No nos resignemos

39 años y un mes después, llegan a la demarcación autonómica las transferencias de 6 kilómetros de una autopista y 14 de dos líneas de ferrocarril de mercancías. Un pellizquito a descontar del Cupo. No me digan que no es motivo de celebración. Casi para sacar la gabarra, si no fuéramos a herir sensibilidades. Pero eso no es todo, oigan. Lo rebueno es que hay un calendario. ¿El de los bomberos? ¡Ca! ¡Mucho mejor! Uno que hace el inventario de lo que ponía en el Estatuto de 1979 en la fila de la derecha, mientras que en la de la izquierda figuran las fechas en las que el muy cumplidor Estado español va a ir devolviendo el trigo a su dueño nominal. ¿Como las anotaciones de las deudas en la barra de hielo? Por ahí debe de ir la cosa, con el pequeño matiz de que el gobierno presuntamente pagador está en situación de interinidad y podría ser que pasado mañana, cuando toquemos el timbre para ver qué hay de lo nuestro, nos contesten que Pedro ya no vive aquí y que las reclamaciones, al maestro armero.

Admito que me llamen pinchaglobos, incluso antes de que les revele el minúsculo detalle de que la ministra Batet, cabeza del equipo negociador español, ha dejado claro que, sintiéndolo mucho, la Seguridad Social (artículo 18.2) se cae de la lista de lo demandable. Bastante será que se ponga sobre la mesa la competencia de Prisiones, esa que Marlaska dijo que no y Celaá que quién sabe.

Comprende uno que, con la amenaza ultracentralizadora de la tripleta Casado-Rivera-Abascal cerniéndose en el horizonte, quepa apechugar con la teoría del mal menor. Pero resignarse a quedarnos sin lo que es ley no debería ser una opción.

Un chollo de Estatuto

25 de octubre, fugazmente San Patxi y San Antonio (Basagoiti) en aquel trienio pardo de gobierno vasco sociopopular que decidió convertir en fiesta de guardar el aniversario de la aprobación del eternamente incumplido Estatuto de Gernika. Hoy, que se alcanza la trigesimonovena vuelta completa de calendario, aunque vuelva a ser jornada laborable, tocará asistir de nuevo al orgasmo celebratorio justamente a cargo de quienes han perpetrado con diurnidad y alevosía su vaciado sistemático de contenido. Se le ocurren a uno pocos ejercicios de hipocresía semejantes. O mejor dicho, de cinismo y de ventajismo: los mutiladores contumaces del texto lo glorifican como supuesta gran cúpula celeste bajo la que viven felices las vascas y los vascos de la demarcación autonómica.

Ocurre que tal martingala no cuela. Hace mucho que dejó de ser verdad que la carta del 79 concita el acuerdo mayoritario de los censados en los tres territorios. Y miren que podía haber sido así. Quizá si se hubieran ido cumpliendo los mandatos que el documento deja negro sobre blanco, hoy tendríamos algo parecido a ese consenso inventado. Pero no ha habido la menor intención ni —todavía peor— la hay a día de hoy, como acaba de dejar claro el presidente español, Pedro Sánchez, en el Senado con su lapidaria al tiempo que reveladora frase sobre la competencia en materia de Seguridad Social: “Si no se ha completado en 30 años, por algo será”. Lo triste es que el principio es de aplicación para cada una de las disposiciones que no han pasado del papel a los hechos. Si lo piensan, los festejos son totalmente comprensibles: este Estatuto es un chollo.

Huelga de celo

Huelga de celo, curioso concepto. Para empezar, si la pone en práctica un cuerpo policial, como es el caso de Gasteiz, es preciso negar tajantemente que se esté haciendo. O sea, hay que tomar por imbécil a la ciudadanía. Por más imbécil, en realidad, porque ya de partida se ha decidido zurrar a los gobernantes en la badana de los sufridos contribuyentes. De acuerdo, como en todos los conflictos, puesto que la capacidad de presión de un colectivo es directamente proporcional a las molestias que pueda causar al común. Solo que este caso, la jodienda se ceba en el bolsillo de los pringados y las pringadas de a pie.

Así, a primera vista, no se diría que es el mejor modo de conseguir que se simpatice con una causa. Claro que, conociendo algún percal uniformado y dotado de porra —¡no todos son iguales, ojo!—, tampoco extraña que a los multistas se la bufe un kilo caer bien o mal. Por lo demás, basta buscar el negativo de la foto para que a uno le asalte la duda. Si en estos días de frenesí sancionador es cuando cumplen la ley, ¿será que hasta la fecha no lo hacían? O prevaricaban antes o prevarican ahora, y eso es bastante más delito que cruzar un paso de peatones en rojo.

No se deje de notar otra paradoja. La (no) huelga se hace para denunciar la falta de recursos, y sin embargo, su efecto es multiplicar por un congo la productividad traducida en ingresos de escándalo para las arcas municipales. Y aquí procedería la reflexión final sobre el porqué de las normas, el grado variable de cumplimiento que se nos exige según las circunstancias, y la sospecha del carácter puramente recaudatorio de algunas.

Bipartidismo, según

El gran profesor de Ciencia Politica y más que notable investigador de la misma materia, Pablo Iglesias Turrión, tendrá para varios tomos cuando se ponga a darle media vuelta a sus propias andanzas o las de su formación, valga la redundancia. Seguramente, le encantará explicar el rotundo y demoledor éxito en la implantación social y, en el mismo paquete, las expectativas electorales. En apenas un año (el pasado sábado se cumplió), salto de la casi nada al casi todo, y con perspectivas favorables, que anotaría una agencia de calificación de activos financieros. Quizá mi memoria esté como un queso de Gruyere, pero soy incapaz de nombrar un precedente cercano de semejante irrupción. Puede haber algún caso con dos o tres concomitancias, pero nada que se parezca al fenómeno de los redondeles morados.

Bien es cierto que junto al récord de difusión, conocimiento y simpatía, habrá que citar otra plusmarca también sin parangón. Díganme qué formación ha sido capaz, en doce de meses y sin alcanzar el gobierno, de incumplir tantas promesas solemnes de primera hora. Empezando por lo de la organización horizontal y casi etérea que va camino de un centralismo jerarquizado que ríase usted del PCUS o el Movimiento Nacional, siguiendo por la renta básica universal, el impago de la deuda y, junto a otro puñado, la claudicación más reciente: la derrota del malvado bipartidismo.

Sí, eso ya no solo no está entre los objetivos, sino que se aspira exactamente a lo contrario. Proclama Iglesias que en las próximas elecciones generales las dos únicas opciones serán PP y Podemos. Y eso no es bipartidismo, qué va.