Recortes a la riqueza, la desigualdad y al despilfarro

 Hace unos días Hertha Wallecker, una austríaca de 82 años, hacía huir de una sucursal bancaria a un ladrón. La anciana le regañó por no trabajar e intentar vivir del robo mientras otros trabajan duro; atónito, el  ladrón huyó regañado y sin botín. Acción de regusto muy social la de esta Robin Hood anti-robinhood.

En Lille (Francia) han encontrado el cadáver ya esquelético de un anciano español que podría haber fallecido en su casa hace 15 años, sin que desde entonces nadie se inquietara por la prolongada ausencia del sr. Rodríguez; al parecer en nuestra sociedad se presta poca atención al vecino/próximo/prójimo. Esta pasada semana se ha dedicado al recuerdo de la pobreza que se enseñorea en muchos de ellos.

En el planeta 1.300 millones viven con menos de un euro al día, mientras el 10% posee el 85% de la riqueza. Tal vez nos sea lejana-casi ajena la malnutrición  en Somalia originada por el clima extremo asociado a la ambición humana, o no merezca atención que 47,6 millones de norteamericanos reciben ayuda del Programa de Nutrición. Más cercano está ese 40% de andaluces en riesgo de pobreza o la mitad de su población con dificultades para cerrar el mes. Muchos se preguntan si con ocho millones de personas necesitadas de servicios sociales en Madrid o con el 21,9% de los catalanes viviendo con rentas inferiores al umbral de la pobreza se puede hablar realmente de democracia.

En Euskadi 28.000 vascos/as -1,3%- disponen del 45% del PIB, mientras la pobreza y la exclusión social habitan entre 89.000 vascos, con 323.000 en riesgo: familias enteras en paro; niños en hogares pobres; desahucios, personas mayores con responsabilidades familiares; parados de larga duración y personas sin hogar.

Cáritas, Medicus Mundi, SOS-Racismo, Amnistía Internacional o Unicef confirman lo que todos observamos: los ricos son más ricos y los pobres más pobres. El Estado español ya es el país con mayor desigualdad social de la eurozona. Las aportaciones de estas organizaciones o del Banco de Alimentos que dedicará la dotación del Príncipe de Asturias a comprar comida son valiosas gotas para apagar un incendio. Un incendio que continúa porque al tiempo que se criminaliza al parado sospechoso de holgazanería y se juzga crudamente a la élite política, la élite económica permanece inmune e impune a la culpabilidad. Difícil dilema, ser sr. Rodriguez olvidado o pobre regañado por Hertha Wallecker por robar al rico.

 

 

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