Participación inútil

Se pregunta uno a santo de qué se vendrán tan arriba algunos partidos con la milonga de la participación, si a la hora de la verdad, de lo que tiran es del dedazo de toda la vida. ¿Cuántas primarias (supuestamente) abiertas de par en par están acabando estos días en el vertedero de las buenas intenciones? Se pierde la cuenta. En IU de Madrid, la candidata escogida por militantes y simpatizantes tiene que montarse un partido porque la dirección no deja de hacerle la trece-catorce. También en la villa, corte y comunidad, pero en el PSOE, la cúpula se cepilla sumarísimamente a Tomás Gómez, el tipo que había recibido el respaldo de las bases. En el PSE alavés, a la aspirante a la alcaldía de la capital, que además era la única que había optado a ello, no le queda otra que tirar la toalla porque la ejecutiva pretende calzarle en la lista a dos menganos que no entraban en sus planes.

Si bien el PP no le echa tanta literatura a lo de la democracia interna a gogó, cabe añadir a los casos que enumero el de su candidatura a la alcaldía de Donostia. Como es bien sabido, la que escogió la directiva de Gipuzkoa fue laminada y sustituida por una más conveniente desde el despacho de Arantza Quiroga. Tirando no sé si de cinismo o de honestidad brutal, un miembro de la formación gaviotil con el que comentaba el episodio me situó en la que podría ser la clave correcta. En su experimentada opinión, un partido debe funcionar de acuerdo con el principio de máxima eficacia. Eso implica organigrama claro y verticalidad. Si no se actúa así, me decía, el remedio es peor que la enfermedad. A la vista parece que está.

PSOE, suicidio transparente

Habrá que empezar reconociéndole al PSOE que de lo suyo gasta. Es muy libre de desangrarse ritualmente en público y, por supuesto, de presumir del ejercicio de transparencia y democracia interna que supone la apertura en canal con luz y taquígrafos. Al César lo que es del César: hasta la fecha no habíamos asistido al harakiri de una formación política a razón de un militante, una cuchillada, digo un voto. Ni la autolisis de la UCD ni las mil y una refriegas cainitas que demediaron sucesivamente el PCE y sus coaliciones supervivientes han atendido a tan elevado principio. No mentirá un epitafio que diga: “Nos fuimos al carajo por nuestro propio pie”. Si nos ponemos líricos, sería una hermosa forma de morir. El peligro de tan encomiable gesto es, paradójicamente, fallar con el estoque y, en lugar de un cadáver lustroso a la par que heroico, dejar un organismo malherido que se arrastre por las contiendas electorales inspirando compasión.

Añado, para no contradecir lo que escribí hace unos días, que siempre cabe aguardar el milagro de último segundo que tantas veces se ha dado en los 135 años de historia de un partido que, además de la del puño, ha llevado otra flor en el tafanario o, dicho en menos fino, en el culo. A la espera del desenlace, quienes no llevamos ni arte ni parte en la cuita pondremos a prueba desde la barrera nuestra capacidad de asombro. Hasta este instante hemos visto cómo un candidato totalmente desconocido hace un mes —Pedro Sánchez— casi duplica en avales (y le gana en su casa) a otro —Madina— que sale todos los días en la tele. Y tiene mucha pinta de ser solamente el principio.

Podemos tiene aparato

Es lo que tiene inventar la gaseosa, que la presunta novedad dura lo justo y un simple titular actúa de delator. “La candidatura de Pablo Iglesias obtiene el 86,9 por ciento para dirigir Podemos”. Muy currado el porcentaje, para que no parezca ni que ha sido a la búlgara ni que hay una contestación interna preocupante ya de saque, pero en esencia, el mensaje del enunciado es inapelable: ha ganado el aparato. ¿No es eso lo que diríamos de cualquier otro nombre y otras siglas con una cifra semejante? ¿Por qué no ha de valer en este caso? Ah, ya, porque se trata de una formación diferente donde la participación se estructura de un modo que escapa a la ley de la gravedad y los pajarillos cantan, las nubes se levantan… Vístanlo como quieran, que lo del sábado en la Complutense seguirá siendo un congreso tan convencional como el que más, y si nos ponemos tiquismiquis, hasta con un toque rancio de asamblea universitaria de los setenta. Probablemente, algunos no lo sospechaban (y jamás lo admitirán), pero los famosos círculos son tan redondos como el aro por el que hay que pasar incluso para derribar el sistema, voltearlo, o darle una mano de pintura.

