Si Darwin levantase la cabeza y mirase los pasos que ha seguido su Teoría de la Evolución en el ser humano, decepcionado, se hubiese buscado un hueco, no me cabe la más mínima duda, como restaurador en algún programa de televisión. Y me explico, salgamos a la calle y observemos: primero al mono y luego al hombre (aquí no voy a mojarme donde tienes que ir a buscar al mono para hacer la comparativa, cada uno ya somos mayorcitos y tenemos nuestros recursos para buscar ese primate que necesitamos para proseguir con este experimento). Continuemos pues: estaréis conmigo, que si no fuese por los cortes de pelo que se llevan o por las gafas de sol que cubren media cara (y en algunos, se agradece), pues no parece que el hombre, evolucionar, evolucionar, haya evolucionado mucho.
Sin embargo, cambiemos de tercio, sin tirar de siglos, sólo unos años atrás (no muchos, que os conozco y me duele !!!) y ese ansia investigadora la apliquemos ahora a nuestros recuerdos de cocina. Cuando marchabas por la mañana a la escuela y preguntabas: ¿Qué vas a poner para comer? Tu madre, te contestaba: «… alubias, sopa, arroz y seguido te decía el segundo plato…» Y os preguntaréis, ¿y la ensalada? Pues curiosamente la ensalada siempre estaba presente en la mesa, repantigada en un plato más grande y hondo que respondía como no podía ser de otra forma al nombre de ensaladera y que normalmente consistía en lechuga, con cebolleta, algunas veces pepino y un tomatito. Pues bien, la citada ensalada se ponía en medio, sin importancia y tirabas de tenedor mientras comías el primer plato, … y se continuaba picando hasta con el segundo. Había veces que ya ibas al postre y tu madre decía, » … rebañar bien la ensalada, que no quede nada… y toda la familia (tras las lógicas recriminaciones, de yo ya he comido, tú no has comido nada que te he visto, …), lanzábamos nuevamente el tenedor, porque si no, el postre no llegaba.
Pocos años después, la ensalada ha conseguido alcanzar un extraordinario reconocimiento social y hoy en día entra en nuestras mesas con más apellidos que los de la casa Alba.
Esta semana, vamos a procurarnos unas recetitas muy ricas, ENSALADAS muy interesantes que nos van a sorprender y que de seguro Darwin si levantase la cabeza y las viera servidas en su mesa, alzaría los dos dedos de su mano en señal de victoria. Así que dejemos al mono a un lado, nos ponemos el delantal limpio e inmaculado y ya estamos seleccionando de una forma natural los ingredientes que nos van ayudar a elaborar una especie nueva de ensalada evolutiva, muy rica y especial, como se merece nuestro amigo Charles, de los Darwin por supuesto.
Empezamos:
INGREDIENTES, para dos personas:
8 Espárragos
3 cucharadas soperas de Habitas
1 Cebolla
2 Pimientos rojos
4 Pencas de acelga
1/2 Calabacín
2 Orejas de cerdo
Harina (yo he utilizado de arroz)
1 Huevo (para rebozar)
Sal
Aceite
Albahaca
Pimienta negra
1 hoja de laurel
Vinagre de vino blanco
ELABORACION
Echamos en la olla a presión, las orejas bien limpias, cubiertas de agua, con sal, laurel y un chorrito de vinagre. (Aqui cada olla tiene sus tiempos).
Abrimos la olla, desechamos el caldo y esperamos a que las orejas se enfríen un poco, Reservamos.
Cortamos en rodajas el calabacín y rebozamos. (Reservamos)
Cortamos la oreja y rebozamos. (Reservamos)
Picamos la cebolla y la ponemos en la sartén a pochar poco a poco.
Salamos y cuando la cebolla esté en su punto, pasar por el chino y reservar.
Ahora le toca el turno a los espárragos, al pimiento rojo y a las pencas, cortamos y a la ensaladera.
Incorporamos el calabacín y la oreja.
Ahora en un frasco incorporamos el aceite utilizado en pochar la cebolla y la cebolla que tenemos reservada.
Rectificamos la sal, una cucharadita de pimentón de la vera, una pizca de albahaca, y cerramos el frasco.
Agitamos buen fuerte hasta que emulsione bien la mezcla y al emplatar, regamos con este aliño la ensalada.
ANTES DE SERVIR, LA METEMOS UN GOLPE DE CALOR EN EL MICROONDAS.