El hombre no ha entrado en casa…

Aunque la mujer sí haya salido de ella.

Setecientas mujeres asesinadas por sus exparejas en los últimos diez años son un muestrario horroroso de la violencia de género, pero no es éste el problema vital ni la situación habitual de la inmensa mayoría de las mujeres. Mayoría social que sí vivimos/sufrimos otro tipo, no de violencia, pero sí de agresión continuada de baja intensidad que es lo que denominamos desigualdad.

 Desigualdad en los estudios, son más ellas con mejores resultados, pero al saltar al campo laboral ocupan menos puestos de relieve; es el techo de cristal. Desigualdad en los sueldos, a igual trabajo inferior retribución. Desigualdad son los despidos encubiertos por estar casada o embarazada. Desigualdad es la significativa mayor tasa de desempleo entre mujeres.

Por esto, recordar el 8 de marzo a la mujer es como el Día de las Enfermedades Raras: “celebrarlo un día” y olvidarlo los 364 restantes. Pero las mujeres no son enfermedades raras, sino la mitad de la población, y el quid de que el 8 de marzo desaparezca del calendario de fechas D tal vez esté en la otra mitad, al menos tanto como en nuestra mitad femenina. Porque las mujeres, las jóvenes prácticamente todas, han dado el paso de lo privado a lo público, de casa al ágora. Estudian, trabajan, Universidad, empresa, comercio… en todas las actividades. Pero si la mujer ha salido a lo público, no por eso ha dejado de seguir estando en casa: atención en el hogar, hijos/as, cuidado de mayores; es la conocidísima doble (y hasta triple) jornada laboral de la mujer. Aquí entra la mitad imprescindible para la igualdad: la corresponsabilidad del hombre, su coparticipación, no como mero ayudante, sino como titular a pleno derecho de su mitad de responsabilidad. Sin esta conciliación laboral-familiar la igualdad de la mujer será un desiderátum inalcanzable.

En mayo votaremos en Europa porque somos europeos/as; podríamos copiar en algo a nuestros conciudadanos/as del Norte, por ejemplo en los horarios. Tenemos series televisivas hasta altas horas de la madrugada, partidos de fútbol a las once de la noche… que inciden en los horarios especialmente de los niños/as; tenemos dos o más horas para comer, en lugar de hacer jornada continua; no se facilita el horario laboral complementario de la pareja, por citar ejemplos.

Claro que no solo es cuestión de leyes, pero el día que el 50% de la pareja-masculina entre en casa la igualdad de oportunidad de la mujer será un hecho casi consumado.

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