Tampoco deberían tomárselo a la tremenda. No hay nada de vergonzante en tener un aparato y una disciplina. Tales cosas existen, más o menos visibles, en todos los partidos y allá donde fallan, catacrac. Pase que se haga de nuevas cualquiera de los miles de seguidores entusiastas. Los de la cúpula, empezando por el gurú, tienen doctorados en la materia. Saben perfectamente que en una organización política la horizontalidad es vertical. También en esta.

¡Oh, Susana!

No es solo el PSOE sino la política oficial hispanistaní al completo la que canta la Traviata cuando nombra gran esperanza blanca a una individua que con dificultad ganaría un quesito en el Trivial… y únicamente si su rival fuera Elena Valenciano. Miren que no soy fan del otro nuevo fenómeno ibérico, pero en un pelo de la coleta de Pablemos hay más fundamento que en cuatro horas de parrapla de la tal Susana Díaz, ante la que se inclinan torres altísimas de su atribulado partido. Se siente uno como el niño del cuento del traje del emperador contemplando tanta lisonja babosa hacia una inanidad intelectual cuyo meritoriaje ha consistido en dejar cabezas de caballo sobre la almohada de los conmilitones caídos en desgracia. Es cierto, sí, que en ese ministerio de correveidile aparatero ha demostrado una gran pericia y una frialdad en el laminado de rivales de ya quisieran algunos sicarios del Cártel de Medellín; entre sus víctimas, varias personas que le habían echado un capote. Pero sáquenle cualquier asunto de enjundia de la actualidad y verán cómo naufraga entre topicazos y salidas por la tangente.

Es imposible que no lo sepan la inmensa mayoría de quienes ahora le bailan el agua y le acercan el espinazo mendigándole la bendición. ¿Que eso es por sus fantásticos resultados en las elecciones del domingo? Otro embeleco. El PSOE perdió trescientos y pico mil votos en Andalucía y bajó trece puntos largos, uno más que el PSE del semidimitido Patxi López. Con tal aval y sin haberse medido jamás en unas urnas, Susana Díaz es la llamada a refundar una formación de 135 años. Pues qué triste, oigan

Tres tristes diputados

Los que se mueven no salen en la foto, previno Alfonso Guerra a su rebaño sobre las consecuencias de no balar de acuerdo con la partitura. Mil veces se ha cumplido la nada velada amenaza desde entonces, tanto en la congregación del Rasputín sevillano como en el resto, pues en materia de trato a los discrepantes no hay gran diferencia entre siglas. En la ocasión que me ocupa, sin embargo, los renegados sí aparecen en las instantáneas… ¡pero cómo! Relegados literalmente al córner del Parlament de Catalunya, en la última fila, más cerca de los apestados de Ciutadans que de sus todavía compañeros nominales, que aprietan el culo hacia el lado opuesto para que corra el aire, no sea que se contagien del virus librepensante o que el jefe de personal les acuse de no hacer el vacío adecuadamente.

Qué imagen, la de los tres tristes diputados del PSC sometidos a escarnio público por haber votado lo que no debían. Expulsarlos habría sido demasiado compasivo. Cuánto mejor un martirio lento ante los focos, no se sabe si para que entren en razón y vuelvan arrepentidos o para empujarles a abandonar el paraíso por su propio pie. Y el mensaje no es solo para ellos. Como la frase con la que arrancaba estas líneas, es todo un aviso a navegantes por los procelosos (qué ganas tenía de usar esta palabra) mares de la disidencia de uno a otro confín ideológico. A buenas, el aparato es muy bueno: reparte chuches entre los niños dóciles y proporciona cobijo y generosa manutención a auténticas nulidades que en la vida real las pasarían canutas. A malas, es mejor no comprobarlo.

