A partir de ahora el porcentaje de gas invernadero que produciremos corresponderá a ciudadanos de lugares que producen menos por ser más pobres. Cabe preguntarse qué sucederá cuando éstos sean menos pobres y se lo endosen a otros y así sucesivamente. Pero la Tierra es finita y resulta muy pequeña, al menos si todos vivieran como nosotros, incluidos los sufridos mileuristas.

El pan diario asegurado, sanidad gratuita y universal, educación obligatoria para todos… nevera surtida, mercado abastecido, grifo con agua potable a discreción, el interruptor da paso a la luz, podemos desplazarnos continuamente, avances tecnológicos a mano…, podrían citarse otras mil situaciones y acciones cotidianas que para poder realizarse requieren flujos permanentes de energía y recursos naturales… elementos todos ellos que aunque creamos ilimitados, nada más lejos de la realidad.

Quizá sepamos algo más de las reservas contadas de petróleo porque es noticia en los medios. Pero si nos inquieren sobre la finitud de nuestra atmósfera o de lo limitado de los océanos y de la disponibilidad de agua u oxigeno, de fósforo o de la limitación física para seguir almacenando basuras… seguramente quedaremos perplejos, porque nos educaron en la imposibilidad de poner puertas al campo por su infinitud. Pero en absoluto es así. Mil millones de personas no tienen acceso al agua potable, varios miles de millones aún no utilizan papel higiénico y todavía no contribuyen a destruir árboles; como no pueden consumir casi nada, millones de personas no producen basuras, mientras nosotros producimos la propia y la que les corresponde a ellos, de modo que cuando paulatinamente los 7000 millones de ciudadanos-terrícolas vayan progresando, su nivel de producción de basuras llegará al nuestro y la Tierra se convertirá en puro acumulador de basura: un estercolero. Camino que recorremos pasito a pasito pero sin pausa.

Decía Ghandi que la Tierra podrá producir lo suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero no para colmar nuestras ambiciones. Puede que sólo sea una certeza moral, pero es constatable que si todos consumieran con nuestro furor devastador de energía y recursos finitos, necesitaríamos tres Tierras para llenar esa ambición. Estas reflexiones en la ruta de los contenedores ¿ya servirán para algo?

Desvergonzados

 

La batalla científica por explicar racionalmente las emociones más íntimas no tiene límite y el penúltimo hallazgo ha sido la ubicación de la vergüenza en un área concreta del cerebro. En un paso más en la lucha contra las enfermedades neurodegenerativas, analizando la sudoración, ritmo cardiaco y las expresiones faciales, Virginia Sturm de la Universidad de California ha comprobado la vergüenza que sentían las personas y mediante resonancias magnéticas mostrar el área del cerebro que se activa durante el proceso vergonzoso o vergonzante, según.

El rubor como emoción localizada ya tiene su dirección de correo postal neuronal en el cerebro. Sabiendo esta ubicación cerebral, es probable que a los dirigentes de Telefónica se la extirparan antes para que pudieran anunciar con desvergüenza total un ERE (anhelado, cierto, por la mayoría de los beneficiarios) para 6.400 trabajadores (20% de la plantilla), mientras la empresa presenta unos beneficios de 10.167 millones de euros y propone incentivos millonarios para sus directivos.

Aclaremos, el ERE dichoso lo pagaremos a escote todos los ciudadanos. ¡Vergüenza? Como pagamos a escote los viajes del señor Aznar a Libia a recoger su rayo del líder al tiempo que firmaba contratos de suministros de material bélico, torpedos, minas, misiles y bombas de racimo, todos ellos confirmados por el señor Rodriguez Zapatero, y que como ahora puede comprobarse el amigo libio Gadafi emplea en fuego a discreción contra su propio pueblo.

Así que el señor del sí a la guerra en Irak ahora es el del no a intervenir en Libia, y el de no a Irak es el del sí contra Libia. ¡Vergüenza? No sé si les quedará lóbulo alguno de la vergüenza. Pero tampoco mucha neurona para ruborizarse les puede quedar a los muchimillonetis españoles, mucho españolismo y vivas a la patria, pero en 2010, desde que pintan duras, han reducido a la mitad su inversión en deuda española (de 10.000 millones a cinco mil) y se han ido con sus Sicav (sociedades de inversión capital) a otras patrias más saneadas y rentables para sus patrióticos bolsillos. ¡Vergüenza?

Otro tanto han hecho los bancos en Europa con los fondos de rescate recibidos, embolsillados con desvergüenza y sin retorno social, ante cuyo expolio solo los islandeses parecen presentar síntomas de vergüenza-insumisión. Ante tanta atrofia del lóbulo de la vergüenza solo nos queda el ¡Indignados! de Hessel y Sampedro y las gotitas de insumisión islandesa. Poca cosa para tanto desvergonzado.

Agitadores nonagenarios

 

Paradójico pero real como la vida misma, dos pensadores escritores comprometidos, Hessel y Sampedro, son punta de lanza del inconformismo ante la ola de juveniles conservadores rancios y casposos; reivindicativos a los 90 años, sin agitación sino muy tranquilos al tiempo que profundamente revolucionarios.

Dos pacíficos insurrectos contra el orden establecido por el poder económico y financiero; así se muestran el francés Stéphane Hessel en la presentación de su libro ¡Indignados! y su prologuista José Luis Sampedro en su edición en castellano. Engullidos de lleno por la crisis económica que nos constriñe como una boa voraz, la voz indignada de estas dos jóvenes-mentes de 93 años es una brisa de aire fresco.

Frente a un mundo donde muchos jóvenesbiológicos navegan en el pasotismo neocom, de gomina y conservadurismo a ultranza, dos ancianosdeedad nos invitan a la rebelión pacífica contra una sociedad donde las cartas las reparte la banca, que cobra rescate y nos margina de los beneficios, aumenta la pobreza, recortan los logros sociales de 50 años, retrasan la jubilación, reducen las pensiones públicas y fomentan los planes privados de jubilación, la enseñanza y sanidad privadas, no se respeta el medio ni se entiende el progreso como un forma sostenible de desarrollo, sino como un amasamiento codicioso con sed insaciable de riquezas materiales que se quiere combatir como el náufrago bebiendo más… riqueza-codicia. «Del viejo el consejo» es un buen aserto ante el sálvese quien pueda donde cada uno busque su propia solución, se eche en manos de la banca y financie planes privados de solución personal.

Es cierto que los rifirrafes de nuestros políticos, sus corruptelas, privilegios y sinecuras existen en el ayuntamiento más pequeño y en el parlamento de Estrasburgo, pero sin ellos y los partidos políticos, en la foto social tras los Aznar y Berlusconi se atisba a Le Pen y otros nostálgicos de pasadas esvásticas y purezas étnicas mezcladas con capitalismo económico a ultranza.

Lo preocupante es que sean jóvenes los anclados en la indiferencia política y en derroteros de pasotismo ante la injusticia social, mientras que la voz de la experiencia de estos jóvenes-ancianos nos proponen encauzar nuestra indignación hacia el compromiso, la militancia y la solidaridad con organizaciones que defienden los derechos humanos. Ha vendido más de dos millones de ejemplares del libro en 30 países, lógico, estamos indignados. Del viejo el consejo, Indignados del mundo, ¡a las barricadas de la solidaridad!