Contra el acoso escolar, nada

Tenemos tantos frentes abiertos, que ayer se nos fue casi de puntillas el día internacional contra el acoso escolar. Siento decir que tampoco nos perdimos nada más allá de proclamillas de aluvión y rasgados de vestiduras de acuerdo a coreografías repetidas hasta la saciedad. Como nos ocurre con tantas injusticias intolerables, en el caso de los matones alevines que siembran el terror en los centros escolares, se nos va la fuerza por la boca. Somos la releche a la hora de denunciarlo con lemas resultones o con vídeos chachiguais como ese del Atlético de Madrid que, en realidad, debería darnos vergüenza porque nos presenta a un machito fortachón saliendo al rescate de la atribulada y atolondrada víctima.

Luego, nos medimos con los hechos contantes y sonantes, y nos encontramos con que en las aulas, los pasillos, el patio y/o el camino a la ikastola o el colegio hay chavalas y chavales que son sometidos a humillaciones físicas y sicológicas sin cuento por sus iguales. O algo más terrible todavía, pero desgraciadamente revelador: no pocas de esas criaturas hostigadas buscan a su alrededor congéneres más débiles y les hacen objeto de las mismas tropelías que sufren. Es un bucle infinito perverso que, por lo visto, no hay modo de cortar, por más protocolos requetemolones que importemos de los mitificados países nórdicos, allá donde el acoso no solo no se ha erradicado sino que se ha ido perfeccionando hasta la barbarie indecible. Supongo, claro, que ante un problema sin solución (o al que hay que tener coraje para buscársela) es más fácil hacer como que se hace y, en lo práctico, mirar hacia otro lado.

Filosofía, sí; Valores cívicos, no

Si les soy sincero, tengo mis dudas de que la asignatura de Filosofía obre los milagros que se le atribuyen. Me da que para conformar un espíritu crítico hace falta bastante más que obligar a la chavalería a pegarse unos chutes liofilizados de Platón, Descartes, Hegel o Nietzsche. Incluso con docentes desbordantes de entusiasmo como la mayoría de las y los que imparten actualmente la materia, no está garantizado el éxito de la empresa. Pretender lo contrario es, paradójicamente, más magia que conocimiento científico, amén de una idea con un tufillo uniformizador que echa para atrás. Cada alumno responde de un modo diferente a las enseñanzas que contiene el programa escolar, según la terminología de mi época.

Hecha la salvedad, me declaro radicalmente en contra de la eliminación ya casi definitiva de la Filosofía que plantea el gobierno español en su enésima reforma de lo ya reformado. De entrada, porque si bien no es la repanocha que pretenden algunos, considero que los contenidos pueden ser de mayor provecho que las asignaturas que se plantean como alternativa. Lo de Digitalización, pase. Lo de Emprendimiento, permítanme que me ría. Pero ya lo de Valores cívicos y éticos me pone directamente las rodillas temblonas. Conoce uno suficientemente el paño para imaginar que esos tales valores que se pretenden instilar en vena a nuestros churumbeles son, en realidad, dogmas de a duro establecidos por la superioridad moral rampante que nos asola. Mi única esperanza es que a la mayoría de los alevines de la tribu lo que les cuenten les va a entrar por una oreja y les va a salir por la otra, como ocurre con casi todo lo demás.

¿Habrá huelga en la enseñanza?

Esta vez no es una exageración. Se mire por donde se mire, hay que calificar como histórico el acuerdo sobre las bases para la futura Ley educativa vasca que han alcanzado PNV, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos. Sencillamente, ni en la Comunidad Autónoma ni en ningún otro lugar hay precedente de un consenso similar sobre una cuestión tan espinosa como la educación. Estamos hablando nada más y nada menos que del 90 por ciento de los escaños de la cámara donde está representada la ciudadanía de los tres territorios. Se han quedado fuera el conglomerado que forma el PP con los restos de serie de Ciudadanos y, faltaría más, Vox. Ahora que no nos lee nadie, anotaré que semejante oposición le concede más valía si cabe al acuerdo. Si a quienes hacen bandera del cerrilismo irredento no les gusta lo aprobado por todos los demás, señal de que hay motivos, como poco, para ser moderadamente optimistas.

Ahora la pelota está en el tejado de los sindicatos que, en el momento de escribir estas líneas, mantienen para el próximo viernes la convocatoria de una huelga contra el borrador de la futura ley. Mañana se reúnen las centrales para decidir qué hacen ante el nuevo escenario. Su rapidez de gatillo les ha llevado a una tesitura muy resbaladiza. Si optan por suspender el paro, parecerá que se están haciendo una enmienda a la totalidad y que reconocen su precipitación. Si, con todo, se decantan por tirar millas y mantener la huelga, se dará la significativa circunstancia de que la amplia mayoría sindical de un sector concreto se enfrentará a una todavía más amplia mayoría social y política. Parece obvio dónde está la legitimidad.

Vértigo ante el consenso

No hace ni una semana celebré aquí mismo lo que me pareció una acogida ilusionante al borrador de la ponencia parlamentaria para ir construyendo una ley vasca de Educación. Lo hice venciendo mi natural escepticismo, y ya voy viendo que mejor me habría callado. Conforme han pasado los días, han ido llegando los desmarques en una amplia gama que va desde la tibieza a las cajas destempladas pasando por los que no se sabe si quieren hacerse de nuevas o los interesantes. Para nota (mala nota, de insuficiente a muy deficiente), lo del PSE de Eneko Andueza y el profesor Retortillo reclamando a buenas horas mangas verdes que primero se hable entre los socios de gobierno y luego, ya si eso, se les eche el alpiste a los demás partidos, a los sindicatos y a la comunidad educativa en toda su amplitud a ver si tragan. Si fuéramos nuevos, quizá no viéramos que la reacción atiende, además de al clásico ataque de cuernos, al tembleque de piernas porque desde una caverna les acusan de ser cómplices del apartheid del castellano y desde la otra, de echar carretadas de pasta a la concertada y asfixiar a la pública.