No es casualidad la terminología empleada en el relato. Se cuenta que el trío calavera ha sido degradado a la condición de diputados rasos. También militante viene de militar. Ayer, hoy y siempre los partidos han sido, son y serán organizaciones que se rigen por códigos castrenses levemente dulcificados. Y quizá deba ser así, quién sabe.

Primarias

Minipunto para el PSOE: ha conseguido que (casi) todo quisque se ponga a hablar sobre primarias. Solo en la mañana del día en que redacto estas líneas, me habré echado a las pupilas media docena de columnas y editoriales sobre la cuestión, incluyendo el de uno de los periódicos del grupo que da pábulo a mis desvaríos. No niego que he aprendido un huevo y pico zigzagueando entre pros, contras, considerandos y portantoencuantos, aunque a la larga, mi escepticismo de partida respecto a la fórmula no haya variado un ápice. Sigue pareciéndome un fenómeno interesante y, desde luego, como cuentacosas y opinatero, agradezco los minutos y los centímetros cuadrados de fácil relleno que nos va a brindar, pero no paso de ahí.

Quiero decir que empezaré a creerme lo de las primarias —abiertas, cerradas o semientornadas— cuando asista a un sorpresón monumental en la Condomina. Y no me vale que gane un Borrell por exceso de confianza del aparato para que tras cuatro días de inmisericorde fuego amigo tenga que agachar la cerviz, devolver el trigo a su dueño y copiar quinientas veces que no reincidirá en el oprobioso comportamiento de derrotar al candidato oficial. Para asistir a ese desenlace, resulta más honrado el dedazo de la Ejecutiva, disimulado con la estampa de un rebaño de delegados levantando la cartulina pertinente.

Por lo demás, y si bien no soy nada partidario de los bloques monolíticos, me escama un rato que las diferentes sensibilidades tengan que estar necesariamente encarnadas en una persona. ¿Cómo distinguir el fulanismo de la legítima defensa de unas determinadas ideas? No es fácil, máxime, conociendo a algún preaspirante capaz de sostener lo que sea con tal de que le dejen encabezar el cartel.

Claro que también hay algo que invalida lo recién expuesto: cada partido es libre de organizarse como le parezca apropiado. De lo suyo gastan. Bueno, esto último tal vez no sea exactamente así.

Operación Q

Antes de marchar a hacer las Américas, el inminente tiburón financiero Antonio Basagoiti cumple con un precepto muy clásico de su bandería doctrinal: hay que dejar las cosas atadas y bien atadas. Tiene su gracia que lo haga mejorando la ortodoxia marxista-leninista y, en especial, uno de sus engendros teóricos más abracadabrantes, el centralismo democrático, que como todo el mundo sabe, era lo primero pero jamás llegó a ser lo segundo. La cosa consiste (pongo el verbo en presente porque el método es el que aún impera en prácticamente todos los partidos de nuestro entorno) en señalar a la dócil e ignorante militancia el pastor que más les conviene, de modo que su trabajo intelectual se reduce a un balido prolongado de confirmación. Un congreso preparado al milímetro por los duchos fontaneros asegura la mayoría a la búlgara pertinente para que la macedonia tenga el aspecto de una piña.

La aportación innovadora de Basagoiti —o de Rajoy, si vamos al origen— ha sido saltarse el último paso. Por un lado, y aunque suene cínico, se agradece que se evite el paripé y, sobre todo, que no se oculte a la masa, votante o no del PP, que donde manda el dedazo del patrón no pintan nada las cartulinas que puedan levantar los marineros. Por otro, queda claro y cristalino que en realidad se ha hecho de la necesidad virtud. Nadie garantizaba que los espectros del pasado recientísimo no salieran en tropel del búnker a cobrarse la vendetta que rumian en las tertulias de la tedeté donde van a hacer sus terapias de grupo.

Por lo demás, la elección sucesoria no podía ser más salomónica a la par que, según opino a mil millas ideológicas, acertada. Arantza Quiroga es la menos pop de los pop y la menos dura de los duros. Salvo que a los egos heridos por ver sus aspiraciones aplazadas cuando ya se soñaban con mando en plaza les venza la tentación de la pelusilla, la Operación Q puede funcionar. Será cuestión de verlo.