Tampoco quiero pasar del optimismo del martes pasado al cenicismo total, pero algo me dice que en lo que queda hasta que se entre en la fase decisiva se van a ir ahondando las diferencias. Algún día tendremos que hacernos mirar el vértigo y el miedo al qué dirán que nos provocan los acuerdos plurales de verdad. Con todo, no quiero dar este envite por perdido. Y como les digo una cosa, les digo la otra. Ayer EH Bildu, la segunda fuerza del país, mostró (creo que sinceramente) su disposición a buscar el consenso. Ojalá cunda.

Ley de Educación por consenso

Es una de esas noticias de calado que, me temo, no acaban de llegar a la ciudadanía en su justa dimensión. Después de meses de discreto e intenso trabajo, ayer conocimos el borrador de la ponencia parlamentaria que deberá fructificar en la futura ley vasca de Educación. El documento recoge las aportaciones no solo de distintas fuerzas políticas y sindicales, sino de una amplísima representación de personas que trabajan a pie de obra en las aulas y/o que acreditan un profundo conocimiento sobre las diferentes vertientes de la enseñanza. Incluso con ese aval, y dado que estamos ante una materia que se presta golosamente a la controversia politíca (o, sea, politiquera), cabía temer una acogida, como poco, recelosa en general. Sin embargo, no ha sido así.

Con sus matices y sus apuntes propios, los cuatro principales partidos de la CAV (es decir, 68 escaños sobre 75) han ponderado muy positivamente el texto de base. Seguramente habrá que apurar mucho en los meses que quedan por delante, pero estamos ante un interesante e ilusionante punto de partida. Será una extraordinaria noticia que se mantenga el espíritu constructivo en el todavía largo proceso. No faltará, seguro, quien trate de embarrar el campo esparciendo especies como que se busca el appartheid del castellano o el finiquito de los conciertos. En la contraparte, habrá versiones que sostengan que el euskera queda relegado o que se favorece a los centros privados en detrimentos de los públicos. Nada de lo que hemos conocido en el borrador sustenta estos mensajes maximalistas. Ojala esta vez no se imponga el partidismo cortoplacista.

Clases presenciales, por supuesto

Todas las comunidades del Estado han acordado por unanimidad que la vuelta a las aulas el próximo lunes sea presencial en todos los niveles educativos. De entrada, es una excelente noticia que ha habido el mayor de los consensos allá donde suele primar la división y hasta el intercambio de trastos a la cabeza. Ojalá cunda el ejemplo. Y yendo ya al fondo, nos encontramos ante una decisión absolutamente lógica que se encuadra, sin más y sin menos, en el principio de pura realidad. En el punto de la pandemia en el que estamos, incluso con la explosión de contagios (o quizá, justamente por la explosión de contagios), no cabía hacer otra cosa que agarrar el toro por los cuernos y apostar por las clases en vivo. Lo contrario habría sido un paso atrás.

Con todo, y siguiendo el mismo principio de realidad que citaba, hay que tener claro que es altamente posible que en las primeras jornadas se acumulen las incidencias. Ojalá no ocurra, pero debemos estar preparados para un considerable flujo de aislamientos preventivos y aulas cerradas. Lo indican la intuición y el cálculo de probabilidades. Si ocurre, sería de gran ayuda que los habituales capitanes A Posteriori se abstengan de echar las redes en el río revuelto. Era antes cuando debían haberse hecho escuchar y, como venimos contando, el acuerdo tiene el aval de la comunidad educativa y de autoridades sanitarias de prácticamente todo el arco ideológico. Es de esperar que si surgen problemas, se mantenga la misma unidad para hacerlos frente. Si esto sale bien, habremos avanzado un buen trecho en el camino de la ansiada convivencia con el virus.

Oyarzábal, otro suspenso

Tiene uno que morderse las teclas cuando en la misma columna se van a encontrar Iñaki Oyarzábal y la escuela. Digamos simplemente que el gran surfista de la política no parece la persona más adecuada para hablar de la enseñanza. Claro que, atendiendo a su hoja de servicio, la ignorancia supina sobre una cuestión, la que sea, no ha sido óbice ni cortapisa para que se haya venido arriba en el verbo. En algún lugar de mi archivo sonoro debe estar la grabación de una intervención suya en un programa de Intereconomía Televisión en que relacionaba con ETA a las víctimas de la masacre del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. Y no crean que fue, en ese caso, por maldad. Se trataba de pura ignorancia de la historia de su propia ciudad.

Esta vez, su proverbial osada deficiencia de conocimientos sí se ha dado la mano con la falta de escrúpulos y de respeto a la verdad al proclamar que la educación pública vasca genera un clima de odio a lo español. No fue una frase interpretable. Según consta en todas las crónicas y en el propio audio de la entrevista en Radio Euskadi, Oyarzábal acusa de dos maneras distintas a los miles de docentes de nuestra enseñanza pública de crear el caldo de cultivo que desemboca en agresiones como las que han sufrido en los últimos meses dos jóvenes dirigentes del PP alavés. Se trata de una imputación que trasciende lo injusto para situarse en lo nauseabundo y, en otro terreno, en lo querellable. Insisto en que, aunque las destinatarias de la andanada fueran las autoridades educativas, los directamente señalados han sido las trabajadoras y los trabajadores a pie de aula. No pueden tolerar un insulto así.